XLI

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Estaba en el metro.
Tenía un globo de helio en una mano, era uno redondo y rosado que decia "¡Es una niña!" con confetti impreso al rededor. Además, tenía un peluche de dinosaurio, creo que era un estegosaurio, y por último una bandeja con tres chimichangas.
Estaba sentada, apretando mis labios mientras me aferraba a los regalos.
Si bien Wade me envió a descansar, no pude pegar los ojos en toda la noche. Di vueltas, primero en la cama, luego por la casa. Me obligué a no salir de la casa porque sabía que terminaría en S.H.I.E.L.D. frente a la puerta de la sala donde esta Wade, asegurándome de que todo esté bien.

En cuanto amaneció, me vestí y -tomando un café de Starbucks como desayuno- caminé por las tan transitadas calles de Nueva York en busca de algo que sepa que podría alegrar a Wade, aunque sea un poco, aunque sea una sonrisa de lado. No estaba segura de que pueda llegar a comer las chimichangas, no estaba segura de que siquiera pueda ver lo que compré si ayer estuvo todo el día anestesiado.

Estaba usando lo mismo de ayer, pero sumado a eso una de las camperas que Wade dejó en mi casa. Aún no vivíamos oficialmente juntos otra vez, pero Wade se la pasaba todo el día conmigo y no era sorpresa que algunas de sus prendas terminen en mi hogar.
Tenía puesto su abrigo por un único motivo, me daba tranquilidad. Sentía su aroma plasmado en esa tela, me hacía pensar por por lo menos un segundo que estaba cerca mio y mentiría si dijera que no era feliz por ese segundo.

Bajé del metro y salí a la calle fría, mantenía mi mirada perdida en el camino. Estaba desesperada, estaba asustada, estaba muy asustada, y la desesperación que el silencio sepulcral que me acompañaba no ayudaba en nada, de hecho lo empeoraba. Si bien estaba escuchando música -me mantuve escuchando música todas estas horas- era el silencio de alguien acompañándome que me enfermaba, era el silencio de Wade que me estrujaba el corazón.

Caminaba en silencio por las calles, escuchando Toxic de Britney Spears intentando levantarme el animo. No tenía ganas ni de tararearla, mucho menos de cantarla.
Llegué al edificio de S.H.I.E.L.D. y entré en completo silencio, era raro volver a estar aquí. Ayer no me permití pensarlo, pero se sentía... Extraño.
Llamé al elevador y me metí.

Miré mi rostro en los espejos que me rodeaban mientras marcaba el piso al que debía ir.
Estaba del asco.
Tenía ojeras y se notaba a kilómetros que no había dormido, de todas formas me obligué a sonreír. Debía mantener una sonrisa para Wade, no quería que me vea mal, no me lo iba a permitir.
La campana del elevador anunció mi llegada al piso indicado y manteniendo mi sonrisa me volteé para salir al pasillo.

Caminé hasta la puerta de Wade y golpeé para abrir instantáneamente.

- Buenos di-¡Mierda, carajo!- Me interrumpí a mi misma cerrando con rapidez la puerta.

¿Me había equivocado de habitación? Estaba segura que esta era la habitación de Wade, pero en vez de encontrarme con él, me encontré con un hombre castaño.
Miré el número de la habitación, no me había equivocado.
Con cuidado y vergüenza volví a abrir la puerta lentamente, asomando mi cabeza para ver al hombre recostado en la camilla de Wade.

Era igual a Ryan Reynolds en La Propuesta, quizá un poco más grande, pero era igual a él, a Ryan.
Este hombre me miraba con atención, aunque con un poco de tristeza mientras mantenía su posición recostado en la camilla.

- Sabía que tarde o temprano volverías a tener tu visión de vuelta, bombon.- Habló intentando hacer una broma, pero la decepción opacaba el humor de sus palabras. Su voz era la de Wade.

- ¿Wa-Eres tu?- Balbuceé entrando insegura.

- El de siempre, preciosa.- Habló asintiendo.- El Freddy Krueger de tus sueño-no espera, eso no es bueno.- Frunció su ceño.

Racha De Buena SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora