2. La terraza del viejo edificio

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Abraham me observaba con cierta expresión de burla en su rostro.

—Te ves terrible —señaló él—. ¿En serio no dormiste?

—Ni siquiera un poco —respondí.

Él rio entre dientes, y preguntó:

—¿En serio?

Asentí con la cabeza, para después poner mis brazos sobre la mesa de la cafetería y apoyar mi cabeza sobre estos.

—¿Me puedes repetir la razón por la que no dormiste? —dijo Abraham. Su tono de voz me pareció estar lleno de malicia.

Por un momento pensé en no responder, aunque sabía que él no iba a parar de hacerme la misma pregunta, una y otra vez, hasta que me dignara a responderla. Tomé aire, y contesté:

—Por una joven que vi anoche en la biblioteca.

Abraham dejó escapar una sonora carcajada, pero luego trató de comportarse lo más serio posible.

—Y... ¿quién era ella? —preguntó.

—No lo sé —respondí—, y eso me tiene muy pensativo.

—Tal vez ella no estudia en esta universidad —sugirió él—. Muchos estudiantes de otras universidades vienen hasta aquí para buscar libros que en sus bibliotecas no tienen.

—Tal vez deberías callarte —dije, bastante molesto.

—Vaya que te afectan mucho las desveladas —señaló Abraham—. Pero, respóndeme algo, Alan...

«Aquí va de nuevo», pensé.

—¿Cómo es posible que una mujer te haya quitado el sueño a ti, el más indiferente de los hombres?

—No lo sé —respondí.

—¿No te parece eso extraño? —insistió él.

Decidí no contestar; Abraham tenía razón. Sea como fuere, estaba seguro de que no volvería a verla de nuevo.

—Pues bien —exclamó él—, debo irme a clases. —Abraham se levantó de su asiento, tomó su mochila y se la echó al hombro. Entonces añadió—: Si no te sientes con ánimos, mejor será que te vayas a descansar a tu casa. Otro día terminaremos el trabajo.

—Lo pensaré —respondí.

—Bien —dijo él—. Hasta luego.

Abraham se dio media vuelta y se echó a andar. Yo simplemente me quedé ahí, en la mesa de la cafetería, sin ánimos de nada y con mucho sueño. Me sentía demasiado frustrado y cansado, y lo último que deseaba en ese momento era tratar de poner atención en clases.

Rato después decidí que era una buena idea irme a casa a descansar, tal y como Abraham me recomendó. Tomé mi mochila y me puse en marcha. Sin embargo, cuando pasé junto a uno de los edificios más antiguos de la universidad, una extraña curiosidad me obligó a entrar en él.

Ese edificio era utilizado para las materias del departamento de Biología. Los directivos de la universidad llevaban años tratando de clausurarlo y derrumbarlo, para construir uno más acorde a los estándares de seguridad. Sin embargo, parecía que lo iban a dejar de pie por siempre, como patrimonio de la humanidad.

Poco a poco comencé a recordar las extrañas y tétricas historias que contaban de ese lugar, desde experimentos humanos clandestinos hasta increíbles criaturas mutantes superinteligentes.

Recordé la extraña historia que uno de los jóvenes genios del área de Computación me compartió, de un antiguo estudiante de Química que se encontró con un ser misterioso en el sótano de ese edificio; nadie lo volvió a ver. Yo dudaba que alguien supiera con certeza qué fue lo que ese estudiante encontró en el sótano, suponiendo que nadie lo había vuelto a ver para escuchar su terrorífico relato.

Gionme RhurojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora