37. Euforia

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Bastian
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Abro la aplicación de rastreo que me muestra la ubicación del celular de Aliza.

No me importa lo liso que esté la carretera, ni lo fuerte que está el frío, ni el hecho de que tenga un semáforo en rojo justo enfrente.

Acelero mi auto con el corazón latiéndome en la cabeza y en la boca. Me tiembla todo el cuerpo y me abarca un miedo y una incertidumbre inmensos.

Tiene que estar bien. No pasó nada.

Ellas están bien.

Aliza está bien.

No sé cuantos autos esquivo en el camino. Mis nudillos están blancos por la fuerza con la que agarro el volante y siento mi mandíbula a punto de partirse.

El miedo se intensifica cuando voy llegando al lugar y veo el tráfico parado. Dejo el auto estacionado en una orilla y bajo sin importarme nada. Corro hacia el lugar y puedo ver dos ambulancias y dos patrullas.

Además de varias personas que se han acercado.

De pronto distingo a Steven entre la multitud, parece tan desesperado como yo y en un instante me doy cuenta del porqué.

Hay dos autos que acaban de chocar.

Pero ninguno de esos es el de Alara. El de ella está contra un semáforo, pero parece no tener nada muy grave.

Aún así, siento un bajón de presión demasiado fuerte cuando me doy cuenta de que Alara está en una de las ambulancias y Steven se sube a su lado.

Pero no veo a Aliza.

—Ella está en la otra—me avisa Steven cuando llego a su lado.

Alara tiene sangre en la frente, pero parece que solo es una abertura, está consciente y parece muy bien.

Corro a la otra ambulancia y no sé qué es lo que le abarca cuando veo que Aliza está sentada y consciente.

Tiene una enfermera a un lado y eso no me importa cuando subo de un brinco y abrazo a mi mujer como si quisiera asegurarme de que está bien, de que está a salvo.

Ella parece muy sorprendida, pero yo comienzo a besarle la cabeza y después le estampo un beso en los labios.

—No sabes el susto que me diste.

Ella aún parece estar en shock, no me dice nada, solo alterna la mirada entre mí y la enfermera. Pero después la muchacha sale y Aliza me toma la cara entre las manos.

Sus manos están muy frías, pero aún así su toque es tan cálido y relajante como no hay una idea.

—No pasa nada ¿si? Yo estoy bien, Bastian.

—Me asusté.

Hasta este momento es que me doy cuenta de que estoy temblando. Y no es de frío.

La ambulancia se pone en marcha y Aliza me mira con sus ojos azules brillantes y llorosos, y cuando bajo una de mis manos a su pierna, suelta un quejido que me enciende las alarmas.

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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