Capitulo final

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      Ya casi acababan de dar las seis de la tarde y la campanada a lo lejos se hizo sentir. El cielo se iluminó repentinamente y un estruendo ensordecedor se sacudió a lo lejos, en un pueblito a las afueras de la ciudad, haciendo notar las festividades navideñas engalanando los cielos con luces intermitentes de todos los colores que enceguecían la noche entre alegres villancicos y coloridas ventanas vidriadas que desde la elevada montaña se veían como estrellitas titilando en el horizonte, anunciando buenas nuevas... Mientras al interior de una carpa, la pasión en puntillas se impregnaba por todas sus aristas con la dulce certeza que los abrazos se sostenían del sudor corriendo por sus espaldas, con las brasas trepando sobre los hombros de ella como una manta caliente fuera de contexto y razón, donde se depositaron los encantos y el caudal de sensaciones que se depositaban en sus corazones fascinados, hasta reducirse en un embelesado suspiro que navegaba sin precaución por la arrogante fragancia del embrujo. Hubo una pausa ... Y justo entonces Jamie la soltó repentinamente y fue a sacar un pequeño estuche plateado de uno de los bolsillos de su casaca y se lo entregó a ella con naturalidad frente a su estupor.

      —¿Eh? ¿Es broma, ¿verdad?

      —Para nada.

      —Y ¿qué será lo que este chico tan interesante quiere darme? 

     —¿No puedes deducirlo? Pensé que tenías el coeficiente intelectual más alto del mundo.  —Dice Jamie mientras se ríe abiertamente, mirándola con atención.

     —Mmm...¿Hambre?

     —Creo que ya he hablado lo suficiente, te toca a ti adivinar lo que quiero.—Comenta Jamie inclinándose hasta que sus rostros están a escasos centímetros en torno a la cajita misteriosa.

     —¿Quieres que adivine? —La sugerencia en su voz no pasó desapercibida, así es que lo empujó juguetona meneando la cabeza con una sonrisa radiante. Y al instante preguntó frunciendo el ceño. —¿Y entonces qué quieres?

      —Algo muy simple —le dijo casualmente—, que te enamores de mí por segunda vez.—Afirmó esbozando una sonrisa expectante—, y se acercó cubriéndole los labios con su boca conquistando su sensualidad con una ola de calor que los envolvía. Kathy se estremecía y de pronto se apartaron atravesando la neblina de placer que los obnubilada. Jamie sonreía abiertamente. Ignorando lo que le parecía tan divertido, pero no se quejó. El sonido de su sonrisa era maravillosa. 

     Cuando paró de sonreír, Kathy lo miró extrañada. —Estás loco. ¿Por qué me enamoraría de ti otra vez si ya estoy enamorada? 

     —Ya lo veremos. —Le guiño un ojo—. Tal vez esté loco, pero mi determinación es impresionante. 

     —Eso puedo verlo. —Mencionó regresando su mirada a la cajita que tenía entre sus manos, tratando de calmar su curiosidad, luego hablo. —¿Por qué elegiste este lugar para acampar? 

     —Es tranquilo y solitario. Y el cielo abierto te deja observar las estrellas.  

     —¿Te gusta estar solo?

     —Solo contigo —Mencionó guiñándole un ojo— ¿No lo vas a abrir?  —Dijo Jamie, con un rostro resplandeciente y apasionado, mirándola efusivamente. 

     —Pues claro, es sólo que no esperaba que justo en este momento tuvieras antojo de que comamos ¿bombones?  —Comentó Kathy, reconociendo en su gesto cierta ironía que no terminó de entender, sin embargo, guardó silencio un instante sin dejar de sonreír, y sin tener idea de cual de ellos empezar a desenvolver.

     —¿No te parece que siempre es un buen momento para comerse uno?  —Comentó Jamie reprimiendo las ganas de besarla otra vez, acariciándola con sus ojos, intentando no perderse de ese momento maravilloso e importante de su vida.

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora