30. Clínica

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Bastian
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Aliza mueve su mano de arriba a abajo junto a su boca. Yo mantengo mi mano tras su cabeza y me paso la lengua por los labios cuando siento que succiona cada vez más.

—Preciosa...

No me responde, porque mi pene le llena toda la boca y eso solo me prende más, y verla entre mis piernas no ayuda mucho.

Ella va completamente desnuda, sus curvas se acentúan mucho por la posición en la que está.

Le aparto el cabello corto de la cara, porque se mete en mi campo de visión que no quiere perderse una sola de sus expresiones faciales.

Esta vez, a diferencia de la última vez que lo hizo, no le fallo la boca, sino que dejo que ella me coma como se le antoje. Y lo hace muy bien.

Siento el éxtasis llegar y me contraigo, todo mi cuerpo se tensa y el sudor me corre la espalda.

—Preciosa, me voy a correr.

Se lo saca de la boca, pero su mano no deja de moverse y yo ta no contengo el chorro blanco que sale disparado y le baña la cara.

No puedo describir lo exitante de la escena, pero juraría que podría venirme dos veces seguidas de solo ver sus ojos llorosos y cuerpo tembloroso.

Se pasa la mano por la cara, apartándose el semen, para que no le entre a los ojos.

—¿Cómo es que cada vez lo haces mejor?

Le hago la pregunta mientras se pone de pie, se agarra de mi mano y se deja caer sobre mí, haciendo que me acueste en la cama, con ella encima.

Suelta un suspiro y lo que parece ser una risita.

—Tienes que darme alcohol más seguido, así me atrevo a hacer cosas como ésta.—dice al final, y parece que se acomoda para dormir.

—No necesitas alcohol para hacer cosas como ésta. Ten confianza de agarrarme como muñeco de pruebas.

Se ríe y enreda sus piernas con las mías, jala la manta y nos tapa a ambos.

—¿Tienes sueño?—le pregunto sobando su cabeza.

—Todo me da vueltas.

—Debe ser el alcohol, eso y que vomitaste.

—Lo sé, siento un hueco en el estómago.

—¿Quieres comer? Sabes que no se me da taaan bien la cocina, pero podría hacerte algo.

—No creo que sea hambre, es la sensación de malestar, como hambre, pero no hambre. Como nauceas, pero no nauceas.

—Como berrinche, pero no berrinche.

—Cállate, déjame estar descompuesta del estomago y ya.

—Sabes que puedes tomar medicina.

—Bastian, intento dormir.

Mete de lleno su cabeza en mi pecho, haciendo que su voz salga amortiguada.

—Déjame descansar, yo sé que tú también lo necesitas.—Sé alza de golpe, con cara de susto.—Espera... ¿Quieres hablar?

La Clínica del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora