Eighteen.

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La semana de preparación mental había pasado demasiado rápido entre medidas de seguridad para que nadie más pudiese entrar a ninguno de los dos departamentos, reparar las grietas de la pared vecina lo mejor posible y la insistencia de la menor al carmesí en querer ayudarlo con su castigo hasta lograr que aceptara. A primera hora de la mañana comenzaron a alistarse cada quien en su casa con ropa cómoda y algunas cosas extra en sus mochilas llevando solo las cosas permitidas en la lista que venía con la carta inicial.

—No quiero entrar. –Se quejó Dritte aún dentro de su auto, no le gustaba los espacios ruidosos y menos que lo estuviesen vigilando como a un reo.. porque había un maldito auto del gobierno frente a ellos y habían tenido que dejar al Weimaraner con Kaleo y Petra, las gatas de la joven–.

—Vamos, yo sé que si puedes hacerlo, nos dieron el trabajo de cocina para estar más tranquilos.. –La de overol oceánico intentó animarlo tomándose la libertad de colocar sus dedos de la mano izquierda sobre el hombro ajeno, regalándole una pequeña sonrisa aunque también estaba algo nerviosa de cómo les iría en algo así– Solo hay que entrar, ayudar a hacer la comida de cien niños durante unas horas y salir.. sólo un par de veces a la semana y ya..

—....Así suena peor. –No tenía de otra más que suspirar y bajar, si desobedecía su castigo se lo iban a llevar otra vez a confinamiento en solitario durante un año para que comenzara seguir las reglas de la Organización de la "Paz"–.

Una vez en la calle recorrieron el patio enrejado pero lleno de bonitas flores coloridas hasta llegar a la recepción donde los esperaba una mujer muy tensa con una sonrisa forzada que parecía querer salir corriendo en cualquier momento, pero no les sorprendía.

—¡Hola!, vinimos para ayudar en la cocina según nos dijo el señor ONU, tomaremos el primer turno para hacer las cosas nosotros solos, no se preocupe porque tenemos vigilancia. –Se adelantó a hablar Agatha con una gran sonrisa para fingir tranquilidad mientras se apoyaba sobre el módulo para tapar un poco la presencia del azabache que estaba cubierto por sus gafas de sol y la gorra con mascarilla desde que bajó del auto– ¿Nos indica a dónde debemos ir y qué menú seguir?..

La encargada apreció calmarse un poco debido a la de ojos cafés y la mención de los obvios guardias armados que venían tras ellos mirando a los alrededores, así que comenzó a caminar hacia otro ambiente del gran terreno en donde estaban muy cerca la cocina de la cafetería en donde los niños irían exactamente en una hora luego de que despertaran y se asearan para desayunar antes de sus clases.

—Este lugar es muy bonito, tal vez también podamos arreglar un poco las flores durante el descanso. –La más baja intentó hacerle ver el lado positivo al de colmillos que iba con las manos en los bolsillos claramente estresado de tener todas esas cosas cubriéndolo casi como si llevara un bozal que le molestaba al respirar-.

—Es una zona muy abierta, podría haber algún francotirador esperando ahora que ya saben en qué parte de Berlín estoy. –Sus ojos esmeraldas dieron un rápido vistazo a los grandes árboles cercanos antes de regresar su vista a la humana junto a él que encogió los hombros rindiéndose un poco ante su negatividad– Aunque tal vez estos tontos no sean tan incompetentes como para dejar que eso pase, a menos que se distraigan con alguna ardilla.

Ante el intento del germano de mejorar sus palabras la contraria ahogó una ligera risilla hasta que momentos después la mujer de cabello atado se detuvo frente a unas puertas gemelas blancas con pequeñas ventanas de cristal, las abrió dejando ver una amplia cocina llena de cosas metálicas como en las películas y se giró a mirar a su semejante de especie.

—..El menú está en una pizarra junto a los guantes sobre los lavaderos, también tienen mandiles y otras cosas que deben usar necesariamente aquí dentro. Cuando tengan las cosas listas las deben poner en el carrito y llevarlas a la puerta de en frente que es la cafetería, servirán también la comida y retirarán los platos sucios que regresarán al carrito para que los siguientes voluntarios se encarguen de lavarlos y ordenarlos. Lo mismo con el almuerzo. –Finalizó esta para luego alejarse con algo de prisa por el lado de la albina que alzó los hombros y entró a la cocina para comenzar con lo explicado, no era nada que no hiciera en su casa pero ahora en más cantidad–.

—Por suerte sé cocinar, sino sería un problema. –El carmesí se lavó las manos para después secarlas con papel y colocarse los guantes seguidos del mandil, por fin se había podido quitar todas las cosas que llevaba encima y respirar era más cómodo, sentirse ahogado le causaba escalofríos–.

—La primera vez que cociné casi intoxicó a mi nana, ahora tal vez pueda entrar al Master Chef sin mucho desastre –La de ropa colorida soltó una carcajada ya lista y fue a buscar las cosas necesarias para preparar el gran desayuno, avena con frutas y jugo de fresas–.

—Estas ollas enormes me recuerdan a las que manufacturaban para el ejército, el soldado menos inútil para la tarea era designado cocinero y luego de hacer la comida con las provisiones que tuvieran al alcance o consiguieran con trueques la servía y la debías comer rápido todo porque fría sabía aún más asqueroso –Una risa pequeña nostálgica emitió el más alto llenándolas con la cantidad necesaria antes de encender el fuego y agregar cosas como canela, ralladura de naranja y otras especias secas agradables– Aunque en la mía tuve que estar todo el tiempo detrás de un escritorio solo leyendo en documentos las grandes operaciones.

—Debe ser complicado cocinar cuando se quejan de tu comida y además te bombardean –La Richter alzó una ceja con ligera diversión para que no cayeran en un silencio incómodo aunque no realmente no le gustara hablar cosas cosas así mientras hacía comida para niños–.

—Una vez Austria encontró un dedo dentro de su plato con sopa.. igual se lo comió, era una temporada difícil. –Para el de esvástica eran cosas sin importancia pero a cualquier otro veterano le quitarían el sueño, al final el tema cambio a las mascotas de ambos mientras picaban las frutas disponibles y comenzaban a hervir la avena, por suerte la cojera del can gris había sido únicamente por el dolor del golpe y ya caminaba con normalidad–.

Mientras tanto.. las sutiles cámaras escondidas en distintos lugares estratégicos de la cocina documentaban las acciones de ambos para llevar un registro y asegurarse de que por algún motivo no hicieran algo más allá de cocinar lo señalado, además de verlos en tiempo real desde la oficina del embajador de la paz.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora