Fourty Six

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Han pasado semanas desde que fue encerrado.

Confinado en la oscura soledad de una fría celda subterránea oyendo los lamentos de otras personas, pero él sigue ahí, simplemente sentado en la esquina más oscura.

Extrañamente nadie ha venido a torturarlo, probablemente sabiendo sobre su falta de núcleo para regenerarse, algo extrañado de su poco común consideración, pero no se confía. Con cada comida le dejan una hoja de papel en blanco, no entiende para qué, pero usa el desgastado lápiz de grafito para escribirle cartas a Agatha. En letra muy pequeña lo más junta posible tratando todo lo posible que sea legible, pero las dos caras de cada papel no parecen ser suficiente para todo lo que tiene en la cabeza y al terminar el espacio solo las dobla y esconde a un lado mientras espera por algo que aún desconoce.

Quizás su nueva tortura sea pudrirse solo en el tiempo, pero entonces no tendría sentido que lo alimentaran tres veces al día.

Se sentía vacío sin su núcleo y no precisamente porque lo necesitaba para vivir, sinó que con este podía sentir la energía vital de su humana sin importar la distancia y ahora simplemente no había nada, le ponía los pelos de punta pero trataba de mentalizarse con la idea de que era porque esa facción no estaba en su cuerpo actualmente, como si hubiese perdido el teléfono para ver la señal de WiFi que seguía ahí, él sabía que seguía ahí porque tenía…… tenía Fé, por primera vez en su larga vida.

Nunca fue muy bueno dibujando, a diferencia de las pinturas, no como hubiese querido ser… pero ahora con una simple hoja de papel y un carboncillo trataba de plasmar de memoria el retrato de la de ojos cafés, cada detalle, cada cabello y la particular mirada de sus ojos dulces.

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—¿Sigues con tu retorcido experimento? –CIA se acercó desde el lado izquierdo hacia el de piel celeste que observaba la gran pantalla que mostraba en alta definición la celda del ex fascista—.

—No es retorcido, es intrigante. Y a la vez un castigo. –Este se explicó manteniendo los brazos cruzados sin apartar su mirada de la pantalla, leyendo con detenimiento la cantidad de papeles escritos en un costado limpio del suelo de la celda—.

Nunca pensó que un sujeto de categoría violencia y retraída como Drittes Reich pudiese estar tan aferrado a algo como un humano, pero no dejaban de sorprenderlo los avances de este, incluso si seguía furioso por el escándalo de la Gala. Pero ciertamente estaba interesado estudiando la mente del germano que se encontraba haciendo trazos en una de las hojas de papel y frotando ciertas zonas con su pulgar para sombrear, sabiendo que era bastante diestro en el arte.

—.....¿Esa es la señorita Agatha Richter? –La organización americana alzó una ceja y se inclinó hacia la pantalla tratando de ver mejor los rasgos de la mujer que estaba siendo retratada en el papel, aparentemente de memoria—.

La extraña. –ONU soltó con simpleza, obviamente documentando cada segundo de vídeo, incluso si aún no tenía idea de qué hacer con el contenido—.

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El personal buscaba de un lado a otro, tratando de ubicar al niño faltante que no se reportó a clases luego del desayuno, los altavoces del lugar llamaban su nombre pidiéndole que se acercara al patio de juegos para hablar con él. Sin embargo el pequeño Johann continuaba escarbando la tierra en el área detrás de los basureros, justo el mismo lugar donde teniendo su reloj roto conoció por primera vez al carmesí.

Sabía que no tenía mucho tiempo así que como pudo se arrastró bajo la reja metálica y se sacudió la ropa mientras corría jalando su mochila roja en una mano, era un niño pequeño pero muy inteligente tratando de seguir el mapa que había dibujando con crayones para saber cómo llegar al hospital de Berlín luego de buscar a escondidas en una de las computadoras de la biblioteca mientras fingía ver dibujos. Él había escuchado a escondidas el televisor transmitiendo noticias en la oficina de profesores, escuchó sobre un accidente en auto y una voz muy conocida gritando fuera de cámaras, entonces supo que algo muy malo había pasado.

Hacía mucho que no estaba fuera, trató de limpiarse la tierra lo mejor posible una vez se alejó lo más que pudo, poniéndose la capucha de su abrigo y siguiendo su pequeño mapa mientras obedecía las señales de tránsito que había aprendido en clases, no le gustaba mucho el ruido de los autos así que trataba de caminar rápido, ocasionalmente no entendía bien las direcciones y hacía pausas aprs preguntarle a algún policía o agente de tránsito, lo menos que necesitaba era perderse.

Le tomó un par de horas llegar hasta la calle principal donde estaba el gran hospital, obviamente con pausas de descanso y refrescándose bebiendo de su botella de jugo de naranja, observó un momento desde el otro lado de la calle mientras pensaba, si entraba solo le harían preguntas por si estaba perdido o buscaba a alguien. Así que tuvo que esperar a que una familia con niños estuviera por entrar y allí se coló junto con ellos hasta el elevador, aunque no tenía ni idea de qué piso estaba buscando…

Así que allí tuvo que comenzar a preguntar con precaución a las enfermeras si había visto a una mujer joven de cabello blanco y ojos cafés, sin saber que la descripción que él recordaba ya no concordaba con cómo lucía actualmente Agatha incluso si no mostrara fuertemente las secuelas físicas del accidente.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora