Twelve.

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Dritte ayudó a llevar los cubiertos, vasos y la pequeña fuente con ensalada a la mesa de centro en lo que la albina servía en los platos regalándole pequeños pedazos de carne al canino sin que su dueño viese, una vez todo estuvo listo se sentaron a comer en el sofá de dos plazas frente a la televisión buscando alguna película interesante.. la mayoría tenía como tema a Estados Unidos en dramas y acción o alguna mención de la segunda guerra así que acabaron por escoger Jurassic World 2, porque los dinosaurios le parecieron más divertidos al mayor.

—Recuerdo que cuando era más joven me gustaba ir al museo para ver los fósiles, pero no hubiese pensado en traerlos de la muerte.. sería muy egoísta y peligroso –Inició el carmesí antes de morder el trozo de carne que había cortado cuidadosamente, la comida estaba buena como ya esperaba así que no era muy necesario conservar la etiqueta al comer–

—Bueno si fuese solo a algunos herbívoros no habría mucho problema, son muy bonitos –La joven sonrió mirándolo mientras hablaban ya que había notado que era algo que le gustaba al alemán que hicieran, pasaron algunos minutos más hablando sobre algunas otras escenas hasta que llegó la del Diplodocus que se quedaba atrapado en la Isla Nublar durante el Vesubio del volcán– Ay, no..

Como a todo mortal que ve la película, los ojos se le llenaron de lágrimas involuntariamente y su respiración tembló en silencio para contener el sollozo que captó la atención del azabache. Este la miró extrañado pero una molesta sensación en su pecho le impidió ignorar el estado de la más baja aunque fuese por una simple película ficticia que a él no le causaba ningún sentimiento similar, movió su diestra con duda hasta alcanzar la mano contraria ajena dándole una ligera caricia con el pulgar y esta giró a mirarlo con sus expresivos ojos llenos de lágrimas torciendo sus labios. Hubo un nuevo recuerdo de Alemania, de cuando el tricolor intentó tomar una galleta y se quemó los dedos con la charola porque estas estaban recién hechas y se sintió tan culpable de tirarlas al suelo que lloró.

El de orbes esmeralda acabó por soplarle un poco en el rostro al no tener idea de qué hacer, pero extrañamente funcionó porque Agatha soltó una risa baja mientras secaba sus lágrimas que no llegaron a bajar y se permitió apoyar la cabeza en su hombro, esto no incomodó al mayor pero no estaba acostumbrado al contacto físico así que solo se mantuvo mirando la pantalla algo rígido hasta que terminó la película y la humana se levantó a llevar los platos a la cocina para traer de postre la caja de donas que se robó.

•   •   •

Para cuando comenzó a oscurecer la de ojos cafés estaba cabeceando de sueño totalmente desparramada en el sofá, el de chaqueta de cuero estaba tranquilo prestando atención al documental sobre la vida salvaje en el territorio continental africano cuando sin aviso la luz desapareció toralmente en todo el sector haciendo que retuviera la respiración y comenzara a temblar violentamente, despertando de susto a la contraria que aún algo desorientada por haber apartado del golpe el sueño giró en su dirección por reflejo.

—¿Estás bien?, ¿Porqué está todo oscuro?, casi no veo nada –La de vestimenta formal se acomodó mejor en el sofá intentando adaptar su vista mientras Alphonse a una distancia prudente ladraba bajo para intentar llamar la atención de su amo en crisis–.

Todo seguía entre sombras agravando el estado de Nictofobia de Dritte que comenzó a quejarse mientras sus manos con desespero tiraban de su cabello, la más joven cometió el error de tocar su hombro.. recibiendo un zarpazo de las garras ajenas que abrieron la piel en el dorso de su mano derecha arrancándole un pequeño grito que mezclaba el dolor y el susto de la repentina acción. Cayó del sofá por alejarse de un brinco arrastrándose rápidamente hacia atrás para que el de esvástica fuera de si no saltara sobre ella, debido a la escasa luz logró alejarse y correr hasta el otro lado de la sala cuidando que sus pasos no hicieran mucho ruido hasta que se tropezó con alguna de las cosas que tenía allí golpeando su rodilla causando que el contrario gruñera amenazante pero ignoró el dolor para rebuscar a ciegas entre sus cajas hasta dar con lo que le ordenaba su mente, lanzando de casualidad el cilindro de metal delgado que las almacenaba, tembló inevitablemente asustada cuando los pasos rápidos y pesados del ex fascista acercándose resonaron en el silencio del departamento.

