Mierda Nicky!!, se acabó

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El veinte de febrero, Alex llegó a España procedente de Irak, su padre y el abuelo Goyo fueron a recibirle al aeropuerto. Llegaba en un avión militar junto a otros compañeros y al ver a aquellos dos seres que tanto quería su cara se iluminó. Estaba cansada, agotada y solo deseaba dormir y descansar. Tras fundirse con ellos en un entrañable abrazo, los tres integrantes de la familia Vause caminaron hacia el coche de Lee, entre risas y bromas llegaron a Sigüenza.

Por la tarde, después de comer en casa de su padre con la familia y recoger a una histérica Senda, que al verle no paró de saltar y ladrar emocionada, cogió su coche y se marchó a casa.

Deseaba llegar a su hogar. Cuando llegó suspiró aliviada al ver que no había ningún periodista, y sonrió al pensar con amargura la pesadilla acabó.

Al entrar y cerrar la puerta un extraño y hueco silencio le envolvió. Dejó su bolso en el suelo y miró al frente mientras la perra, encantada, husmeaba en el salón. Los recuerdos vividos antes de su marcha inundaron su mente con más fuerza que un devastador tsunami. Agobiada, cerró los ojos y susurró — De acuerdo. Terminemos con esto de una puta vez.

Cogió su bolso y se dirigió hacia el salón y lo recorrió con la mirada. Todo estaba en su lugar.
Todo estaba limpio, pero al mismo tiempo vacío. Se dio la vuelta y caminó hacia la cocina. Una vez allí cogió la cafetera, la llenó de agua, echó café en el filtró y la encendió. Después subió a su habitación y tras tirar el petate sobre la cama se desnudó y entró en el baño. Diez minutos después y con algo de mejor humor salió de la ducha, abrió uno de los cajones de la cómoda y tras secarse con la toalla vigorosamente se puso unos bóxer oscuros. Camino descalza hasta su armario y dándole la espalda a la cama tomó la manilla y lo abrió.

Cogió unos vaqueros y una sudadera gris y mientras se la ponía sus ojos se fijaron en algo que se había caído sobre el suelo del armario. Se agachó y al cogerlo blasfemó. Allí estaba la pequeña camiseta oscura que ella había usado para dormir.

Sin poder evitarlo se la acercó a la nariz y la olió. Aquel olor era el de ella. Un olor que había añorado todos y cada uno de los segundos de su desorientada existencia y que ahora añoraba todavía más. Con rabia recordó los titulares que había visto en las revistas «Piper y Mike ¿boda a la vista».

Ni en Irak había podido alejar de su vista aquellas noticias. Finalmente decidió acabar con aquello y metiendo aquella camiseta en un cajón, bajó a la cocina, una vez allí cogió un vaso y sacó un cartón de leche del mueble. Lo abrió y se sirvió. Calentó el café con leche en el microondas e instintivamente abrió el mueblecito de las galletas y las vio. 

Allí estaba el paquetito azul de las Oreo que tanto le gustaban a ella. Cerró el mueble de golpe y sin coger el café se dirigió de nuevo al salón. Rebuscó entre los CD de música y puso uno en el equipo. Al escuchar los primeros sones de aquella canción se le puso la carne de gallina.

At Last my love has come along/ Al fin mi amor ha llegado

My lonely days are over/Mis días solitarios han acabado

And life is like a song /Y la vida es como una canción

At Last (...,/ Al fin [...]

Mientras la voz de Beyoncé inundaba el salón se tumbó en el sillón con el mando del equipo en la mano y cerró los ojos.

Ella me dijo que esta música me ayudaría a relajarme. Ella... ella... ella... Por su mente pasearon sin control momentos vividos con ella. Recordó su cara de sorpresa cuando le tapó la boca con cinta americana aquel día en el campo, su gesto de enfado el día que le tiró barró a la cara, su asustado rostro al entrar por primera vez en casa de su padre, su chispeantes ojos al comer las galletas Oreo sobre la cama, su divertida sonrisa cuando la hacía cosquillas, y su pasión en la mirada cuando le hacia el amor. Añoró su boca, sus ojos, sus manos, su encanto y tuvo que sonreír al recordar lo divertida que era y su maravilloso sentido del humor.

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