Me voy por mi rubia

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El veintisiete de febrero por la noche Alex estaba sentada cómodamente en su salón leyendo un libro cuando sonó el timbre de la puerta de su casa. Sorprendida, miró el reloj. Las doce y cuarto de la noche. Rápidamente se levantó y al coger el telefonillo escuchó

—Abre, somos nosotras.

AI escuchar aquello blasfemó ¿Qué hacían sus hermanas allí a esas horas? Pero apretando el botón del portero abrió la reja y después la puerta, quedándose de piedra al ver aparecer a sus hermanas, padre, abuelo, a Menchu y cuando creía que no podría ver entrar a más gente entró Nicky con su mujer, Lucas y Damián.

Boquiabierta al verles llegar con bebidas, hielo y bolsas de patatas fritas preguntó —¿Pero qué se supone que están haciendo aquí?

—Venir a ver la gala de los Oscar —respondió Eva dejándole confundida

—¡¿Cómo?! —bramó enfurecida.

Lo último que le apetecía ver en aquel instante era aquel absurdo programa.
—Lo que oyes Alex —replicó Irene—. Lolo se ha quedado con los niños en casa y tú eres la única que tiene Canal Plus, a papá no le funciona.

Alex fue a decir algo cuando su amiga Nicky, tras darle un golpe en la espalda para llamar su atención, dijo — Eso te pasa por tener el Plus, idiota.

Divertido por el gesto de disgusto de Alex, Lucas dijo al padre de la anfitriona —Toma Lee, una cervecita fresquita. —Y mirando hacia su enfurecida amiga, le guiñó el
ojo y dijo—  en el frigorífico he puesto otra tanda. Creo que la noche va a ser larga.

—Vaya qué considerado —murmuró agriamente Alex.

—Churri —gritó Lorna—. Dame una Coca-Cola.

—En seguida, preciosa —contestó Nicky encantada.

Sin entender nada de lo que estaba pasando, Alex, en medio del salón observaba todo aquel jaleo sin dar crédito mientras Senda, su perra, parecía encantada de tener a toda aquella gente allí.

—Por cierto —dijo Nicky tras entregarle el refresco a su mujer— por si no te habías enterado, nuestra amiga Piper está nominada a los Oscar y esto es como cuando España jugó en el mundial. En vez de todos con la roja, esta noche es ¡todos con la rubia! Nuestra chica tiene que ganar ese Oscar, sí o sí.

—No me jodas! —protestó —. ¿No se podían ir al bar para verlo?

—Ni lo pienses, guapa—sonrió Almudena tras aparcar el cochecito de su bebé en un lateral del salón—. Pudiendo estar tu casa, ni de coña nos vamos al bar.

El abuelo Goyo, que estaba ansioso por ver aquel programa de televisión, cogió una de las butacas, la puso frente a la tele y gritó —El gorrioncito tiene que ganar por guapa y relinda.

Cada vez más alucinada, Alex les vio acomodarse frente al televisor, mientras charlaban y reían como si estuvieran en cualquier sitio menos en su casa. Incluso Senda parecía feliz. Jugueteaba con Damián mientras este le daba una patata frita. Quiso gritarles que se fueran, que no quería compañía, que lo último que quería ver era aquel programa cuando su padre, que llevaba rato observándola, le cogió por el hombro derecho y dijo ofreciéndole una cerveza

—He traído croquetas. No sabes lo buenas que salen con la nueva Thermomix.

—Pero papá... —se quejó desesperada.

—Lo sé hija, lo sé —se disculpó aquel—, pero tus hermanas ya sabes como son y han
movilizado a todo el mundo para ver la gala de los Oscar.

—¿Y no lo podían haber visto en tu casa?

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