LIII

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Era un olor que ya conocía, era un olor al que estaba acostumbrada.
Era un olor que se sentía fresco, pero a veces punzante. Un olor que todos conocemos, pero solo pocos sabemos realmente lo que es.
El olor a muerto.
Si bien conozco este olor hace casi dos décadas, y aunque lo sienta todas las semanas, esta vez era distinto.
Esta vez era Wade.

Un abrazo de Banner no alcanzaba para tranquilizar mis gritos.
Había despertado abrazada a su cuerpo sin vida, y sabía que ya no volvería. Mis gritos inundaron el piso, mi llanto me nublaba la vista, y la estática... Oh, la maldita estática...
Mi garganta dolía, mi llanto no paraba y la estática me aturdia, y lo único que sabía que podría calmarme era lo que me había vuelto completamente loca. Wade, Wade estaba muerto.
Bruce me envolvía con sus brazos mientras yo lloraba a cántaros, miraba al cuerpo de Wade en la camilla, estaba estático, estaba quieto, estaba muerto.

Ya no volvería a oír su voz, ya no volvería a llamarme "bombón", ya no podría decir una de sus líneas tan malas, no iba a poder volver a abrazarlo, no íbamos a poder comer juntos, él ya no estaba más aquí.

Al momento de morir, todos nos volvemos lo mismo. No importa cómo hayamos sido en vida, no importa lo que hayamos hecho, al final del camino todos llegamos a lo mismo. Todos terminamos siendo un cuerpo frío, quieto, sin vida y con ese olor tan reconocible.
Ese aroma que tan bien conocía, era el mismo olor que bailaba en la sección de carnes del supermercado, en las carnicerías, y en las calles de mataderos. Era el olor a muerto. Después de todo, ¿Qué es el ser humano sino otro animal en la tierra?
Cuando alguien muere, su cuerpo se vuelve un cadáver, unos cuantos kilos de carne al igual que una vaca, un cordero o un cerdo. Su existencia se transforma, deja de ser "existencia" y se convierte en "recuerdo", eso es lo que más duele.

Lo que más duele de perder a alguien, no es el hecho de que muera, sino que su existencia deja de serlo y esta persona se vuelve un recuerdo ya incapaz de crear algo nuevo, solo siendo "lo que fue", no "lo que es" o "lo que será" eso es lo que duele.
Duele tener que recordarlo cada vez que le informas a alguien de eso, duele oír el llanto de un chico por el otro lado de la línea.

Tener que tomar el teléfono de Wade para poder llamar a Weasel fue horrible. Ver su fondo, esa foto que nos tomamos en la camilla, me destrozó. Tuve que tomar fuerzas de donde no las tengo para poder continuar. Nunca más volvería a verlo sonreír.
Ver sus contactos, y ver que me tenia agendada como "Booty" hizo que algo tan simple como hacer una llamada me tome más de una hora.

Weasel no se tomó bien las noticias, otra vez lloré junto a una persona detrás de la línea. Se ofreció a ayudarme a organizar el funeral, no fue necesario aceptar porque él comenzó todo.

Otra vez usé ese vestido negro, ese vestido que tanto odiaba. Peter y Clint me acompañaron desde mi casa hasta el funeral, Weasel y yo tuvimos que alquilar un lugar para poder hacerlo. Más que nada para proteger la integridad de Hell House. Aún así, había mucha gente, había gente que no conocía y otros tanto que sí. Cada vez que alguien se me acercaba terminaba llorando. No podía hablar, solo lloraba.

Tampoco estaba del todo consciente, habían pasado dos días desde que Wade murió, pero la estática estaba ahí. Probablemente intensificada por mi falta de sueño. He estado en todo momento dentro de casa aferrandome a la nula probabilidad de que Wade no haya muerto y vuelva, que haya sido todo un malentendido, que podamos ser felices por siempre. Pero obviamente no pasó.

Peter se mantuvo a mi lado, intentando fortalecerme, pero yo no estaba presente. Estaba perdida, el tiempo pasaba frente a mi y yo no podía hacer nada.
Los presentes me hablaban y yo solo asentía, cuando me abrazaban yo lloraba. No quería que Weasel me abrace, quería que Wade lo haga.

Fui la última en acercarse al ataúd, no quería aceptarlo, pero ese era él. El hombre con el que tanto reí, el hombre con el que tanto hablé, el hombre que más sonrisas supo sacarme, el hombre con el que me casé... Ahí estaba, muerto, de traje y en un cajón.
Acaricé su mejilla, lo hice en la misma forma que siempre lo hice, pero su piel ya no era la misma. Estaba tenso, estaba frío, Wade estaba muerto.
Otra vez fui yo la que lloraba desconsoladamente en el hombro de Peter, otra vez el chico me tuvo que ver de la peor forma.

Luego de enterrarlo, la segunda parte del funeral comenzó.
Era un evento más bien privado para los clientes y mercenarios recurrentes de Hell House.
Yo me mantuve bebiendo y llorando en la barra, era un dia normal en Hell House, la única diferencia seria el tema de conversación, la muerte de Wade.
Unos pocos se lamentaban junto a mi, otros intentaban levantarme un poco el ánimo en vano, pero un buen grupo lo festejaba.

Ni me gastaba en odiar a los idiotas que festejaban la muerte de Wade frente a mi, sabía que eran un grupo de fracasados que nunca hablaron con él, que tan solo lo veían como competencia en el mercado, que no lo veían como el humano que... Era...

Me mantuve ahí, con el vestido que tanto odiaba, las lágrimas que tanto me ardían y las cervezas que tanto me hacían recordarlo, hasta que Weasel sugirió que vaya a mi casa a -aunque sea- cambiarme.
Ese fue mi peor error. Todo me recordaba a él, viajar en el metro, mi cocina, la sala de estar, el balcón, nuestro cuarto, el baño. Sea donde sea que mire, ahí tendría que estar Wade... Pero no estaba.

Algo interesantemente asqueroso del cuerpo humano es la mugre. Si olvidas ducharte por dos semanas, te sientes áspera, suave y pegajosa a la vez. Tienes calor y frío a la vez, y el aire al rededor tuyo es denso. Sí... Hoy debería bañarme.
Tu pelo pesa, se siente húmedo constantemente, supones que debes apestar, pero si no hueles tu piel, realmente no sientes tu peste.
También, es interesante como funciona el cerebro humano. Aunque haya estado durmiendo en la bañadera, y solo haya salido de ella para poder buscar comida, no me he bañado. Tan solo miro al techo, pienso en Wade, pienso en todo lo que podría ser mi presente si él estuviera aquí.

A mi alrededor había tazones de fideos instantáneos, cajas de pizza y más restos de comida.
Veía la bala que estuvo en mi corazón bailar entre mis dedos, hacia un sonido metálico agudo cada vez que chocaba contra los anillos en mi mano izquierda. Tenía el anillo que Wade me puso, pero también el anillo que yo le puse. Estaba en mi dedo medio, porque era demasiado grande para que esté en mi dedo anular.

Sorbia mis lágrimas mientras veía la bala. Ya no lo soportaba más, necesitaba ver a Wade.
Dejé caer la bala sobre mis piernas y tomé una de mis pistolas, tenía un silenciador. No quería que un vecino llame a la policía.
Cuidadosamente abrí mi boca y metí el cañón del arma.
Inhalé.

Abrí mis ojos.
Podía oír unos latidos.
Sentía ese aroma que tanto amaba y extrañaba, y esas caricias en mi espalda que tan feliz me hacían.
Me aferré a su torso desnudo, sintiendo como los rayos del sol chocaban contra mi rostro y una lagrima caía de mis ojos.

- Te amo, Wade.

Racha De Buena SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora