23. Dopada de amor

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El tiempo tiene que decir las cosas, yo no. Quiero estar con Bastian. Soy una hipócrita, por que le dije a él que no se aferrara a nadie, y hoy en día yo no puedo concebir la idea de separarme de él.

La noche en la que dieron los resultados me acosté y él me acompañó. Hablamos del cambio de Emely, él la conoce desde antes y dice que esta volviendo a ser como en el pasado, antes de que todo entre ellos cambiara.

A mí me alegra que ella haya cambiado así, todos tenemos ese derecho y más ella, que también ha sufrido con todo eso.

Hay veces en las que por defendernos, hacemos daño. Como los erizos, que se hacen bolita y lanzan sus púas si algún depredador quiere atacar.

Todos somos erizos y el depredador es el mundo entero. Creo yo.

Bastian va sentado a regañadientes en el asiento del copiloto de mi carro. A mí ya me gustó volver a ser la que conduce y él se tuvo que aguantar cuando lo obligué a meterse ahí.

Me alegra verlo con diferente semblante a los otros días, yo reflexioné esa noche y no tengo razones para sentirme incómoda, todo está bien. Samantha es su hija y ya estuvieron mucho tiempo separados, yo no tendría que ser así de egoísta.

Bastian ha tenido muchos colapsos emocionales y lo entiendo. Los miedos no tienen género ni cuerpo preferido. Ellos atacan a todos por igual y causan estragos por parejo. Pero ahora ya está mejor y eso me hace sentir mejor a mí también.

Las gotas de agua se deslizan por encima de los vidrios del carro, está lloviendo desde anoche. Llovió toda la madrugada y sigue lloviendo. Las calles están inundadas y parece hasta peligrosas, por lo que voy despacio.

Pero así llueva, truene o relampaguee, la clínica tiene que abrir.

Llegamos y salimos corriendo con el impermeable encima. Renatta, que es la encargada de abrir, justo está siendo dejada por su prometido en la entrada. Se gira cuando nos mira y se acerca a nosotros, junto al muchacho que nos presenta.

—Buenos días, quiero presentarles a mi prometido, se llama Steban Jane.

Le apretamos la mano y nos presentamos. La boda es en un par de días y él anda apurado con todo, ya que Renatta tiene descanso desde mañana hasta dentro de quince días, por los últimos detalles y la luna de miel.

Nos despedimos y él se va entre la lluvia, entramos a la clínica y aun no hay casi nadie. Tomamos un café con Renatta, nos platica acerca de su boda, y el porqué de casarse con tantos años de noviazgo.

—Si les soy sincera, el casarme nunca estuvo en mis planes.—comienza ella, con la taza entre las manos.

—¿Entonces?

—Bueno, me dieron ganas después de ocho años de relación. Pero no es algo que yo haya planeado desde el momento en que comencé mi relación con Steban, incluso creía que íbamos a durar poco.

—¿Ocho años?—pregunto incrédula .

—Y serian más, pero creo que ya estoy lista para casarme. No por que Steban y yo necesitemos la etiqueta de esposos, sino por que yo siento que ya estoy preparada para presentarlo como "La persona con la que estaré hasta que la muerte nos separe".—Suspira con nostalgia—Y yo estaba segura de que podía ser eso de una persona sin necesidad de boda, nunca fue mi sueño llegar al altar vestida de blanco. Pero Steban y yo construimos ese sueño juntos.

Bastian voltea a verme y me aprieta la mano.

—Aliza y yo llevamos poco tiempo, tú lo sabes, pero yo no necesitaría mucho más tiempo para saber que es a ella a quien quiero presentar así.

La Clínica del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora