Capítulo 19

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     Después de casi dos meses de trabajar en el Dojo, Kathy encontró en el apoyo de Jamie y Alejandro las fuerzas necesarias para sentirse bien. Por ello un día llegó la oportunidad a sus deseos. Despertó antes de lo acostumbrado y se paró frente al dormitorio de Jamie para informarle que había decido entrenar, con ellos, al terminar las tardes en el grupo de novatos que él empezaría a preparar los días próximos.

     La hoja de la puerta estaba entornada. Y su ansiedad le hacía preguntarse si ¿podía mostrarse al natural? Conteniendo la respiración, Kathy nerviosamente avanzó unos pasos y cogió la perilla de la puerta, la giró y en el interior pudo ver a Jamie aún acostado en calzoncillos. Profundamente dormido. Se acercó y después juntó la puerta tras de sí nerviosamente. Carraspeo insistentemente un par de veces de modo que pudo despertar a Jamie.

     De pronto pudo empezar a explicar sus deseos de aprender artes marciales, sin siquiera tocar el punto de la venganza que bien sabía era algo que él no admitiría nunca.

     Llegado el mes de preparación y de arduos entrenamientos de parte de Jamie y retos de parte de Alejandro, Kathy se sentía alegre y más ligera. En tanto al llegar las noches conforme van pasando los días las perturbadoras conversaciones con su almohada van anidando en ella la oscura fuerza de la venganza que desata legendarias memorias de malos tratos en su vida pasada, humillaciones y rencor. Y sin decir nada al respecto, conforme pasan los días ella va redescubriendo su propia fuerza interior. Las noches de pesadillas no se han alejado del todo, pero han dejado de ser frecuentes.

     Kathy va descubriendo en Alejandro un hombre maravilloso, bromista, rudo, con poca paciencia pero con la suficiente capacidad humana como para enderezar al árbol más torcido. Y en Jamie descubre un hombre atento, sumamente encantador capaz de ablandar la más densa roca, siempre dispuesto a dar todo de sí, siempre sincero, caballeroso, de sonrisa fácil...

     Tantas características juntas en esos dos hombres y sumados a sus físicos: "atléticos, varoniles y de voz grave" terminan enredando a Kathy en un ambivalente lío nocturno de sueños húmedos, en los que ella caía presa de las más inverosímiles artes amatorias. Fue así que permutó las pesadillas poco a poco por "sueños gustosos". En sus sueños el mundo de Kathy tiembla cuando, en sueños, el cálido aliento de Jamie golpea su cuello... Su cuerpo se funde en el suyo, y no quiere dejar de sentirlo. Pero, además, que él la ha besado con amoroso reconocimiento deja que su mano la acaricie y la penetre con sus dedos. Llegando a imaginar una voz que viene detrás de ella. Es Alejandro quien la reclama, haciéndole desenvolver los brazos de Jamie para posar sobre ella su esculpido cuerpo, Jamie se niega a dar un paso atrás, dejándola sin aliento... Su mano roza la suya en el intercambio y su cuerpo se estremece. Ella lo observa y nota que se lame los labios... en tanto su mano descontrolada acelera el movimiento hasta que al fin puede sentir el firme culto del ritual de ese infierno de dulzura que reina en su corazón y pensamientos.

     Por otro lado los desayunos de las mañanas con esos dos hermosos hombres en solo pantaloncillos cortos, mostrando sus torsos hacían que los desayunos de Kathy fueran de los más incómodos, pues temía que alguno de los dos sospechara que le hacía más caso a uno que al otro. Ella no quería perder la mínima atención de ninguno de ellos. Más por el hecho que sospechaba que no les era indiferente a los amigos... Ahora lo que le preocupaba a ella era saber por cuál de los dos amigos decidirse. Pues, aunque andaba algo confundida, no podía negar que los desayunos se habían convertido en algo más que una delicia en medio de esculpidos deseos no resueltos en ella, uno de ellos el motivo de su venganza y otro el deseo de definir sus sentimientos hacia uno u otro.

     Y por las tardes los amplios espejos del Dojo la perdían en las escenografías de cuerpos sudorosos, y firmes, comprometiendo su cordura y su tranquilidad en el facilismo del vértigo despiadado del deseo. Panoramas detenidos de sus observaciones del día, donde los sentimientos de eróticas maquinaciones la invadían, y la hacían llegar al punto de imaginarse envuelta entre los brazos de uno u otro. En tanto que al finalizar la tarde, al entrar en la ducha no perdía tiempo en sucumbir a sus deseos de tocarse íntimamente imaginando que caía a merced de las caricias de sus dos bellos amantes en sincronía con los chorros de agua y la espuma de baño... Y sin que nadie lo supiera su hora del baño se había convertido en un espacio que podía cambiar su mundo. Y es que como siempre, su ansiedad estaba actuando de modo onírico.

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora