CAPÍTULO VEINTISIETE
Miré la enorme biblioteca, quise arrepentirme por lo que íbamos a hacer, pero necesito respuestas, aunque me pregunto si esto puede dejarme un daño psicológico serio, yo solo digo, no quiero terminar con algún retraso solo porque decidieron meterse a mi cabeza, pensándolo mejor debería salir de aquí antes de que quede peor de lo que mi dramática cabeza cree.
–Necesito que te calmes Emma– subí la cabeza para poder ver al señor Ralph –es difícil entrar a la cabeza de alguien que no quiere que entren a su cabeza
–Es que no quiero que entres a mi cabeza– dije, haciendo que E y Arlet rieran.
–Piensa en una habitación blanca– rodé los ojos –no hay ventanas– bajé la cabeza, no tengo ganas de imaginar nada –cierra los ojos e imagina que ahora esa habitación es completamente blanca y no tiene fin– caminé por la supuesta habitación blanca, tengo suerte de que mi imaginación es lo bastante amplia como para crear una habitación amplia que incluso tiene eco –sigue escuchando tus pasos al caminar– miré hacia el techo blanco sobre mí –escucha el eco que generan tus zapatos al caminar– seguí caminando y efectivamente los escuché.
–No puede ser– dije mirando a mi alrededor –esto se siente real –miré el sitio – ¿hola? –grité, el eco duró unos segundos, impresionada corrí por el lugar hasta que una voz me detuvo, fue la voz de una niña.
– ¿Dónde está el pequeño duende? –preguntó una voz familiar, viré sobre mis talones, hay una puerta abierta y allí se encuentra mi abuela en su jardín trasero.
–Señor Ralph, creo que está funcionando– dije sin dejar de ver la puerta.
–Entra a la puerta Emma– volví a ver el techo dudosa, pero intente sacar de mi cabeza todos los pensamientos negativos y con una dudosa decisión di varios pasos a la puerta, pero por un momento la puerta se alejó, conmocionada, corrí hacia ella lo más rápido que pude.
Cuando sentí la luz del sol golpear mi cara abrí los ojos, no entiendo porque los había cerrado, seguramente es porque tengo miedo al saber que estoy en una posición desconocida y peligrosa. Caminé por el jardín trasero de la casa de la abuela Mary, el lugar sigue siendo el mismo, salvo por un pequeño árbol de naranja que hace un año se cayó debido a un rayo
–Voy a entrar a la casa– dije acercándome a la gran puerta corrediza de vidrio, pero teniendo un pie dentro de la vivienda una luz blanca incandescente me obligó a cerrar los ojos, fue cálida e incluso causó una fuerte sensación de adormecimiento.
–Cuéntame más– dije mirando a abue Mary, últimamente me ha hablado sobre los exiliados y el libro de las profecías –sabías que todas las hormigas tienen un papel asignado, las reinas se enfocan en poner huevos, los machos en aparearse con las hembras y las demás hembras que no son reinas hacen todas las labores ¡cómo es posible! –Me acerqué a su silla –las hormigas macho son tontas.
–No lo sabía– abue tiene una revista de jardinería en sus manos y ha decido que hoy no me prestara atención hasta que sepa qué hacer con la nueva zona del jardín.
–Dime ¿un exiliado puede levantar cosas con la mente? –Abuela sonrió –dime.
–No muchos pueden, pero hay unos pocos que sí, pero no lo hacen ellos, recuerda– sonreí de la emoción, las historias de los exiliados son mis favoritas, abuela suele darme tareas para que recuerde nombres importantes, pero es muy difícil, solo recuerdo el nombre de un exiliado que fue escritor, comenzaba con J era... "Jonah" "Joniaht" o...–deberías seguir leyendo tu libro de matemáticas.
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Dos Mundos
Fantasy"Todo es mejor cuando los mundos colisionan" Mi nombre es Emma Ramírez Biavardi, siempre me había considerado como una adolescente normal, hasta que tuve ese sueño, aquel que cambio mi vida para siempre. Dicen que todos nacemos con un destino, y en...