Capítulo 17

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         A la mañana siguiente...

     Kathya se despertó sobresaltada, todavía inmersa en una pesada y reiterada pesadilla que le robaba el aire. No había amanecido y el dormitorio estaba a oscuras. Sólo su rítmica respiración  rompía el silencio. Cubriéndose el pecho con la sábana, cerró los ojos y trató de relajarse, pero lo único que consiguió fue que las escenas del sueño volvieran con más fuerza.

     Minutos después estaba en el centro de la habitación despabilándose. Sé frotó los ojos y corriendo por el dormitorio ingresó a toda prisa a la ducha como queriendo encontrar tras el chorro de agua fría toda la energía y fortaleza necesaria para ahuyentar ese sabor amargo que se le instalaba en el alma cada que esos malos sueños la invadían. Pedía ayuda a su fiel amiga Sofía, cual ángel custodio, pues seguía confiando en la unión más allá de la muerte que había entre ellas.

     Bajó la cabeza, se cubrió con el chorro de agua fría y se permitió llorar, ahogar sus sollozos. Ése chorro de agua la calmó, como cada día... Se abrazó contra su pecho y descubrió que ese bebé que siempre llegaba a sus recuerdos acababa de aparecer entre sus brazos. Tenía hambre. El agua que escurría por sus pechos lo alimentaba mientras ella lo acunaba hasta llenarse. Y poco a poco así como apareció desapareció. Este hecho irreal la llenó de una paz muy armoniosa que le permitía esbozar una leve sonrisa con una mezcla entre amor y ansiedad. Cerró la llave de la ducha y se vistió. Ya era momento de iniciar su día.

     De pronto se sintió invadida por el recuerdo de las voces de Jamie y Alejandro haciendo que en ella esa chispa que la animaba día a día volviera a encenderse en ella.  Y en la evocación de sus rostros le infundían fuerza, cariño y protección. Pero al mismo tiempo, el recuerdo de sus rostros le produjo, sin proponérselo, la añoranza de un beso no recibido pero sí añorado y renovado. Un beso que sólo existe para deleite  en esa imaginación aunque sólo sea por un momento fugaz.

     Un ruido en el pasadizo la sobresaltó y se abrazó a sí misma. Imaginando que uno de ellos le rodeó el torso y la abrazó. Pero al instante despertando de su ensoñación se dió una cachetada mental. Aún en la inconsciencia del ensueño, algo la había impulsado a consolarse. Se miró con una mezcla de amor y ansiedad, temblando aún por la pesadilla.

     Unos instantes después el sonido de la puerta la sobresaltó    —Era como si alguien la hubiese sorprendido escuchado sus pensamientos y se ruborizó en el acto —. Al parecer las ideas le hicieron trastabillar para recordarle que a pesar de ese caparazón que se mantenía en mantener no era más que una chica nerd sin futuro que jamás lograría alcanzar esos estudios que alguna vez quiso continuar una y otra vez sin lograr nada más que perder su dinero tras matrículas que escasamente podía pagarse a sí misma pero que luego debía dejar de lado para seguir trabajando y juntando para mantener los vicios del vago de Pedro y a sus mujeres. Apretó los dientes y retuvo una amarga lágrima y se abrazó a sí misma.


     —¡Hola, buenos días bonita! ¿cómo amaneciste hoy? —Comentó entusiasta Jamie acercándose a la puerta entreabierta de la habitación.


      —Buenos días Jamie, ¿recién terminas la primera rutina de la mañana, cierto?


     —Así es bonita, pero como aún tengo 20 minutos antes de empezar la siguiente quise pasar por ti para desayunar algo de huevos revueltos y algo de café ¿tu quieres?


     —Pero no se supone que no bebes café mientras ejercitas.


La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora