26. Pasado presente

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>Bastian<
(Una hora después de la pelea)

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"—Bastian, ya. Suficiente. Estoy bien. ¿No será que el problema eres tú?—"

Esas palabras se siguen repitiendo en un bucle en mi cabeza.

¿De verdad está volviendo a pasar?

Tal vez nada a cambiado, debe ser que en verdad yo sigo siendo el problema.

No me dolería si me lo hubiera dicho mi papá, o Emely. Pero cuando de los labios de Aliza salieron esas palabras... Esas palabras.

Supe que quizá tenía razón. No debí atosigarla de esa manera, la presioné, casi la obligué a que me dijera cómo se sentía, ella nunca hizo eso conmigo.

—... este pol aquí y este pol... ¡Papi!

La voz de Samantha me saca de mis pensamientos y volteo rápidamente a ella, que me explica como ponerle un vestido a su muñeca.

—Dime, mi niña.

—¿Qué te estaba diciendo?—se pone las manos en la cintura y me mira con un puchero.

—Que...—No encuentro que decir—Mejor juguemos a que se me olvidó y me lo vuelves a explicar.

—Mi Hada Madlina sí eshcucha.

Golpe bajo por parte de mi hija.

Me remuevo en mi asiento y aprieto los labios cuando evoco todo lo de hace unas horas. La recuerdo a ella con Samantha, sonriendo. Y luego recuerdo lo apagada de éstos días y...

"—¿No será que el problema eres tú?—"

Trago grueso y le sonrío a mi hija, que sigue con esa expresión de que quiere meterme una de sus cucharas de juguete por la nariz.

—Ella ha estado un poco cansada éstos días, mi niña. Cuando se mejore vendrá a verte.

—Yo quelía vela hoy.

—Yo sé, pero te prometo que la próxima vez la traeré, hoy estaba cansada.

—A mí siemple me sonlíe.

—Lo sé, es porque tú le sacas una sonrisa a cualquiera.

Logro sacarle una a ella y asiente, pero no parece muy convencida. Se acerca a mí y le doy un beso en la cabeza. Regresa a jugar con sus muñecas y me explica el nombre de cada una, diciendo que tengo que memorizarlos.

El cuarto de Samantha me da dolor de cabeza. Es de color rosa y está lleno de juguetes de toda clase. Pero por un momento, quiero creer que estoy aquí y no pensar en nada más.

Pero no puedo, porque es el azul el que llena mi cabeza a todas horas.

Llega la noche y con ella la hora de irme, honestamente no quisiera hacerlo, pero me siento agotado y no es físicamente.

Emely no me dice mucho, aunque ya hayamos hablado sobre el pasado, las cosas no van a cambiar de un día para otro, y el que yo no me sienta bien tampoco ayuda a que haya tanta comunicación que digamos.

Samantha se despide y con la mirada me amenaza para que a la próxima su Hada Madlina me acompañe.

Yo también quiero eso, Samantha.

Las luces de los autos brillan como las estrellas en el cielo. Pero no brillan tanto como sus ojos.

Casi me manejo en piloto automático y eso me molesta, el que hace unos días sintiera que todo estaba bien y que luego todo se desmoronara se siente como una patada directa a los testículos.

La Clínica del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora