Capítulo Veinticuatro

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CAPÍTULO VEINTICUATRO

Desorientada abrí los ojos, el humo blanco se hizo más fuerte mientras todo se ve lento, como si estuviera en una película de acción, abrí la boca en un intento de sacar ese pitido de mi cabeza, daría todo porque esto sea solo una película; pero no es así, si fuera una película el dolor físico no existiría, miré el suelo lleno de rocas y sangre seca en el asfalto, mis frías manos tienen pequeños escombros y salpicaduras de sangre, y un extraño temblor se apoderó de ellas, iba a levantarme pero el curioso polvo blanco en mis pies y jeans me detuvo.

–¡Emma!– la voz de Casandra suena demasiado lejos, divague mirando alrededor, pero mis ojos acaban de chocar con la peor escena que jamás había visto, el niño que hace minutos me había hablado está en el suelo hecho un mar de lágrimas, rodeado de dos cuerpos inertes, su rostro lleno de polvo y sus manos llenas de sangre me hicieron sentir un desespero que jamás había tenido, estamos en el campo de guerra y si no lo sacó de allí lo van a matar. Me levanté con un dolor punzante en mis piernas, estando de pie el dolor se esparció por las demás partes de mi cuerpo que no habían tenido el placer de sentir el absoluto dolor. Pero ignoré lo que mi cuerpo siente.

Corrí, lo más rápido que pude, estando allí me aferre a su pequeño cuerpo, el niño sujetó mi cuello sin dejar de gritar, mientras su espalda tiembla, quizás por el exceso de frío o por el miedo, o puede ser una mezcla de los dos, cerré los ojos unos segundos intentando contener mis sollozos, estamos rodeados por dos cuerpos inertes.

–Te voy a sacar de aquí– con las pocas fuerzas que tenía me levanté y salí corriendo con él en brazos, me detuve más de una vez por que las personas aparecían golpeándose unas contra otras.

–¡Mamá! – Grito cerca de mi oído, el olor a sudor y sangre proveniente de su cabello me estremeció, pues el solo hecho de pensar que su pequeño cuerpo puede ser lastimado tan fácilmente me hizo darme cuenta de lo precario del asunto, el pequeño señaló a la izquierda.

–¿Estás seguro? – pregunté, a lo que asintió sin dejar de verla,

–¡Mamá! – volvió a gritar, divisé a su madre junto a una casa hablando con uno de los soldados, ella me señaló cuando el soldado me vio corrí hacia ellos como si no hubiera un mañana.

–Gracias– gritó la mujer abrazando a su hijo, asentí alejándome, no pueden saber quién soy, debo volver a la casa de Casandra.

<<No puede ser ¿dónde está Casandra>>

Estaba conmigo hace unos minutos, pero ahora desapareció entre todo el humo.

–Casandra–grité, pero no la veo, ahora no veo a nadie –por favor– cerré los ojos, el agudo sonido se está apaciguando mientras el dolor en mis piernas no me deja caminar –cálmate– dije entre lágrimas, abrí los ojos buscando un lugar donde apoyarme –¡Casandra!

–Emma– la voz de Leila se movió por mi oído izquierdo –sígueme– su voz se alejó obligándome a correr, entre empujones y quejidos seguí el sonido de su voz hasta que desapareció, sentí terror, pero mis manos se toparon con algo sólido, la niebla fue disipando a mi alrededor hasta que una especie de pared invisible apareció ante mis ojos, confundida volví tocarla, pero esta vez más fuerte.

Chillé cuando mi brazo entró, hice lo mismo con mi pie izquierdo luego de eso entre por completo en aquel lugar, tragué saliva anonadada, las casas de este lugar son muy diferentes a las demás que he visto aquí, son mansiones ¿qué es esto? El lugar es un conjunto de casas adineradas y muy bien cuidadas con costosas estatuas en las puertas.


–Leila– murmuré inquieta –por favor– caminé rápido, pero me detuve al escuchar voces–¡rayos! –chillé, aquí no hay niebla, en estos momentos soy un blanco fácil, corrí buscando una casa abierta o un sitio donde esconderme.

Hasta que encontré una de las mansiones con la puerta abierta moviéndose lentamente, como si me estuviera invitando a entrar ¿es eso posible?

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