Capítulo 7

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     Habían pasado algunos minutos que Gabriel andaba esperando su llamada, estuvo toda la mañana y  parte de la tarde, incluso suponía que la mujer había desistido, y se disponía a irse a la calle en su acostumbrada moto; cuando su celular empezó a vibrar en su bolsillo. 


     Vibró y vibró hasta que consideró que ya era tiempo suficiente de contestar la llamada de la señora Preciado. 


     Observó su reloj pulsera y vió la hora y vió que aun era temprano.


     —Aló.


     —¿Gabriel?


     —Sí, yo mismo... — la voz del otro lado era la esperada.


     —El depósito está hecho.¿Cuándo cumples el trabajo?


     —Esta semana. Calculo que el jueves o el viernes.


     —¡Magnífico! 


     —Una sola recomendación. Cubra todos sus pasos porque la primera sospechosa será usted. Asegúrese de estar protegida.


     —No te preocupes, Gabriel. Todo está calculado. Gracias, trataré de tener el saldo disponible de inmediato.


—De acuerdo, adiós.


     Gabriel se echó hacia atrás. Dió una larga pitada al cigarrillo que tenía entre los dedos. Entrecerró los ojos mientras expelía el humo. Tenía treinta mil dólares para recoger de inmediato y el resto para dentro de unos días. Si todo salía bien, habría valido la pena. Pero tenía que ponerse en acción.


     Se dirigió presuroso a la oficina de correos. En la Casilla postal encontró el consabido sobre manila con el dinero y un papel que decía ¡Buena suerte y haga lo que corresponde!


     Hizo parar un taxi y se dirigió hacia la casa de su amigo que, de acuerdo a lo convenido, había dejado instrucciones para que a Gabriel le entregaran las llaves de su carro. Así es que no le fue tan difícil recogerlo. Condujo el automóvil hasta una playa de estacionamiento en un distrito distinto al que vivía. Desde allí en otro taxi que cogió algunas cuadras siguientes retornó a recoger su propio auto. 


     Se fue al aeropuerto y adquirió un pasaje de ida y vuelta al norte del país. La salida era para el jueves a primera hora en la mañana y el retorno para el sábado en la tarde. Luego con absoluta calma regresó a su casa. Mientras almorzaba llegó su novia, y le comentó que debía de viajar hacia el norte por asuntos de trabajo, para verificar ciertos documentos de un asunto  estrictamente legal.


     El martes encargó la confección de un bigote y barbas postizos, luego a unos comerciantes de venta ambulatoria, les compró una gorra y unos anteojos oscuros, de montura gruesa. Puso ambas cosas en el maletín.

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora