12. Una gran pérdida

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Terminaron las vacaciones de invierno y comenzado las clases en la universidad. Aquel primer día de clases parecía tan normal como cualquier otro, hasta que me topé con Ariana. Normalmente, ella me recibía con una cálida sonrisa, pero en esta ocasión su rostro se volvió muy serio. Decidí hablarle y saber qué le pasaba.

—Hola, Ariana —dije— ¿Todo bien?

—¿Por qué no has contestado mis mensajes? —preguntó ella.

—Discúlpame —respondí—. He estado muy ocupado.

—Últimamente, estás muy ocupado —señaló Ariana.

—Lo sé —dije—. Te pido disculpas.

—¿Acaso crees que me basta con tus disculpas? —preguntó ella, molesta.

—¿Qué es lo que te sucede? —pregunté.

Ella no respondió. Un tenso silencio comenzó a formarse entre los dos.

—Ariana —insistí—, ¿qué te sucede?

Ella se cruzó de brazos y me pareció que pensaba en algo. Entonces preguntó:

—¿Qué soy yo para ti?

Su pregunta me tomó por sorpresa. ¿Qué era ella para mí? ¿Mi amiga? ¿Mi compañera de clases? ¿Alguien con quien disfrutaba pasar el rato? Como yo no respondía, ella dijo:

—¡Maldita sea, Alan! ¿Tan poco valgo para ti, que ni siquiera puedes responderme?

—¡Claro que no! —repuse—. Siempre te he apreciado como amiga...

—¿Eso es todo? —interrumpió—. ¿Eso soy para ti: solo una amiga?

—¿Y tú? —pregunté—. ¿Qué soy yo para ti?

Me miró por largo rato con mirada triste. Después ella preguntó:

—¿Aún lo ignoras?

De pronto todo fue más claro.

«¡Rayos!», pensé. «Si las señales eran tan obvias. ¿Por qué tardé tanto tiempo en darme cuenta?».

—¿Cómo se llama ella? —preguntó Ariana, sacándome de mis pensamientos.

—¿De quién hablas? —pregunté.

Ariana bajó los brazos y un gesto de molestia pobló su rostro.

—Hablo de la rubia con la que te andabas paseando en el centro comercial.

«Anâaj», pensé.

Ariana me había visto con ella, el día que le compré a Kiyo.

—No recuerdo haberla visto antes —señaló ella—. No es ninguna de tus compañeras de clases, ni mucho menos tu familiar. —Ariana se acercó a mí, y volvió a preguntar—: ¿Quién es ella?

Tomé aire lentamente, y después dije:

—Mejor será que hablemos de ella en otro lado.


Tenía meses sin visitar el Café del centro comercial. Ariana y yo nos sentamos en una de las mesas disponibles y yo pedí dos tazas del mismo café que ella me invitó, tiempo atrás.

—Alguien ya descubrió la «receta secreta» —confesó Ariana, aunque sin prestarme demasiada atención—. Uno de los ingredientes era whisky.

—Bien por esa persona —dije.

—Sí —secundó Ariana—. Bien por esa persona.

Comenzaba a reinar un tenso silencio entre los dos, así que me decidí a hablar:

Gionme RhurojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora