Capítulo 2

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El timbre repicó con insistencia y Gabriel, que revisaba cuidadosamente unos uniformes, de su ropero levantó el fono del portero para responder, hasta que cayó en cuenta que el timbre provenía del bolsillo de su pantalón. Una vez más, Sofía le había cambiado el timbre de su celular:

—Aló

—Buenas tardes, señor. Llamo por el aviso publicitario del periódico.

—Buenas tardes señorita. Estamos para servirla, usted dirá...

—Gracias. Vera usted, el aviso que publican es bastante amplio, ... y bueno, no es muy específico. Hablan de atención profesional y experta, estrictamente confidencial y de una absoluta reserva en trabajos especiales. Me gustaría saber si este tipo de operaciones tiene alguna limitación.

—No señorita, no. Ninguna en realidad. Usted nos dice lo que desea y nosotros cumplimos la misión que nos encomienda.

—Y ... , ¿si se trata de un contrato?

Gabriel se puso de inmediato en guardia.

—¿Contrato de qué? ¿podría hablar más claro?

—Bueno. digamos... eliminación.

—Señorita ¡por Dios! Si es lo que supongo —Y en caso de que fuera factible—, no creerá usted que pueda tratarlo por teléfono.

—Y usted comprenderá. también que yo no me atrevería a preguntar; directa y personalmente, por una tarea así. He recorrido a la vía telefónica por necesidad de anonimato. Entiendo que no existen imposibles cuando se está en condiciones de pagar un buen precio razonable ¡Pienselo bien!, yo volveré a ponerme en contacto con usted. Buenas tardes.

—Gabriel permaneció en silencio, confundido. El clic que le llegó a través del hilo telefónico, le indicó la interrupción de la llamada.

Luego de colocar el celular en su bolsillo, se mordió los labios y con él su bigote, Estaba realmente sorprendido en sus casi siete años en los que venía ejerciendo como detective privado. Jamás le habían hecho una propuesta semejante. Dudó por un instante que esto fuera realidad, incluso llegó a suponer que alguién le quiso hacer alguna broma. A lo mejor María, pues ya en más de una ocasión le había jugado muchas bromas pesadas usando a Candy o a alguna amiga para llevar su plan a buen término, ...y siempre caía en ellos. Pero esta vez no estaba dispuesto a caer en ellas. No. Esta vez le pondría alto a esto. La mayor cantidad de casos que solían encargarle eran del tipo sentimental; los triángulos amorosos comunes y corrientes, esposas despechadas, maridos engañados. Por lo general todos los casos de este tipo se caracterizaban por que cada quien buscaba de alguna forma la confirmación a sus sospechas, o en su defecto buscaban la prueba idónea para iniciar una demanda judicial. En definitiva se trataba de gente que necesitaba un buen testigo que proclamara la oficialidad de una traición.

Pues bien en los últimos años su campo de acción se había ido ampliando considerablemente gracias a su ocurrencia de también dedicarse al cobro de morosos difíciles. Y bien esta era un área bastante común, con la que de modo circunstancial se había encontrado, y que a su vez generaba muy buenos dividendos. Tenía dos amigos de su entera confianza, ambos rudos ex policías y matones, igual a él.

Por lo general Gabriel, previo a los honorarios porcentuales con sus clientes, les encargaba una comisión formal a sus hombres de confianza y eso era, nada más y nada menos que el ablandamiento al deudor. Habitualmente sólo hacía falta una amenaza, o una amenaza acompañada de una golpiza de esas que no dejaban marcas. En casos un poquito más severos hacía falta una dislocadura o fractura de algún miembro.

Sin embargo, no estaba dentro de sus proyecciones aventurarse a más. Pero esa llamada que recibió de esa mujer, le había dejado intrigado, y por más que se distrajo con otras cosas, ese petitorio intrigoso no dejaba de dar vueltas en su cabeza constantemente.

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora