17. Fardi y Theren

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Antes de que ella me lo pidiera, preparé chocolate caliente. Por alguna extraña razón pensaba que esa noche iba a ser bastante larga, así que una buena taza de chocolate me ayudaría a afrontarla.

Anâaj estaba en la sala jugando con Kiyo. Fui a acompañarlos, llevándome conmigo dos tazas. A ella pareció agradarle la idea, aunque a Kiyo no le agradó volver a su corral. Me senté en mi sofá por excelencia y le di un sorbo a mi taza.

—¿Cómo te fue con Ariana? —preguntó ella.

—Creo que bien —respondí—. Ella... se va de la ciudad.

Aquello pareció sorprender a Anâaj.

—Pero, todo quedó bien entre ustedes, ¿verdad? —preguntó ella.

—Creo que sí —respondí.

Anâaj me observó por un instante, y después asintió con la cabeza. Ella se puso de pie y se sentó a mi lado. Estudió mi rostro por un momento, y después preguntó:

—¿Crees en la reencarnación?

Aquella pregunta me tomó desprevenido. Yo jamás, jamás, me había preguntado tal cosa.

—No lo sé —respondí—. Es un tema demasiado alejado de los que me interesan.

Anâaj me sonrió, y dijo:

—Alan, por favor escucha lo que tengo que decirte.

Comencé a sentirme incómodo. Al parecer, había llegado el momento que temía.

—Te voy a contar un cuento —dijo Anâaj con una sonrisa.

«¿Cómo?», exclamé para mis adentros.

Por un momento creí que me hablaría de un tema del que ni ella ni yo queríamos hablar, pero al parecer me equivoqué. Sinceramente, eso me tranquilizó.

—Bien —dije—: te escucho.

Entonces Anâaj comenzó a relatar:

—Hace mucho tiempo, existía una civilización que habitaba un planeta muy hermoso, a unos quinientos veinticinco años luz de la Tierra. Los habitantes llamaban Zheón a su planeta, que en su idioma significaba «Roca».

»La vida en Zheón era muy pacífica. Nunca existieron guerras y nunca hubo conflictos entre los habitantes de Zheón. Sin embargo, existía algo que parecía injusto: las mujeres les daban regalos a los hombres todos los días de fiesta, pero los hombres a las mujeres no.

»El día más esperado por todos los habitantes de Zheón era el día de la cosecha, en el que se realizaba una gran fiesta global para dar gracias por el alimento que les daba la naturaleza. Los más emocionados eran los jóvenes adultos, quienes aprovechaban la festividad para comprometerse en matrimonio.

Anâaj dio un sorbo a la taza y continuó:

—Fardi, un guapo habitante de una pequeña y bella comunidad, esperaba junto a la orilla de un arroyo a Theren, la mujer que él anhelaba fuera su esposa. Ambos pasaron casi todo el ciclo solar reuniéndose como amigos, pero ese día, el día de la cosecha, ambos esperaban comprometerse.

»Pero había un problema: Theren había conseguido un hermoso regalo para Fardi, pero lo había perdido. Ella se sintió muy triste porque sabía que Fardi la iba a rechazar, si no recibía un regalo adecuado para la ocasión.

»Muy triste, ella caminó y caminó, hasta que se encontró con Fardi en la orilla del arroyo. Él se puso muy feliz al verla, pero ella estaba muy triste porque creía que esa noche perdería a la persona que tanto amaba.

Gionme RhurojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora