Capítulo 6

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     Wilfredo salió lo más rápido que pudo del área y cerró sus puertas traseras y con sus compañeros, dentro de la camioneta, avanzó a gran velocidad de regreso en sentido contrario al que había llegado, a fin de no regresar por el mismo lugar. Ese mismo día habían salido de la cabaña y sacado todas sus cosas del bungalow. Todo ello con naturalidad y gran paciencia, ..de manera alegre tal y cual los habían visto días anteriores. La entonación y las emociones vertidas esa mañana frente a los hombres de la recepción eran de lo más normales.


     Llegado a un grifo, Manuel llamó a un amigo para que lo recogiera de un bar, de un distrito cercano aludiendo haber sido asaltado el día anterior. y Así poco a poco cada uno fue empezando a trazar su propia coartada... y separándose de uno en uno.


     Mientras tanto...


     Jamie no podía dejar de pensar en la maldad de la gente,— ¿cómo podría ser posible que gente tan desalmada se deshaga de un indefenso animal arrojándolo a la basura?— Comentaba para si mismo con molestia, ...gruñendo, mientras doblaba algunas toallas que iba colocando en forma ordenada en la vitrina de el dojo.


     —A la hora que termines podrías traerme un café, Jaime,  la verdad es que no quiero salir, estoy muerto —Comentaba Alejandro.


     —¡MUERTO!... ¡mIERDA...! —Expresó Jamie dejando tirada las últimas toallas sin doblar, e impulsándose por sobre el mostrador, saltó y salió con llaves de la camioneta en mano, dispuesto a salir lo más rápido que se lo permitieran sus pies.


     —¡Jamie!, ¡Jamie!... Carajo, ¡a dónde demonios vas?... —Llamó Alejandro sin encontrar respuesta alguna de parte de Jamie, el cual ya se encontraba en el interior de la camioneta y con el motor encendido.


     Cuando Alejandro salió en dirección hacia la calle, ya no lo alcanzó, la camioneta ya llevaba  una cuadra de distancia y alejándose.


     Alejandro había visto a Jamie ago ensimismado, y hasta preocupado, tal vez, pero por terminar sus rutinas toda la tarde que lo vió pensativo, y no pudo acercarse a indagar qué era lo que le pasaba, —¿Será a lo mejor algún problema de índole amoroso? —Pensó. Pues llevaba un tiempo de no verle chica que le quitara la concentración; desde hacía un par de meses,  en el que terminara con la rubia de cabellos desordenados por incompatibilidad de caracteres. Sin embargo, no se había percatado de alguien a quien Jamie hubiese estado mirando con esos ojos de enamorado o admirado.



     El camino hacia la zona de los basureros era un tanto largo, pues el dojo se encontraba a casi dos horas de camino, y pese a ya estar oscureciendo se animó a ir en búsqueda de ese ser tan indefenso. 


     Por el camino, Jamie se detuvo en un restaurante de paso y compró medio pollo broster con el fin de dárselo de comer al perrito, suponiendolo hambriento encerrado dentro del tacho de basura desde tempranas horas. Eso, si es que había sido arrojado ése o un día antes.


     De un momento a otro todo el interior de la camioneta se impregnó de un delicioso sabor a pollo, lo cual hizo que Jamie salivara y se antojara de lo que llevaba para el perro. Así es que, observando su cercanía al lugar, se orilló a un lado de la autopista y abrió la bolsa; haciendo que esos aromas salieran despidiendo ambrosía. Su descartable contenía un par de piezas de pollo frito con piel crujiente, empanizadas y bien condimentadas, acompañadas de deliciosas papas fritas y ensalada...

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora