Capítulo Treinta y uno

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CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Entre al invernadero intentando controlar mi respiración, hay demasiados gritos afuera, tuve que contener mis emociones o de lo contrario iba a vomitar, aunque es lo que menos me importa en este momento, cubrí mis oídos en un intento de callar los gritos, pero no pude, frustrada me acerque a una de las ventanas, hay demasiadas personas golpeando el domo invisible, la mayoría son hombres.

–Abre el domo necesito verla– dijo un hombre hacia E, este negó –por favor déjame hablar con ella– volvió a negar sin decir nada.

– ¡E! –Dijo el amigo de Arlet entre la multitud– ¿Cómo están? – preguntó asustado, no se si E iba a decir algo, y si así iba a ser no pudo porque Arlet llegó corriendo.

–¡No puede ser! – Grito – Adriano ¿te encuentras bien? –dijo hacia su amigo, él asintió, el domo los divide, por alguna extraña razón pensé en E y en mí, cuando no podíamos vernos.

– ¿Cómo estás?

–Bien, no te preocupes.

–Arlet no vayan a abrir el domo– Arlet puso sus manos sobre el domo –yo estoy bien no te preocupes–Adriano puso su mano sobre el domo –todo va a estar– es evidente que se gustan, lo veo en los ojos de Adriano, como también veo la preocupación filtrada en su rostro –manténganla allí todo lo que se pueda.

– ¿Qué sabes Adriano? – Esta vez habló E.

–No mucho, pero los Renegados y los Robles saben sobre esto, puede que se desate una pelea aquí, así que no piensen que cuando la gente se vaya ella va a estar bien.

–Pero ¿Cómo saben los Renegados sobre ella? –pregunto E, yo solo me limite a tragar saliva, aún oculta tras la pared.

–No lo sé, pero tengan cuidado, no pueden confiar en ninguno de los bandos.

–Espera, ¿sabes dónde está Domino? –Pregunto E, Adriano negó ¿quién es Domino?

–No lo sé hermano, pero si lo veo le diré lo que está pasando– en ese momento Adriano desapareció en medio de la multitud.

Asustada me alejé de la ventana.

–¿Te encuentras bien? –Viré sobre mis talones para ver a Lana –ese domo es imposible de romperse, además aquí estarás a salvo–asentí – ¿puedo hacerte una pregunta?

–Si claro– dije más calmada.

–Yo solo quería saber si entre tú y E existe algo más que una amistad– abrí los ojos de par en par –perdóname– sonrió, Lana de verdad es muy hermosa, cualquier mujer se sentiría intimidada con su belleza–no debería estar haciendo este tipo de preguntas en estas circunstancias.

–No, está bien– mordí mi labio inferior –solo somos amigos– iba a preguntarle pero dudé demasiado, así que decidí no hacerlo.

–Sabes, cuando E tenía ocho años, su mayor sueño era ser un lobo– entrecerré los ojos –ya lo sé suena extraño, pero él me hizo una promesa que no he olvidado hasta ahora– quise saber cuál y no tuve necesidad de preguntar –él me prometió que saldríamos de aquí– la comisura derecha de mis labios se elevó –supongo que siempre supo que iba a salir de aquí, recuerdo que ese día me dio esto– sacó un papel blanco doblado –es un dibujo que encontró en uno de las montañas de cosas perdidas, a veces las personas de tu mundo pierden cosas muy bellas, él y yo escapabamos y nos escabullíamos entre los soldados, para poder llegar a la pila de cosas perdidas, recuerdo que ese día, yo tomé muchas cosas de valor para regalarlas, pero él se quedó con un pedazo de papel, nunca me dijo que había en él hasta el día que me hizo esa promesa– terminó de desdoblar el papel y me lo dio, es un hermoso dibujo de un lobo en el bosque –por eso cambió su nombre a E– miré en la parte inferior derecha, allí hay una letra E en cursiva.

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