Cerró los ojos con fuerza y quebró una al azar, iluminando parcialmente su rostro con una luz rosa neón que provenía de la pulsera plástica en su mano, logrando que el de esmeraldas se detuviese a tiempo al reconocerla.. quitando de su mente la idea predominante de que algo saldría de la oscuridad para arrancarle la piel otra vez y que debía atacar primero para evitarlo.

—... Ya.. y..ya está.. –Murmuró la albina totalmente temblorosa al más alto que jadeaba frente a ella, entregándole despacio la pulsera para que la luz lo hiciera sentir más tranquilo en lo que activaba algunas más para colocarlas en las muñecas ajenas y en las suyas para que así pudiesen percibirse aún en la oscuridad–.

El de dientes afilados continuó en silencio regulando su respiración para recuperarse de la conmoción pero seguía estando nervioso a pesar de toda la oscuridad que aún los rodeaba, no había ni un sólo destello que pudiese verse desde el edificio o en este mismo. Así que para prevenir otro descontrol Agatha tomó con cuidado la mano del contrario para comenzar a caminar de espaldas valiéndose únicamente en su memoria del lugar donde ya llevaba viviendo algunos años, el heredero del extinto Kaiser no apartó su vista de los ojos ajenos que tampoco lo hacían de los suyos en un voto de confianza, hasta que llegaron al fondo del pasillo donde todo era más oscuro despertando nuevamente los nervios que el germano se forzó a retener en lo segundos que la otra tardó en abrir la puerta de su habitación.

Esta estaba hipnóticamente iluminada de manera tenue por cientos de estrellas plásticas pegadas al techo y de otros diseños hechos con lo que parecía pintura, todas las cosas que brillaban en la oscuridad lo hacían gracias a la luz que hasta hace un rato estaba encendida en la habitación. La historiadora cerró la puerta suspirando y así acabando con el terror a la incierta oscuridad del mayor que se destensó al ya no sentirse amenazado, luego caminó a su cama y se sentó en el centro para permitirse acomodar su cabello revuelto.. sintiendo como el otro lado se hundía despacio. Reich se sentó dudoso, la culpa comenzó a carcomerlo cuando notó que sus garras de la derecha estaban algo manchadas con sangre..

—..Bocsi, bocsánat... maradnom kellett volna az átkozott lakásomban.. –Había hecho que se lastimara de nuevo, aunque esta vez él había sido el responsable directo, la piel ajena estaba rasgada y sangrando hasta manchar la manta sobre la que estaban. Debía salir de allí antes de que volviera a descontrolarse y esa vez su ataque no fuese un simple zarpazo, tenía la fuerza para destrozarle el cuerpo sin mayor esfuerzo... como la bestia que le repitieron constantemente que era cuando estaba en confinamiento–.

(..Lo siento, lo siento... debí quedarme en mi maldito departamento..)

Las manos de la de ojos cafés subieron despacio a las mejillas del que cubría su rostro con remordimiento puro, haciendo que apartara estas para volver a mirarse directamente dándole una expresión tranquila.. no había entendido lo que dijo en húngaro pero no le gustaba verlo así.

—Estaré bien mientras tú lo estés... –Su tono fue tan calmado que apenas vocalizó entre el silencio que los acompañaba, devolviendo una pequeña caricia en sus mejillas como la que él le había dado en la mano cuando se sintió mal por el dinosaurio ficticio–.

El de piel carmesí respiró más calmado sin apartar su vista de ella, ambos sin notar como la gravedad de sus cuerpos los hacía atraerse cual imanes de manera lenta hasta que sus respiraciones se mesclaron un momento, siendo la menor quien con valor se decidió a acabar con la distancia entre sus labios.. en un beso lento y cuidadoso. Sintiendo poco después la fría mano del contrario levantarse algo temblorosa hasta quedar en su mejilla sosteniéndola sin fuerza como seña inconsciente de que no se alejara.

A lo que de alguna manera acabaron acostados entre las suaves almohadas de la incomprendida Richter, quien se separó despacio para respirar notando las gemas ajenas admirándola ya con tranquilidad antes de atraerla hacia su pecho para rodearla con sus brazos de manera protectora.

...Mientras tanto en la silenciosa y oscura sala llena de cosas removidas, el móvil silenciado del azabache registraba la última de diecisiete llamadas no respondidas con el nombre del tricolor.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora