Capítulo 5

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      Después de guardar la llave y etiquetarla con los números de la casilla postal, Gabriel la guardó en el cajón de su escritorio; lleno de dudas acerca de muchas interrogantes que daban vueltas en su cabeza...


      A Gabriel lo que no le agradaba era que, según su experiencia de esos siete años, haciendo de detective privado, era que en un convenio debían conocerse las partes contratantes. En este caso no era así. A él lo conocían, con pelos y señales, según lo decía la misma mujer que lo abordó, ...pero, ahí estaba el pero. Gabriel ignoraba quién lo contrataba. Ahora bien, Gabriel necesitaba como su primordial urgencia descubrir la identidad de esa mujer. Eso lo tenía sumido en una angustia latente que lo había llevado a sentarse y replantearse todo este asunto desde el mismo hecho de haber ido hasta el lugar tras el sobre del dinero. Y luego a pensar hora tras hora ese asunto que lo angustiaba, porque él no estaba acostumbrado a no saber identificar a medias para quién trabajaba y pues esto lo tenía preocupado. Le resultaba imprescindible saber quien era su cliente.


       Lo más probable era que la situación planteada tuviera como origen un triángulo -pensó -.Una relación sentimental y/o de carácter económico, con el objetivo del contrato, en una de las esquinas. Y en la otra, ...¿una amante?, o será ¿Una esposa? ...El primer caso era algo difícil. Por lo general los amantes carecen de beneficios económicos a futuro, como para que puedan aspirar a un crimen. ...Aunque eventualmente lo haría ¿por despecho, quizás?, pero, casi siempre, quien llega al asesinato muestra algún desequilibrio emocional. La esposa en cambio, por lo general cubre ambos requisitos, tanto el motivo como el financiero. Ya sea un seguro de por medio o una herencia definida.


     La mujer que le había hablado era no sólo cauta, sino inteligente, y manejaba con habilidad su tiempo. Era más probable que se tratara de la esposa.


     El paso subsiguiente era investigar por ese lado.


     Gabriel tomó el directorio telefónico, revisó en la Reniec y en la lista de asegurados de Essalud. Hizo la búsqueda por el nombre de Javier Preciado consignado en el recorte. No tardó en encontrarlo en las tres búsquedas. Encontró que su dirección correspondía a una zona residencial a las afueras de la ciudad, una zona bastante cara; en el que se solía encontrar a familias distinguidas de abolengo... Así también le fue fácil ingresar a sus páginas sociales y dar con el número telefónico de su casa. Marcó el número telefónico con algo de prisa. Alguién respondió al otro lado de la línea:


     -Hola.


     -Aló, buenos días. Por favor con la señora Preciado.


     -Cómo no, ¿de parte de quién?


     -Ella no me conoce, llamo por encargo de su esposo.


     -Un momentito, por favor, ya se la paso.


      Transcurrieron algunos pocos segundos, hasta que a través del auricular pudo advertir el sonido de unos tacones acercarse a través del auricular.


     -Aló. -la voz era inconfundible.


La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora