12. Agua Bendita- Parte 2 (+18)

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Después de salir de la tienda de vestidos, Bastian y yo fuimos a hacer las compras de comestible al súper, claro, después de que él pasara al baño a solucionar su "problema".

Yo nunca había experimentado algo así, algo tan vivo, tan intenso, que no me quite las ganas sino que me deje con más, que me corrompa al punto de desearlo todo el tiempo. Cuando lo ví con los anteojos en la clínica me prendí, pero al principio fue en forma de juego, luego tuve que escapar cuando él tomó el control y yo sabía que eso se había salido de mis manos.

Y hace rato en el vestidor me hizo saber que no puedo pasarme de lista tan fácilmente, me dio a conocer todo el poder que tiene sobre mí sin siquiera tener que esforzarse en pedirlo, yo no hubiese tenido problema con que me hiciera suya en ese lugar, pero a él si parece importarle. De todas maneras la forma en la que me hizo venir dos veces seguidas fue simplemente exquisita.

No me imagino perdiendo la virginidad en un lugar público, y al parecer él sabe que no sería lo correcto, aunque no es que sea muy correcto que yo lo ande provocando en todas partes para ver hasta donde se contiene.

Se puede molestar por estar jugando tanto, como él dijo. Después de que me hiciera venir 2 veces seguidas no pude evitar lanzarme sobre él para besarlo, maldito deseo que me andaba derritiendo como si estuviese en el mismísimo infierno.

Ahora mismo voy tomada de su mano mientras recorremos los pasillos del súper, comprando comida ya que mi despensa está vacía.

—¿Prefieres la leche normal o la de almendras?— me pregunta haciendo que salga de mis pensamientos.

—La de almendras— digo simplemente.

—Yo creí que la mía — dice con sonrisa pícara en el rostro. Yo me sonrojo y solo atino a darle un golpecito en el pecho. Él se suelta a reír a carcajadas— Tranquila, preciosa, es una broma.

—Lindas tus bromitas — suelto en tono indignado.

—Oye, eso es mejor a que te dejen con las ganas— dice despacio muy cerca de mi oído.

—Tú fuiste quien entró al vestidor, nisiquiera pude medirme el vestido.

—Tú eras la que ya me estaba esperando, tenias todo planeado.

—No tenía planeado nada de eso, solo sentí que venías detrás de mí.

—Con esa falda ¿como no voy a querer follarte?

—¿Tienes que hablar tan sinceramente?

—Cuando de verdad quieras que follemos, yo ya no voy a poder, vas a matar mi masculinidad.

—Por lo menos ganaré a una amiga.— Los dos comenzamos a reírnos a carcajadas y él me atrae hacia sí para darme un besito en los labios, luego me levanta y sin más, me deja sentada en el carrito de compras.— Que buen servicio.

La Clínica del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora