Capítulo 23

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        —Toc, toc, toc...


          —Ya voy...


         —¡Hola bonita!  ¿cómo te fue? Espero que todo haya estado tranquilo.


          —Sí, todo estuvo tranquilo, la verdad es que no hubo nada raro. 


        —Me preocupa que todo esté tan tranquilo después de todo lo que se supone que sucedió tras el juicio. Y no lo digo por el juicio en sí sino por ése tipo que estaba en los alrededores observándote.


     —Imagino que ese alguien puede ser el muchacho que se ha mantenido ausente del juicio, sin ser localizado después que huyó.


     Después que Jamie acabó de decir eso Kathy se sintió aislada, como si se hubiera perdido en una de esas ciudades desconocidas y remotas, solitarias, dónde suelen construirse grandes cementerios. Entonces sintió el divino prodigio de la ubicuidad y poco a poco se fueron calmando en el rumor de sus temores todas esas ideas que hasta minutos antes la estuvieron ahogando.


     De pronto su idea de venganza cobró vigor y fue apoderándose de ella. Nada acusaba ya a la bondad ni a la solidaridad después que el fulano se escapara. El escenario de los hechos la arrojaba a desmadejar los hilos de la venganza como un zumbido en su cabeza que iba cobrando forma. Hasta que sintió el silencio claro y preciso de sus resoluciones tomando forma. Sólo duró unos segundos pero ya casi tenía las primera forma de ejecutar su plan. Al segundo siguiente sólo sintió la respiración de Jamie en su nuca y sus manos por sobre su toalla  masajeando su talle.


     Un extraño cosquilleo la invadió luego y se obligó a girar y al verse en los ojos de Jamie, la hizo asomarse a la silueta de una mujer dulce y  sonriente que obnuvila todo indicio de malicia. Y sintió vergüenza de sí misma, porque antes jamás se permitió ese sentimiento tan ruin.


     Jamie la abrazaba pensando en todo lo que significaba ella para él:  ser solitario, curioso y con deseos de amar y ser amada por sobre todo. Y él con ganas de borrar las huellas de la ignominia de su pasado. Solo la abrazó con más fuerza.


     No tardó en aparecer esa energía que ella proyectaba... Jamie sintió un golpe casi violento en el corazón y un indecible temor que algo le sucediera. Lo había sentido todo el día...


   —Kathy tienes que cuidarte. No me ha gustado nada que ese tipo, me refiero al que estaba  merodeando cerca a ti a la salida del juicio. Y creo que ese tipo continuará acercándose a ti. Y pues no lo quiero ni de cerca ni de lejos.


  —Creo que eres un exagerado, a lo mejor solo ha querido saber cómo quedó todo con el juicio... De otro lado, son tantas las veces que he estado tan cerca de la muerte, que ésta también de alguna manera ya debe conocerme. Como sea, ante ella no me arrugo, no me hago atrás , ni me corro; además, cómo ni a dónde...


     —Kathya no seas cabeza dura. Sucede que mientras el sueño es sólo una momentánea nublazón de la mente que de sopetón te adormece los sentidos, te borra el cansancio del cuerpo, las preocupaciones de la cabeza, y hasta las dolencias del organismo y los quebrantos del espíritu, en cambio la muerte es definitiva y viene a reclamar la carcasa de su víctima cuando el pobre cristiano ya no da para más, y todas sus desvencijadas clavijas  comienzan a desarticularse por fuera y por dentro como un gran armatoste apolillado. Sólo que la pelona de alguna manera anuncia sus acciones futuras, anticipa la proximidad de su visita, más no es así el sueño que siempre es repentino, y como tal nadie recuerda el momento exacto en el que se queda dormido.

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora