Capítulo 34

26 3 0
                                    

     CAPÍTULO 34

     La puerta se abría y cerraba de golpe como el viento que se mece en otoño, escupiendo doctores que ingresaban, estrepitosamente, entre ruidos de pasillo, mutilando a lo lejos, murmullos de palabras amables con el tintineo del instrumental médico cayendo de golpe sobre la charola, decorando un semblante sombrío que abanicaba a la muerte. 

     —Doctor, la presión aún sigue alta.

     —Antipotensivos.

     —Preparen desfribilador.

     "El tiempo se hacía de una extraña contextura líquida, reproduciendo la sensación de estar tensado hasta el límite. Pedro con sólo seis años de edad, huía de casa en plena noche, comiéndose el mundo. Aun así, no era aquella huida, lo esencial de su pensamiento; sino el miedo que sus ojos veían lacerando su voluntad: Los golpes de su padre, las lágrimas y el maldito miedo que tanto odiaba... Botellas vacías y siempre terror en los ojos de su madre que tanto lo enfurecían, y la sospecha que ya había empezado a crecer en su interior; algo fundamental de su infancia que no había comprendido. De pronto tenía veinte años... Era cierto que próximamente lo pondrían otra vez en libertad y que entonces podría hacer lo que le diera la gana. Pero también, sabía que tenía de su lado a Olsen, el eterno jefe de guardias de prisión. No era la primera vez que el tipo fingía no ver las agresiones que allí se cometían. La unidad que dirigía, considerada todavía un orgullo para todo el sistema penitenciario, se hallaba en decadencia moral. 

     Los años seguían pasando y las temporadas en el reclusorio se convertían en vacaciones estacionarias. Y ahora, seguía royendo su interior el tiempo que permanecía de pie en medio de su celda con la oportunidad de su vida y dejar de ser peón para ser jefe, con la mirada puesta en el suelo. Por eso, Pedro se preguntó si Olsen no lo ayudaría a conseguir lo que nadie podía tener allí dentro: una conexión a Internet.  Pedro bajó la mirada y la depositó en el reverso de los papeles del test mientras pensaba en Kathy, en Benito, en Olsen y hasta en el Mechas y los años perdidos y sin pensarlo más repasó sus cálculos y se olvidó de la mancha de nacimiento. 

     A la madrugada siguiente, sin ser visto, salió de su celda. Era un domingo que empezaba a desperezarse para extender sus horas, después de una noche conmemorando el aniversario del penal. Caminó juiciosamente hacia el pabellón de Benito y sabiendo que si mataba a algunos el siguiente en caer sería el mismo, así es que sólo reptó con miedo entre los cuerpos extendidos en el suelo, entre botellas, colillas y alguno que otro condón usado y se dirigió al fondo del cuarto de Benito, sacó la enorme maleta que sabía muy bien contenía tanto dinero como jamás vería, y una bolsa grande con un par de kilos de cocaína de la primera que encontró a mano. Salió en silencio procurando no ser visto. Ya en su pabellón, después de cortar la maleta en mil pedazos llenó sus bolsillos de tantos jirones de ella como pudo, metió todo el dinero en el forro de su colchoneta y tiró restos de minúsculos jirones de la maleta por el inodoro y se metió a los bolsillos otro tanto para tirarlos por los distintos tachos del penal que le fue permitido, sin dejar huella y sin decir nada a nadie, por entonces el Mechas había caído en el penal y con la misma intención de asaltar al Benito, ese mismo día que Pedro había sacado la maleta en la madrugada, el Mechas con algunos hombres ingresaron dispuestos a todo, pero jamás encontraro, nada, mataron al Benito, pero los hombres de "La iguana" al ser muchos más y mejor armados sometieron al Mechas y le quemaron a sus mejores hombres. 

     Pedro, a días de salir no sabía cómo llevarse semejante suma de dinero por la puerta. Y antes que perder todo hizo trato con Olsen, para que le permitieran pasar con todos los enseres de su cuarto sin ser revisado, arguyendo que solo salía con 10 kilos entre sus pertenencias, y que a la salida ni bien la vendiera a sus contactos le daría el 50 por ciento de lo vendido. Y este aceptó. Así es que en un saco viejo metió el dinero y sobre su ropa la cocaína. Al salir de su celda, pulsó el botón del intercomunicador plateado que se hallaba junto a la puerta de acero, Olsen contestó algo nervioso y dubitativo. Pedro le dijo que ya era hora de salir. 

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora