Thirty Nine.

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—Bien, ya no tardan en llegar, siéntate donde quieras –Agatha sonrió emocionada mientras terminaba de acomodar lo necesario alrededor de su escritorio para la clase del día, iban a ser solo unas cuatro horas divididas en dos así que sobrevivirían—.

—Es un lugar bastante amplio, me da gusto que hayan seguido invirtiendo en la educación… –El azabache caminó entre las filas de asientos observando a detalle, todo parecía ser aún muy nuevo y perfectamente conservado por quienes lo usaban—.

—Al ser una universidad supervisada por el estado se encargan todo el tiempo de cerciorarse que todo esté en óptimas condiciones –Esta se tomó un momento para hacer una foto del mayor mirando hacia la ventana y luego oyó los pasos entrando al lugar por lo que se giró hacia la puerta topándose con un pequeño grupo– ¡Hola, buenos días!

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La clase pasó tranquila y sin problema alguno hasta llegar a la parte más importante, el tema sobre latín antiguo, para ello la de ojos cafés comenzó a encender el proyector junto a su laptop para poder dar algunos ejemplos visuales a sus alumnos que detenían sus anotaciones para prestar más atención.

—La Orden Teutónica, también llamada Orden de los Caballeros Teutones y Orden de los Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén, en alemán Deutscher Orden; en latín Domus Hospitali Sancte Marie Teutonicorum, es una orden medieval de carácter religioso-militar fundada en Palestina en 1190 en la Tercera Cruzada durante el asedio de la fortaleza de San Juan de Acre. En 1198 se convirtió en orden militar. Desde el siglo XIX la orden pervive como una organización cristiana de carácter caritativo –La de vestimenta formal recitó todo de memoria mientras cambiaba imágenes acorde al tema entre las que estaba fotografías de pinturas y viejas reliquias en museos—.

Desde su lugar en el frente de todo cruzó miradas un momento con complicidad a lo que el carmesí alzó la ceja derecha unos momentos haciendo que retuviera una sonrisa.

—Se equivocó. –Pronto una voz la sacó de su pequeño momento para generar murmurllos alrededor del gran aula—.

—¿Disculpa? –Esta parpadeó devolviendo su atención a la clase con extrañeza, estaba segura de que lo había hecho bien pues estuvo praticando con Reich toda la mañana—.

—Que se equivocó, es; Domus Hospitalis Sanctae Mariae Teutonicorum, se supone que si es catedrática debería saberlo bien. –El susodicho alumno de gafas a medida bufó burlón en una clara minimización hacia la maestra joven, desencadenando más murmurllos por la falta de respeto—.

—Domus Hospitalis Sanctæ Mariæ Teutonicorum, si vas a intentar humillar a alguien que está haciendo su trabajo para el cual estudió más años que tú muchos más temas, mínimo aprende a pronunciar el latín antiguo mejor que esta, mocoso arrogante. –No se hizo esperar más el diseño venenoso del de ojos esmeralda quién estaba sentado con rectitud y los brazos cruzados sobre su pecho ahora atrayendo miradas por su rostro cubierto en el que por desgracia resaltaban partes de su tonalidad llamativa de piel—.

Antes de que alguien más pudiese decir algo el timbre de cambio de clase sonó anunciando el final del día laboral de la Richter por lo que los estudiantes en medio de la tensión optaron por tomar sus cosas y salir de allí incluído el causante del problema que se retiró de mala gana. Agatha suspiró derrotada apoyándose en su escritorio tomándose un momento antes de guardar sus libros y laptop para ir a casa, aunque la cercanía del de esvástica hizo que se detuviera con un abrazo lento que duró un par de minutos antes se salir para dirigirse al estacionamiento ahuyentando a lo jóvenes que se tomaban fotografías maravillados con su auto.

Al llegar a casa ella fue a su departamento a cambiarse a ropa cómoda de dormir en lo que el más alto hacía lo mismo en su respectiva habitación hasta que la joven cruzó el pasillo tranquilamente entrando a la propiedad ajena pasando el control de seguridad de la puerta previamente instalada en ambos lugares, con toda la confianza entró a la habitación del azabache y se acostó bajo las sábanas a buscar algo en la televisión en lo que el otro terminaba de hacer lo que fuese que hacía aún en el baño, que en realidad era lavarse los dientes ya que se había venido en café en la universidad y la cafetería podría mancharle los colmillos.

Al terminar de enjuagarse abrió la puerta cruzando la habitación para rodear la cama hacia el espacio libre y acostarse también dejando que la contraria se acurrucara en su pecho, podía sentir algo decaída aún así que comenzó a acariciar su cabello lentamente haciéndola destensarse poco a poco hasta que levantó la cabeza para que se viesen, a lo que se inclinó tomando la iniciativa de juntar sus labios. Correspondiendo al momento la albina se dejó guiar por la tranquilidad del germano quien se acomodó para tomarla de las mejillas, sin notarlo moviéndose despacio hasta que Dritte quedó sobre ella respirando un poco agitado por la ausencia temporal de aire.

Esta lo miró directamente a los ojos algo pensativa momentáneamente antes de levantar sus brazos para rodear con cuidado el cuello del de esmeraldas volviendo a compartir un beso igual de profundo que en lo últimos momentos del anterior.

—......Ve despacio... –Susurró ignorando el rubor en sus mejillas, ambos eran adultos y había podido leer en su mirada claramente que este se retenía de continuar, pero se sentía segura con él—.

—Tú eres... ¿Estás segura?.. –El carmesí se detuvo un momento para pedir confirmación en voz baja cuando entendió lo que había dicho la más baja, por primera vez se sintió nervioso y no se molestó en disimularlo—.

—Te quiero mucho Reich... –Le sonrió tímidamente encogiéndose un poco entre los brazos del nombrado, sintiendo cómo su pecho iba más despacio y luego volvieron a besarse—.

El de esvástica fue removiendo entre besos cada prenda de ambos con el mayor cuidado posible, acariciando el suave cuerpo ajeno con todo el respeto existente y se aseguró de cubrirse al momento de acomodarse entre sus piernas mentalizado autocontrol a pesar de que bajo la manta su cuerpo era manejado por sus hormonas. Agatha volvió a darle un beso esta vez más corto y lo abrazó como señal de que podía seguir, a lo que este cerró los ojos apoyándose en su hombro a la par en que bajaba su diestra comenzando a acariciar entre las piernas ajenas como parte de la preparación, sintió su propio cuerpo erizarse entero ante el suspiro que soltó la humana.

Pero sin ninguna señal negativa ante el acto decidió continuar sintiendo cómo sus dedos se iban humedeciendo a la par en que los suspiros entre cortados aumentaban, por lo que fue acariciando poco a poco más profundo hasta lograr introducir un dedo con mucho cuidado notando cómo se tensaba también apretando la mandíbula ante la incomodidad inicial que se fue disipando con los minutos en los que siguió moviendo despacio su dedo hasta lograr el segundo, la de ojos cafés soltó un jadeo aferrándose un poco más al cuello carmesí cuando sintió el tercero expandir el área tan delicada pero a la vez mojada por las caricias. El mayor hizo una pausa para volver a acomodarse y ante el roce de su virilidad dura contra la vagina de la albina sintió que su propio rostro enrojecer, se mordió el interior del labio y se empujó dentro con lentitud hasta llegar a sentir la piel contraria contra la suya.

—...¿Todo... Bien?.. –Preguntó acariciándole la mejilla mientras la miraba con atención por si denotaba cualquier signo de incomodidad o arrepentimiento por la cual debiese alejarse—.

—Tranquilo, está bien.. –La joven Richter le dejó un beso en la mejilla y junto sus narices hasta que comenzó a sentir algo curioso en su cuerpo a lo que movió despacio sus caderas—.

La acción robó un suspiro profundo al ex fascista que por instinto comenzó a moverse marcando un ritmo lento manteniéndose abrazados, minutos más tarde ella gemía a su oído aferrada a su cuello volviéndolo loco por las sensaciones y la cercanía más íntima que nunca.

No sintió necesidad de cambiar la posición pues tal como estaban podía apreciar cada una de sus expresiones y se sentía por primera vez en el cielo, las caricias y los besos en distintas duraciones abundaron durante todo ese tiempo. Tras finalizar la rodeó con sus brazos de manera protectora acariciando su espalda hasta que se quedó dormida apoyada en su pecho descubierto, podía sentir su calor y su respiración lenta haciéndole algo de cosquillas pero eso lo hacía sentirse vivo.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora