20. La recomendación de Ariana

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Mientras más se conocían Anâaj y mis padres, más me intrigaba que no preguntaran por Ariana. Al principio fue un alivio, pues no quería dar explicaciones, pero después me pareció demasiado extraño. Así fue que en el tercer día de vacaciones, después de la comida, me acerqué a mi padre, y le dije:

—Padre, ¿puedo hablar contigo en privado?

Él me observó con mirada risueña, y respondió:

—Claro. Vayamos a mi despacho.

Salimos de la sala y atravesamos el pasillo hasta que llegamos a una pequeña habitación a la que mi padre cariñosamente la denominaba «despacho». Él se sentó en su cómodo asiento y, antes de que yo hiciera lo mismo, dijo:

—Quieres preguntarme sobre Ariana, ¿verdad?

«¿Cómo lo supo?», pensé.

—Sí —respondí—. Ustedes se hicieron muy amigos de ella. Me pareció ilógico que no me hicieran ninguna pregunta al respecto.

—Es que no necesitamos preguntarte sobre ella —señaló él—: nosotros lo sabemos todo.

Como no supe qué decir, me limité a asentir con la cabeza. Mi padre aguardó en silencio, como si esperara que yo le preguntara algo. Como no dije nada, preguntó:

—¿Quieres saber cómo lo supimos?

—Claro —respondí.

—Entonces siéntate —aconsejó él.

Tomé asiento y aguardé en silencio. Él se acomodó en su asiento y comenzó a jugar con su abrecartas. Como pasaban los segundos y él seguía sin decir palabra alguna, comencé a impacientarme.

—¿Y bien? —dije.

Mi padre esbozó una leve sonrisa, y dijo:

—Lo siento. Ni siquiera sé cómo explicarlo. Ariana vino a visitarnos y nos dijo que se iba al extranjero.

—¿Al extranjero? —exclamé—. A mí solo me dijo que se iba de la ciudad.

Mi padre se encogió de hombros, y dijo:

—Al parecer no quería crearse demasiados problemas. Así tú no preguntarías demasiado —se volvió a encoger de hombros, y después continuó—: Pero eso ya no importa. Lo que realmente importa es que ella nos recomendó que nunca te causáramos problemas a ti ni a Hannah. En especial a Hannah.

—¿Por qué...? —comencé a preguntar.

—¿Nos recomendó eso? —completó mi padre la pregunta.

Yo asentí con la cabeza.

—No lo sé —respondió mi padre—, porque no nos lo dijo. Pero, Ariana jamás nos diría algo con malas intenciones.

Asentí en silencio.

—A tu hermana nos costó hacerla entrar en razón —confesó él—, pero no fue imposible. Además, ella parece haberse vuelto muy amiga de Hannah; tal vez más que con Ariana.

—En eso tienes razón —señalé.

Mi padre asintió con la cabeza, y dijo:

—Y esa es la historia simplificada. La charla que tuvimos con ella fue mucho más larga, pero lo más importante ya lo sabes. Espero haber respondido tu pregunta.

—Sí —contesté—. Con eso ya resolviste mi duda.

—Me alegra saberlo —dijo mi padre. Luego se inclinó hacia mí, y dijo—: Así que Hannah y tú viven juntos, ¿verdad?

—¿Cómo? —exclamé. ¿Quién le dijo que Anâaj y yo vivíamos juntos? ¿Habría sido Ariana?

Mi padre se echó a reír.

—Tranquilo —aconsejó él—, no hay nada de malo en eso. —A continuación su rostro se volvió más serio, y agregó—: Sin embargo, espero que te comportes como adulto. No debes andar con juegos en una relación seria, de ningún tipo.

—Lo sé —respondí—. No te preocupes: sé bien lo que debo y no debo hacer.

—Muy bien —asintió él—. Si ya no hay nada más que aclarar, vayamos a acompañar a las mujeres a la sala.

Asentí en silencio. Ambos nos pusimos de pie y nos dirigimos hacia la sala.


Me di cuenta de que todos me observaban en silencio.

—¿Alan? —dijo mi madre.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

Mi hermana rio en silencio. Mi madre meneó la cabeza, y dijo:

—Te pregunté si Hannah es buena conversadora.

Miré a Anâaj: ella sonreía pícaramente.

—Claro —respondí—. A veces pasamos horas charlando.

La sonrisa de Anâaj se volvió más cálida y tierna. Entonces la charla se orientó nuevamente hacia Anâaj, y después hacia Kiyo. Para mi alivio, no volvieron a preguntarme nada.

Anâaj acaparaba toda la atención. Ella parecía disfrutar ser escuchada, aunque casi todo lo que decía era mentira —no iba a decir que ella era alienígena, obviamente—.

Yo me sentía cómodo por ser un simple espectador; además de que comenzaba a conocer a una Anâaj diferente, una que se salió de su burbuja de seguridad y se atrevió a interactuar con el mundo que la rodeaba. Meses atrás no logré que me dijera qué hacía en la habitación en donde yo estaba hospitalizado; ahora no existía fuerza en el universo que la lograra callar.

Pasaron las horas. Llegó la noche y todos decidimos que era hora de dormir. Yo volví a acompañar a Anâaj a mi antigua habitación. Ella estaba muy sonriente, pero apenas tuvimos un poco de privacidad, su rostro se volvió serio.

—Anâaj —dije—, ¿te pasa algo?

Me miró a los ojos y sonrió.

—Estoy bien —respondió ella. Se sentó sobre la cama, se acomodó un mechón de cabellos dorados por detrás de la oreja izquierda, y continuó—: Es solo que no me agrada la idea de mentirle a tu familia, pero creo que no tengo alternativa. La verdad sobre mi origen es algo que solo tú, Ariana y yo sabremos.

Asentí en silencio.

—Pensé que habría cierto conflicto con ellos —observó Anâaj—, pero no. Al contrario, parecen estar más que contentos por mi presencia.

—Les has agradado —señalé—. Normalmente, mis padres no son así. Eso significa que sus expectativas sobre ti quedaron cubiertas.

—Son buenas personas, Alan. Cuídalos mucho, y no te alejes demasiado de ellos.

Asentí con la cabeza, y añadí:

—Trataré de visitarlos más seguido.

Anâaj sonrió, y entonces dijo:

—Ya es hora de que te vayas. —Su sonrisa se ensanchó, y agregó—: Buenas noches.

—¿Eso es todo? —exclamé—. ¿Ni siquiera me vas a dar un beso de buenas noches? ¿Acaso no somos esposos?

—Te iba a dar uno —respondió Anâaj con voz pícara—, pero creo que mejor no.

Me crucé de brazos, aparentando indignación. Ella también se cruzó de brazos y guardó silencio.

—Está bien —dije después de un rato, dándome por vencido—. Buenas noches.

Me di la vuelta e intenté caminar hacia la puerta, pero antes de dar el primer paso Anâaj me abrazó por la espalda y me besó la mejilla izquierda.

—Te amo, Alan —susurró ella.

Me giré y la rodeé con mis brazos. Ella apoyó su mentón sobre mi hombro derecho y me abrazó con fuerza. Pasaron muchos minutos antes de que nos separáramos.

Gionme RhurojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora