Contigo no es difícil!

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Agotada tras una noche movidita por su trabajo, Alex  llegó a su casa. Había sido un operativo laborioso. Cuatro terroristas rumanos en busca y captura internacional habían sido interceptados en una casa del viejo Madrid y los Geo habían entrado en acción para detenerles.

El operativo había sido un éxito pero la tensión de las horas previas y el momento de entrar en acción le dejaban extenuada. Soltó las llaves en el recibidor y saludó a Senda que rápidamente acudió a la puerta a recibirle.

—Hola, preciosa ¿me echaste de menos? - El animal, feliz por la llegada de su dueña, saltaba como loca a su alrededor, haciéndola reír.

—Vale., ya entendí. Ahora vendrá Andrés a sacarte. Estoy agotada para pasear contigo. - Tras conseguir que la perra se calmara, se encaminó hacia la cocina. Una vez allí cogió un vaso, la leche y se sirvió café de la cafetera. Sacó unas magdalenas y se sentó en la mesa. Necesitaba comer algo. Después se ducharía y se acostaría. Cuando terminó, metió la taza en el lava vajillas y cuando salía de la cocina se quitó la camiseta, quedando solo en brasier y unos jeans con el botón desabrochado, dejando ver el borde de sus bóxer.

De pronto sonó el timbre de la puerta. Seguro que era Andrés, el muchacho al que pagaba para que sacara a Senda los días que ella no estaba. Siempre llamaba antes de entrar, por lo que Alex continuó su camino. Andrés tenía llave y entraría para llevarse a la perra. Pero no, no entró y el timbre volvió a llamar con más insistencia.

—¿Quién es? —preguntó la morena apoyada en la pared con el citofono en la mano.

Al escuchar su voz Piper, inexplicablemente se paralizo. ¡Era ella! Miro a ambos lados de la calle y susurro

—Soy Piper.

—Perdona pero no he oído bien. ¿Quién eres? - volvió a preguntar

—Piper...

—¿Quién?

— Piper Chapman!! — bramó enfurecida—. Abre la maldita puerta.

Ahora la sorprendida era la morena. ¿Piper Chapman? ¿Qué hacía aquella mujer en su casa? Apretó el botón de entrada y oyó cómo la puerta de fuera se abría y se cerraba mientras se acercaba abrir la puerta

Una vez la puerta abierta, la rubia entró como un vendaval, mirándole parapetada tras sus enormes gafas negras y su gorra.

—Nunca pensé que pudieras ser tan desagradecida. Te estuve esperando hasta Dios sabe cuándo y casi no he dormido, cuando para mí dormir las horas necesarias es una obligación. ¿Por qué fuiste? Alex se quedó boquiabierta.

Efectivamente aquella mujer era quien decía, pero la sorpresa fue tal que apenas pudo articular palabra. ¿Qué hacía aquella mujer en su casa? ¿En Sigüenza? La rubia no dejaba de moverse y hablar, en cambio Alex era una estatua silente.

Parecía que alguien le hubiera puesto pilas, solo cuando escucho la.puerta cerrarse se calló.

—¿Se puede saber que haces tú aquí? - Escuchar aquel tono de voz grave hizo que Piper se paralizara y se sintiera pequeñita ante aquella gigante, pero clavando su mirada en su torso desnudo y un sujetador deportivo, trago duro y millones de imágenes pasaban a la velocidad de la luz por su cabeza.

—No... no lo sé. Solo sé que ayer te envié una nota desde el Castillo invitándote a cenar y...

—¿Me la enviaste tú? —cortó él al recordar la invitación de la suite.

—Pues claro, ¿Quién creías que te invitaba?

Aun sin entender muy bien que hacia aquella actriz de Hollywood invitándola a cenar, respondió burlándose  de ella

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