Thirty Two.

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Entre viajes cortos a ciudades históricas y noches en hoteles baratos, Agatha cumplió los dieciocho años, teniendo ya la edad mínima para reclamar el legado que dejó su abuelo. Así que con la idea de volver a estudiar y continuar viajando volvió a Dresde para buscar a aquél abogado que tenía sus papeles.

Aunque antes decidió hacer una parada, acabando por salir del local estilista con el cabello blanco como la pura nieve, marcando así el inicio de una nueva y mejor versión de ella. Llegó a la oficina naturalmente nerviosa y junto con su inseparable gata aún teniendo las maletas al lado esperó a ser atendida rogando por que nada más saliese mal para ella. Cuando fue su turno respiró profundamente cruzando la puerta con sus pertenencias.

—Vaya.. señorita Agatha Richter, cuánto tiempo. –El señor Neumann la observó desde tras su escritorio, sorprendido por el cambio que había tenido además de su cabello, su expresión más formada.. se veía viva– ¿Sabe usted que su familia la ha estado buscando?

—... Por eso cambié de número, ahora… como le dije a su secretaria, me gustaría firmar lo que me dejó mi abuelo.. –La albina alzó los hombros torciendo un poco los labios por la incomodidad de recordar lo ocurrido con su familia, seguro de verla le harían un escándalo pero ya no era como antes—.

—Por supuesto, me alegra que haya decidido finalmente reclamar la parte que le corresponde, he de decir que Herr Lothar sabía que al inicio usted no tomaría su herencia y por eso me pidió esperarla cuidando los documentos del resto de su familia. –Explicó este, buscando los papeles importantes en uno de sus estantes, optó por tenerlos fuera de donde conservaba los registros de los Richter en general— Además que en el testamento original a usted se le dejaba la propiedad en Friburgo de Brisgovia donde creció su abuela.

—¿Y al final que ocurrió con esa casa? –La de ojos cafés se extrañó ante su mención pues nunca había ido y tampoco oyó sobre ella en la lectura del testamento hace meses atrás—.

—Su abuelo no quería atarla a nada en este país así que se la dejó a su hermano, pero me temo que el joven Manfred vendió el terreno para no tener que cubrir las cuotas de mantenimiento que representaba esta. –El abogado finalmente dejó los papeles correctos frente a la menor y le tendió un bolígrafo, tras leerle de manera superficial los requisitos para reclamar que por suerte ella si tenía en ese momento, la observó firmar– Felicidades, señorita Richter, es ahora usted la acreedora de la mitad de la fortuna en físico de su abuelo además del tercio de las ganancias que genere este estudio de abogados.

—… Gracias señor Neumann –Agatha sonrió un poco mientras se secaba una pequeña lágrima que corrió por su ojo derecho, correspondió al apretón de manos de aquél hombre y se despidió saliendo con los documentos—.

Al no tener exactamente a dónde ir y con ya una buena parte de la inmensa fortuna desbloqueada en ese momento, tomó el tren a Berlín donde pasó algunas horas paseando por la ciudad hasta que un enorme edificio llamó su atención. Este estaba casi en el sudoeste de Mitte en Tiergarten, siendo una residencial de ricos todos los espacios habitacionales tenían un costo elevado pero no le importó.. además de la hermosa vista de la ciudad, había algo que le decía que ese era su lugar indicado. Así que para sorpresa de la agente de bienes raíces el trato por su compra total se firmó esa misma noche, agradeciendo que el departamento ya viniera parcialmente amoblado la joven se acostó a dormir en la gran cama junto a su gata hasta la mañana siguiente.

—… No es nada difícil, supongo que deben por lo menos conservar algunas cosas.. ¿No?, sólo debes entrar con tu propio derecho y sacar lo que quede de ti y el abuelo.. –Se dijo a si misma mirándose al espejo mientras que Petra sobre el tocador la observaba como si entendiera completamente lo que decía, necesitaba terminar de cortar la conexión con su familia para vivir tranquila—.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora