24. Fresas con crema

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Bastian deja el teléfono sobre la mesita de noche después de colgar.

—Dime la verdad—Lo beso y me siento sobre su torso—¿Esto de traerme a un hotel es un fetiche tuyo, verdad?

—Tengo muchos fetiches cuando se trata de tí.

—¿Ah, si?

—Que me controle es otra cosa.

—¿Controlarte? ¿Porqué habrías de controlarte?

—No quiero espantarte.

—¿Tú a mí?

—Creerás que soy un ninfómano.

—Le dices eso a la mujer a la que le acabas de hacer el amor muchas veces? Aún me duele la garganta ¿sabes? Y me tiemblan las piernas. Así que no te preocupes por eso, que yo siempre soy una ninfómana por todo lo que quiero que hagamos cuando hacemos el amor.

Bajo por su barbilla besando cada lugar, beso su pecho y me froto ahí, solo llevo mis bragas y su camisa, mientras que Bastian solo lleva bóxer.

Paso las manos lentamente por su definido abdomen. Él no sólo corría antes, sino que también hacia ejercicio, por lo que su cuerpo sigue bien trabajado y duro.

He notado que ha cambiado su forma de alimentarse, cuando recién iniciamos a salir comía cosas muy ligeras y saludables, pero ahora come cualquier cosa con que yo cocine, o pide cualquier cosa cuando salimos a comer.

Y creo que él ya es así, porque yo lo veo más bueno que antes. Las palmas de mis manos se deslizan y lo graban todo en el tacto, él me deja hacer lo que yo quiera y eso es algo que siempre me ha encantado, que me deje manejarme sola cuando estoy con él.

Sus manos me sujetan la cintura suavemente y el simple tacto ahí me genera ganas de acostarme en su pecho y permanecer ahí horas y horas.

—¿Eres tan confiado?

—A tí te confío hasta mi alma.

Se me sube el calor a las mejillas y observo sus facciones relajadas.

Estamos muy cansados. Muy. Muy cansados.

Y no me arrepiento de nada.

Su contacto piel a piel conmigo se siente muy bien, es como si estuviera en mi propia dimensión.

Mis besos van bajando poco a poco por su pecho, llego a su abdomen y beso por el ombligo, llego a su cadera y lo beso ahí. Encima del elástico del bóxer.

Alzo la vista y mordisqueo la orilla de su prenda, su mirada oscurecida me recibe y se lame los labios.

No lo estoy intentando provocar, solo quiero guardar cada parte de su cuerpo en mi memoria, por eso lo toco y lo beso por todos lados, para sentir que sigue aquí conmigo.

Yo vuelvo a trepar por su cuerpo y lo beso, me vuelvo a recostar en su pecho y echo un suspiro largo. Mis piernas se envuelven en su cintura cual koala y me froto un poco mientras me acomodo.

—Pancho está muerto, así que ni lo pienses.

—¡Hey! Yo pienso en muchas otras cosas aparte de hacer el amor.

—En mí, claro está.

—Creo que tiene el ego muy alto, Doctor Steward.

—Bueno, es que te tengo subida arriba de mí, tengo muchísimo motivos para tener el ego alto.

—Es cierto, tienes a una princesa azul encima, aprovecha, papasito.

—Pero miren a la que habla de egos altos con el de ella hasta las nubes.

La Clínica del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora