Solo te falta la serpientita!

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Aquella mañana, y a pesar de que intentó levantarse, Piper no pudo. Tenía doloridos tantos músculos de su cuerpo que apenas podía moverse. Solo gracias a varios ibuprofenos recomendados por Menchu, la chica de recepción, por la tarde después de comer consiguió recuperarse y junto a su primo decidieron dar un paseo en coche por los alrededores. Querían conocer Sigüenza y aquella tarde lluviosa era un día maravilloso para poder admirar el lugar sin que hubiera mucha gente a su alrededor. 

Irreconocibles con gorros y bufandas de lana por lo que pudiera pasar, visitaron la catedral de Santa María y la rubia bromeó sobre lo romántico que tenía que ser casarse por amor en un lugar así. Tras visitar varios sitios emblemáticos de la zona terminaron paseando bajo la lluvia por la maravillosa plaza Mayor.—Ay, Darling ¡qué sensaciones más extrañas me causa tanto monumento! Pensar que por estas calles han paseado man and woman como nosotros siglos atrás vestidos de cortesanos, y ellas con sus fastuosos miriñaques y corsé. Oh, ¡qué glamuroso!

—Si, la verdad es que todo esto es precioso —asintió encantada. 

Sobre las ocho de la tarde decidieron regresar al parador. Llovía a mares y hacía un frío glacial. Cogieron el coche y, cuando ya casi habían llegado, el automóvil hizo un ruido extraño y se paró.—Oh, my Good ¡qué le pasa a este cacharro! Durante un rato intentaron que el coche se pusiera en movimiento hasta que Piper al mirar una luz que parpadeaba, hablo riéndose

—Ay, Tomy. Que me parece que nos hemos quedado sin gasolina.

—¡¿Cómo?! —gritó él.

—Ese puntito azul de ahí creo que es la gasolina, ¿verdad? - Su primo miró lo que le indicaba y asintió.

—Ay, qué horrorrrrrrrrrr ¿Qué hacemos ahora? Tras comprobar que el castillo estaba cerca, ella se colocó la bufanda y el gorro y dijo:

—Pues solo hay dos opciones, corazón. La primera, ir en busca de una gasolinera, algo imposible pues no conocemos el lugar, y la segunda, dejar el coche aquí y subir andando lo que nos queda de camino. 

Una vez lleguemos se lo decimos a Menchu e intentaremos solucionarlo. 

-¿Qué te parece? 

Un trueno que hizo vibrar la tierra hizo que Tomy chillara asustado.—No podemos salir, ¿y si nos alcanza un rayo y nos carboniza

—Por Dios!, no digas tonterías.

—Oh, no, honey, no son tonterías, que en las noticias a veces oigo cosas así.

—Vale. Pues quédate aquí. El castillo no está muy lejos, y yo no pienso quedarme aquí. En especial porque es de noche y no tiene pinta de dejar de llover. 

Dicho esto, abrió la puerta y bajó del coche bajo un fuerte aguacero. Dos segundos después su primo estaba junto a ella.

—Por el amor de my life, mis Gucci se están ahogando por momentos —gimió al ver sus preciosos y carísimos zapatos hasta arriba de barro.

—Tranquilo, no sufras. Y mira, para que veas lo que te quiero por todo lo que te estoy haciendo pasar, prometo regalarte cuando regresemos a Beverly Hills los zapatos azulados que tanto te gustaron de Valentino. ¿Qué te parece?.

—¡Divino! El castillo visto desde el coche parecía más cercano. Caminando bajo la lluvia por aquella embarrada carretera, la cosa se estaba complicando. 

Los coches que pasaban por allí le salpicaban de barro y agua. Tomy chillaba horrorizado y ella reía divertida. Nunca se había visto en otra situación  igual. Cuando llevaban caminando cerca de diez minutos, un coche azul oscuro paró a escasos metros de ellos.

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