Capítulo Veintiséis

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CAPÍTULO VEINTISÉIS

Abrí los ojos asustada, había soñado con Arnaud, soñé que estaba  aquí en el extenso pasillo buscando mi habitación hasta que la encontró, abrió la puerta y comenzaba a apuñalarme despiadadamente mientras yo gritaba y me movía en un intento de detener sus ataques, pero no pude.

Me levanté intentando controlar mi respiración, mirÉ a mi alrededor intentando pensar que quizás no estoy despierta, tal vez esto sigue siendo parte del sueño, viré sobre mis talones en dirección a la puerta, la perilla se movió desenfrenadamente, a lo que respondí negando, seguramente es alguien que me escucho gritar.

–No puede ser– solté de repente sujetando mi cabeza son mis antebrazos, fue un acto inconsciente que me asustó aún más

–Me pregunto cómo se sentirá ser despellejado vivo– detuve mis acelerados movimientos.

<<Está detrás de mí>>

–Despierta– susurré aferrándome a la perilla –despierta por favor– una de sus manos reposo sobre mi hombro izquierdo, abrí la boca sintiendo el sudor de mi rostro caer rápidamente.

–Tal vez sea un dolor inefable– su mano presionó con fuerza mi hombro, la presión fue tanta que me hizo liberar un chillido de dolor, no puedo seguir temiendo, no cuando sé que no puede lastimarme en la realidad, pero mi miedo a lo que sea esto es tan grande que hace que tenga un poder sobre mí, mayor del que pensé.

–Jodete– solté de repente –eres tan cobarde que solo puedes atacarme cuando duermo

<<No creo que sea buena idea>>

Giré rápidamente zafándome de su agarre, sintiendo un fuerte dolor en mi hombro, sonrió cínicamente como si todo esto fuese de lo más emocionante para él.

<<Despierta>>

–Quiero que salgas de mi cabeza ahora– dije acercándome más a él.

–Muy bien, si eso quieres– su voz fue como un sonoro canto rumbo a la muerte, dí un paso adelante con poca decisión y eso lo hizo abalanzarse hacia mí clavando un objeto filoso en mi abdomen –si eso quieres– movió el objeto dentro de mi piel, obligándome a soltar un alarido de dolor –si eso quieres– siguió moviendo el objeto, esta vez con más lentitud. En mi cabeza solo se cruzó el movimiento de las manecillas de reloj –si eso quieres– empujó mi cuerpo hacia él –si eso quieres conejito– murmuró en mi oído, grite de nuevo, pero esta vez con más fuerza.

–Púdrete– logré decir mirando su rostro – ¡púdrete!

Abrí los ojos con desespero, miré a mi alrededor sin dejar de moverme, moví las sábanas asustada, entre sollozos, esta vez se sintió más fuerte, el dolor, su voz en mi cabeza. Salí de la cama agitada, no sé si estoy despierta o esto todavía sigue siendo un sueño, pero para asegurarme abofeteé mi rostro más de una vez desesperada.

–¡Mierda! –dije adolorida, la puerta se abrió, antes de ver a quien sea que esté en la puerta sujeté el jarrón detrás de mí.

–¿Estás bien? – es E –te escuche gritar– se ve adormilado y confundido – ¿qué sucede? – Deje de ver su rostro porque se encuentra sin camisa, sé que no debería verlo – ¿pesadilla? –preguntó, negué agitada, pero luego asentí. Esa cosa con la que sueño es la pesadilla de mi vida, me pregunto si viviré toda mi vida con eso.

–Lo vi de nuevo, pero se sintió tan real fue como si...– la puerta volvió abrirse, allí estaba Nathanael mirándome con mala cara, se acercó a nosotros mirando mi rostro.

–Tienes sangre– fruncí el ceño –qué tienes sangre – señaló su cara.

–Si ya lo sé– miré a E –se sintió muy real, incluso puedo jurar que el dolor físico aún sigue, pero tal vez es mi cabeza haciéndome una mala pasada– E negó sin dejar de ver mi rostro, no se siente muy cómodo que dos hombres se te queden viendo y menos cuando te acabas de levantar

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