Capítulo 13

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     Tres de la tarde y cincuenta minutos ha llegado el momento de hacer contacto con el agente Gonzales, de criminalística.

     Gabriel desea recibir los datos del lugar al que debe ir para localizar al hombre que encontró a su hermana, y desde ahí iniciar la pesquisa para hallar con el fulano o con los fulanos que le quitaron la vida a su pequeña hermanita —como siempre solía decir. 

     En la necropsia de ley, uno de los datos que Gabriel leyó; el día anterior, decía claramente que el móvil había sido violación. Entre otros hallazgos,  allí también se mencionaba rastro de más de cuatro registros de ADN en secreciones de semen, hallados en el cuerpo de su hermana. Y esas líneas habían quedado tatuadas en sus pensamientos como hierro caliente.

     La tensión crecía minuto a minuto mientras el reloj no dejaba de marcar cada segundo, acortando su vida con la monotonía infinita de cada giro de las manecillas. Sin embargo, Gabriel no dejaba de admirar ese instrumento que medía su existencia, sus actos y deseos. Si había algo que le atraía a Gabriel, era precisamente el sonido que emitía su viejo reloj de pulsera. Semejándose a los latidos de su corazón. Aunque para Gabriel resultaba paradójico que mientras éste caminaba con suaves e incansables repiqueteos, su corazón bombeaba una y otra vez como un loco, atormentado por su incesante verdugo del tiempo, cual victimario. No era la primera vez que le sucedía esto. Siempre que se encontraba frente a algún caso le sucedía lo mismo.

      Gabriel aguardaba con las manos húmedas dentro de los bolsillos de sus pantalones. Presionando y haciendo sonar monedas y llaves, entre varios de los objetos que guardaba en sus bolsillos, a modo de un mantra, o recurso para proteger su mente contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción. —Y es que, además de gozar de sus aspectos vibracionales benéficos, ésta acción le servía para enfocar y sosegar su mente... Al concentrarse en la repetición del sonido, todos los demás pensamientos se desvanecían poco a poco, hasta que su mente quedaba clara y tranquila—. Mientras que en la acera del frente, el agente Gonzales tenía la más grande de las sonrisas al salir de su auto Nissan azul, con el cabello descuidado y las manos confiadas; portando un expediente lleno de hojas sueltas que sobresalían descuidadamente de ese folder de cartón manido que traía entre manos—.

     Apenas Gabriel divisó al agente Gonzales miró hacia ambos lados de la calle, y echó un vistazo panorámico al parque que tenía al frente del agente. Con su habitual elegancia, elevó un brazo a fin de ordenar mejor, hacia atrás, sus largos cabellos sueltos. Y de un modo impecable cruzó. Podía oler el pasto recién regado, a cada paso que se acercaba ...Los juegos infantiles parecían nuevos o recientemente pintados. Sin embargo, siendo aún las tres de la tarde, no divisaba ningún niño en ese lugar tan cuidado. Al hacer contacto visual con el agente, recibió la orden de seguirle hacia las bancas posicionadas bajo uno de los árboles más frondosos del lugar. 

     Gabriel avanzó con los ojos tan abiertos como podía estarlo, mientras tras largas zancadas se aproximaba hacia esa amplia banca hecha de troncos de árboles  vetustos, hasta detenerse frente al agente.

            —Buenas tardes Gonzales.

          —Buenas tardes chico, eres bastante puntual según veo.

         —La puntualidad y los horarios siempre han sido parte de mi diario accionar. Dependo mucho del tiempo para poder resolver casos de muchos de mis clientes o para hallar alguna que otra pista.

     —¡Bien! Gabriel. Estos son todos los informes de la necropsia de ley que me solicitaste.

     —Gracias, Gonzales, me serán de gran utilidad para dar con los mal nacidos que me arrebataron del peor modo a mi hermanita. Y sabes bien que esto no se quedará así, ¡yo daré hasta con el último de esos tipejos! —Comentaba Gabriel mientras cruzaba los dedos sobre sus piernas, en un acto reflejo.

La venganza de KathyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora