Two

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Una mano pálida tomó el cloro deteniéndolo cuando comenzó a rodar alejándose del azabache que giró cruzando mirada con quien tocaba sus cosas, no necesitaba la ayuda de ningún maldito humano por lo que se lo dejaría en claro.

Sin embargo se topó con la misma joven mal vestida de la mañana, esta abrió los ojos como si se le fuesen a salir y murmuró algo inentendible para tragar en seco y extenderle el galón azul al más alto. Este entrecerró los ojos con expresión neutra en lo que su perro olfateaba a la de hebras blancas sin soltar su bolsa, luego sólo se sentó y esperó a que el de ropa oscura se moviera o le ordenara algo, El ex fascista tomó el químico de limpieza que le faltaba con algo de recelo para continuar con su camino seguido del animal bajo la mirada ya más relajada de la de ojos cafés que soltó un suspiro quejándose de haberse cruzado dos veces con un personaje tan... enigmático y oscuro como lo era él. Ahora sólo faltaba que se cruzara con la Unión Soviética y este también la mirada feo solo por existir.

Abriendo la puerta a duras penas, Third Reich entró a su departamento intentando no soltar las cosas de golpe o todo se aplastaría arruinándose por completo. Las dejó como pudo sobre la isla de la cocina y suspiró cuando al fin sintió sus brazos descansar, tenía fuerza pero cargar todas esas putas cosas a la vez por tantas calles era realmente jodido.

—Al menos espera a que el cadáver se enfríe.. –Bufó al oír al can llamar su atención con el típico sonido de ligero llanto, por lo que tomó la pelota que compró y la lanzó despacio hacia un lado en donde Alphonse no esperó más para correr en su búsqueda—.

Ciertamente le dejaba un mal sabor de boca referirse a sí mismo como cadáver pero tampoco iba a encerrarse en su habitación como un estúpido traumando por el resto de sus días. Por lo menos pintar era un pasatiempo ameno para él pero nada podía hacer cuando ciertos sonidos o la misma oscuridad de la noche le provocaban Tics nerviosos que intentaba controlar para no lastimarse a si mismo. La Nictofobia era algo que lo aquejaba desde décadas atrás casi veinte años después de que lo atrapasen en la misma ciudad en la que estaba, siendo literalmente arrastrado hasta Siberia con una cadena atada al cuello.. pero el problema fue lo que le esperaba al llegar.

No le importaba ser abierto y ver sus propios órganos colgar mientras estaba de cabeza, pero ser dejado así en la oscuridad entre cientos de ratas y otro bichos indeseables que caminaban sobre él le vocaron ciertas fobias que aún le arrebataban el sueño en ocasiones, sus esmeraldas eran adornadas con marcas negras bajo sus párpados producto a sus meses en vela luego de que accediesen a liberarlo junto a los demás, sin embargo no se había atrevido a verlos hasta la fecha. Que se negase a una reunión con sus antiguos compañeros ciertamente era de las pocas cosas que tranquilizaban a Alemania puesto a que así evitaba tener que preocuparse por que intentasen una nueva venganza que dejase las cosas aún peor, tenían todas las de perder debido a que las cosas habían cambiado mucho y sus mentes aún no se acostumbraban a las ventajas actuales.

Un par de días después había conseguido comenzar a asentarse con normalidad a su nueva vida independiente, aún así seguía enfadado con el menor que ni siquiera se había dignado en llam para preguntar si seguía vivo, pero no iba a enfrascarse con esos pensamientos pues había recuperado su pasatiempo de jardinería cuidando de las Centaureas que había plantado en las macetas que encontró en el balcón de la sala, aunque prefería no acercarse mucho a causa del vértigo que ahora le provocaban las alturas.

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El ambiente el en piso era tan silencioso gracias a que extrañamente sólo habían dos departamentos ocupados incluyendo el suyo según notó el día en que llegó, que cuando un portazo cortó la paz no pudo evitar alzar la ceja mientras dirigía su vista hacia la puerta como si pudiese ver tras ella. El Braco se acercó a la puerta en una postura rígida con el hocico cerca a la pequeña separación entre esta y el suelo optó por levantarse con la idea de que tal vez podría tratarse de algo que también lo molestase a él pues no le era sorpresa de que muchos imbéciles estuviesen buscando su cabeza. Abrió lentamente la puerta percibiendo ruido lejano hasta que sin previo aviso la última puerta del fondo se abrió dando paso a gritos hostiles de un tono que se le hacía ligeramente conocido.

—¡Por última vez, no madre, no pienso regresar a esa casa y no vas a controlarme como lo hiciste con Manfred y Greta! –Gritó la joven albina saliendo de su departamento con una mujer de apariencia mayor y sofisticada siguiéndola de cerca– Dame esa puta llave, ¡No puedo creer que hayas sobornado al portero!

—No puedes seguir viviendo como una vagabunda con un trabajo patético debido a la estupidez que decidiste estudiar en la universidad. Deja ya esta vida que avergüenza a nuestra familia y vuelve a casa porque tu padre te está dando la oportunidad de que estudies algo que valga la pena. –Insistió la mujer rubia de voz estridente y despectiva luego de que la contraria le arrebatara las llaves que tenía en mano, su forma de vestir dejaba en claro su posición elevada en la sociedad contrastando con la camiseta negra y sencillo overol azul que vestía su hija—.

—¡La Geografía y la Historia son carreras totalmente válidas y las amo!, no voy a cambiar jamás mi empleo de Historiadora por la jodidamente deprimente Psicología por más que todos en la familia trabajen en esa mierda y si no tienes nada bueno que decirme por una vez en mi vida, lárgate de mi casa! –Vociferó luego de que había logrado que la mayor retrocediera hasta el elevador en donde se dieron una última mirada de rabia antes de que este se cerrara sin opción tras haber oprimido el botón de la recepción sin que la otra lo notase, dejándola con el grito en la garganta—.

El weimaraner olisqueó el ambiente de tensión que quedó y usando su fuerza logró abrirse paso hacia el pasillo ignorando la queja de su amo llamándolo de regreso, acercándose así a la de vestimenta informal sacándole un susto al sentir el hocico húmedo rozar con su diestra.

-Huh.. hola amigo, no sabía que habían perros en el piso.. -Murmuró esta inclinándose flexionando las rodillas para poder apreciar de cerca al canino que movía la cola sintiendo los rastros químicos naturales que provocaba la tristeza en el ser humano que podían captar los animales-.

—Alphonse, aquí. –Habló el de piel carmesí aún de pie en la entrada de su propiedad a algunos metros del elevador llamando también la atención de la más baja quien de inmediato se tensó al recordar a la única persona con quien parecía compartir todo el enorme piso—.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora