Seventeen.

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Sentada en el centro de la cama ajena, Agatha observaba a través del ventanal con preocupación escuchando gruñidos o palabras incompletas calladas por un "Shhh" que solo aumentaban su tensión que se mantenía desde que el carmesí le pidió entrar a su habitación pues.. "Hablarían luego"..

Mientras tanto en la sala desarreglada ambos familiares se veían seriamente, ninguno de los dos quería ceder ante lo que decía el otro porque eso significaba mandar a la basura todo su avance o generar aún más problemas.

—No volveré. –Cortó el azabache con una expresión nula, incluso si amaba tanto esa casa gran parte de su orgullo no lo dejaría volver allí como si nada luego de que lo sacaran como a una basura–.

—Pero si la primera semana lo único que hacías era llenarme de mensajes diciendo que odiabas este lugar. –Alemania ya estresado movió sus manos mientras hablaba para enfatizar sus palabras, realmente no entendía la terquedad de su padre pues primero se aferró casi con uñas y dientes pero ahora se negaba por tercera vez–.

—Pues conseguiste lo que querías en un principio, ¿No?, que hiciera mi maldita vida en otro lado para poder tenerme lejos de tu vista. –El de esvástica con recelo comenzó a acomodar las cosas que seguían tiradas en el suelo, además de que tendría que trapear otra vez ya que eran tan inútiles que no pudieron quitar bien la sangre–.

—Lo único que quería era que dejaras de recluirte en la mansión y cambiaras de aire, los señores Reino e Imperio pudieron hacerlo y se rehabilitaron como quería ONU. –Repitió el de piel amarilla calmando un poco su expresión antes de que la voz del contrario lo interrumpiera en un grito–.

—¡Esos bastardos se metieron a la casa de mi padre con permiso tuyo y no contentos con eso también vinieron aquí a revolver mis cosas como si tuvieran el puto derecho, además del descaro de querer culparme a mi! –Claramente refiriéndose a sus viejos adversarios de guerra, Dritte le dio un golpe con la palma extendida a la mesa, mirándolo enojado de recordar las acciones de esos dos–.

—¡Pues tú les diste el gusto de atacarlos como ellos querían, sacarte de tus casillas para tener pruebas de regresarte a ese horrible lugar! –El germano menor acabó por sucumbir a su estrés acumulado respecto al tema, estaba más que cansado de que su padre tuviese tantos enemigos aún a la espera de desaparecerlo de la tierra–.

—¡Pues intenta mantenerte cómodo cuando tu espacio seguro es invadido, otra vez, por los bastardos que te sacaron tantas veces los órganos y extremidades que tranquilamente medio mundo hubiese podido recibir un trasplante completo! –El de esmeraldas miró a lo ojos del menor apretando los colmillos y haciendo las manos puño para controlar el temblor en estas, siempre se había guardado lo que vivió esas décadas y por eso mismo no había recibido asesoría psicológica demás de que nadie aceptaría ayudar a un genocida– No quería a esas bestias en mi casa, menos cerca de Agatha o Alphonse.

—...¿Qué tiene que ver ella en todo este asunto, Vater? –Preguntó con desconfianza el de traje tras oír el nombre de la humana, aquella que casi tranquilamente le había obedecido al mayor y que intentó ayudarlo con sus heridas sangrantes–.

—...Vuelve a tu casa Alemania, solo olvida que existo. –El ex fascista finalizó alejándose a paso lento rumbo a su habitación principal a la que entró suspirando, topándose a la albina de mirada preocupada por los gritos pero no quiso decir nada y sólo se sentó en el suelo apoyándose en la puerta mientras suspiraba profundamente–.

•   •   •

—¿Un.... albergue infantil?.. –Murmuró estupefacta la albina releyendo por tercera vez el papel que llegó hace unos minutos, ni quiera pudieron hablar con el mensajero de la organización porque salió huyendo como un cobarde–.

—Me pregunto si el idiota celeste estará bien de la cabeza. –Reich terminó de servirse una taza con café, ni siquiera habían podido terminar su maldito desayuno y eso lo ponía un poco de malas además de las otras cosas que sucedieron tan jodidamente temprano–.

—..¿Al menos te agradan los niños?, tal vez podemos pedirle otra cosa como limpiar playas o algo con menos contacto social.. –Ella se rascó la nuca mirándolo salir de la cocina algo encorvado, aún estaban un poco cansados por haber tenido que limpiar la sangre seca del suelo pero al menos ya había podido cambiarse de ropa tras una ducha rápida–.

—La última vez que hablé con un niño humano fue en 1944, esto va a ser un infierno. –Confesó con desgana el mayor sentándose a la mesa para beber de su taza deseando desaparecer de la tierra un rato, lo menos que quería era salir y mezclarse con gente, sobre todo con los que le iban a hacer cientos de preguntas sobre porqué era rojo o porqué tenía una esvástica en la cara–.

—Tal vez no sea tan malo, los niños pequeños son muy inocentes.. –La Richter intentó confortarlo sentándose a su lado, le aliviaba verlo bien pero aún seguía algo pensativa sobre el beso que se dieron la noche anterior luego del susto de su vida a causa del apagón masivo–.

Tal vez... ¿Si sentía algo más que cariño por el de ojos esmeralda?..

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora