XVIII

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Continuamos comiendo hasta que nos llenamos, terminé sentada sobre él viendo la televisión. Estábamos viendo Clementine, muy buena, por cierto.
Wade me abrazaba con uno de sus brazos por la espalda, mientras que con el otro acariciaba una de mis piernas.
Yo apoyaba mi cabeza sobre su hombro y mis piernas sobre un posabrazos mientras inhalaba su aroma. Luego de que comimos la pizza le sugerí que se duchara, más que nada por el frío que pasamos. El accedió a cambio de que lo bese, yo le dije que iba a hacerlo en cuanto se duche.
Aún no lo hice.
Olia bien, estaba duchado y parece que este traje estaba limpio. Aún así mantenía ese algo que lo identificaba, ese algo que me hacía decir "Es Wade." No era algo malo, no era algo desagradable en lo más mínimo, era algo que me encantaba.
Estar junto a él me encantaba, no podía creer que he estado una vida entera sin él, no entendia como soporte quince días sin verlo ni hablarle, amaba estar junto a él, quería poder llevarlo conmigo a todas partes.

Con cuidado lleve una de mis manos a su mejilla y besé su mandíbula contraria.

- Te lo debía.- Aclaré cuando él me miró con una sonrisa.

- Sabes que no me refería a ese beso.- Habló acercando sus labios a los míos.

- Nunca lo especificaste.- Respondí antes de besarlo.

Wade sonreia en mis labios besándome, pero antes de que pueda emocionarse lo separé de mi.

- ¿Ya cumplí?- Pregunté sonriendo mientras mis ojos pasaban de los suyos a sus labios.

- No, no aún, preciosa.- Replicó negando Wade.

Él me volvió a besar, esta vez con un poco de desesperación mientras yo envolvia su cuello con mis brazos.
Sentía como su lengua acariciaba mi cuello, dejando algunos besos a su paso. Sus manos masajeaban todo lo que podían de mis piernas y glúteos, pero de a poco fueron subiendo.
Lo ignoré, me esforcé en ignorarlo, hasta que sentí sus manos entrando a mi piel por debajo de la sudadera.
Con rapidez me separé de él y agarré sus manos bajandolas, alejandolas de aquella marca que me recuerda cada día los horrores que vi.

Él me miró en silencio, entendiendo que había algo prohibido debajo de esa sudadera, algo que ni yo quería ver.

- Está... Esta bien...- Balbuceó mirándome.

¿Debería confiar en él? ¿Debería enseñarle lo peor de mi?
Sentia que mostrarle esa cicatriz era algo de lo que no volvería jamás, algo sin vuelta atrás.

- Él está cubierto de cicatrices, estoy segura de ello.- Suspiró la voz.- Él probablemente nos entienda mejor que nadie más.- Agregó refiriéndose a nuestro secretismo con tal marca.

Tragando saliva tomé una de sus muñecas entre mis dos manos y cuidadosamente desabroché su guante. Él mantenía su mirada sobre mi rostro, expectante de lo que haría, mientras yo no quería apartar mi vista de sus manos. Me acomodé sobre él, dejándolo entre mis piernas.
Quité su guante, revelando su mano con cicatrices. Sus uñas estaban mordidas y su piel estaba tibia. Entrelacé nuestros dedos y lo miré nuevamente.
Solté su mano por un momento, esta vez la tomé por el dorso, y lentamente guié su mano por debajo de la sudadera.
Esta vez no evité que se levante la prenda, aunque no lo hizo, y esta vez llevé su mano sobre mi cicatriz. Nuestras miradas no se desconectaron una de la otra mientras él sentía la suave textura de mi cicatriz y yo su cálido tacto en mi estómago.
En cuanto llegamos al borde de mi cicatriz solté su mano, él la mantuvo ahí. Comenzó a acariciarla por unos segundos.
Al sentir que retiró su mano apreté mis labios con un poco de nervios.

Rápidamente se quitó el guante que tenía y agarró la sudadera blanca que me separaba de él. Wade la levantó, y yo nerviosa levanté mis brazos para que pueda quitármela, revelando ante sus ojos la cicatriz en mi tórax.

Racha De Buena SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora