Era cierto: Anâaj normalmente me visitaba para comer o dormir, aunque yo disfrutaba de esos pequeños y mágicos momentos que ella compartía conmigo. No eran muchos, lo sabía, pero no los cambiaría por nada en el mundo... o en el Universo.
Como ella seguía dormida, me dispuse a preparar un muy buen desayuno. Cuando entré a la cocina descubrí que Anâaj la visitó por la madrugada, aunque el frutero fue el único afectado, así que era seguro que ella despertaría con hambre.
Limpié el poco desorden que ella dejó y me dispuse a cocinar, pensando que ella probablemente seguiría dormida por otro rato. Sin embargo, fallé en mis cálculos: a los diez minutos de comenzar a cocinar, Anâaj entró a la cocina. Ella fue a sentarse en el mismo banco de la barra, como siempre.
—Buenos días —dije.
—Buenos... —ella dio un largo bostezo, y ya no pudo terminar la oración.
Yo me eché a reír, y ella me secundó.
Me alegraba verla feliz de nuevo. Estuve muy preocupado por ella, días atrás, pero ahora ambos reíamos, como si nada hubiera pasado. Así eran los días con Anâaj: extraños, misteriosos y, en ciertos casos, incomprensibles.
—Gracias —dijo ella.
—¿De qué me agradeces? —pregunté.
—Por ayudarme —respondió—. No sé qué habría hecho sin tu ayuda.
—Me alegra saber que estás mejor —confesé.
Ella me regaló una sonrisa tierna, de esas que solo ella podía dar.
—Te va a encantar el desayuno —dije—. Solo que tendrás que esperar un poco más de lo común. Pero, ya verás que vale la pena la espera.
Me giré y continué con la preparación del desayuno.
—No hay problema —respondió ella—. No tengo prisa en irme.
—Últimamente, tus visitas se extienden por semanas —confesé, casi sin pensarlo—. Eso me agrada.
—Sobre eso... —titubeó ella—. Ehm... Yo...
Giré la cabeza y descubrí que ella jugaba con una servilleta que yo había dejado sobre la barra.
—Tal vez me quede aquí por más tiempo —dijo ella, al fin.
—Quédate el tiempo que desees —dije, para después continuar con la preparación del desayuno—, aunque me gustaría que me avisaras con anticipación cuándo deberás irte de nuevo. Así no me tomará tan de sorpresa tu despedida.
—Es que ya no tengo fecha para irme —dijo ella.
—¿A qué te refieres? —pregunté, sin dejar de preparar el desayuno.
—Que me voy a quedar aquí por tiempo indefinido —aclaró ella.
—¿Por tiempo indefinido? —exclamé, mientras me giraba hacia ella.
—Si no quieres —dijo ella—, yo puedo buscar...
—¡No, no, no! —interrumpí—: Claro que puedes quedarte. No me molestaría que te quedaras aquí por el resto de tu vida.
Por un momento creí que solo lo había pensado, pero realmente se lo había dicho. Aquello le dio mucha gracia a Anâaj porque comenzó a reír con soltura.
—Bien —dijo ella con una sonrisa en sus labios—. Entonces aquí me quedaré por el resto de mi vida.
Anâaj disfrutó del desayuno que le preparé y yo de su compañía. Después del desayuno ambos pasamos a la sala, ella a jugar con Kiyo y yo simplemente a verla divertirse.
ESTÁS LEYENDO
Gionme Rhuroj
Science FictionAlan es un joven universitario que, por diversas razones, ha tenido problemas en el amor. Sin embargo, una noche conoce a una joven misteriosa que, por coincidencias o el destino, termina volviéndose muy unida a él, y más cuando descubren que no es...