Thirty One.

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—¿Otra vez, Agatha?, ¡Ya te he dicho que dejes de dibujar esas cosas y estudies lo que debes! –La mujer de ceño fruncido agitó los dibujos en su mano frente a la pequeña, otra vez la tutora de la escuela la había citado para quejarse y entregarle las cosas que le quitó a la menor esa semana—.

—..Pero mamá, a mi no me gustan los números.. –Dijo en tono bajo la nombrada, teniendo apenas doce años siempre se veía agobiada por los altos estándares puestos por su familia, desde que dijo su primera palabra la habían rodeado de institutrices—.

—Tus hermanos tienen notas excepcionales y no permitiré que degrades el apellido de nuestra familia por dibujitos tontos mal hechos, no más excusas. –En un gruñido la rubia estiró su diestra hacia la salida de su oficina, ordenándole a su hija que se fuera en ese mismo momento, cosa que la de ojos café hizo—.

Agatha caminó un poco antes de salir corriendo entre lágrimas, su corazón dolía más por la crítica a lo que le gustaba que por la comparación entre sus hermanos.. después de todo siempre había sido así y acabó por acostumbrarse.

Llegó ya hasta el jardín con las mejillas empapadas y se dejó caer entre las rosas sin importarle sentir las espinas hincando o rasgando su delicada piel, solo quería tener un momento de paz entre aquellas rosas tan rojas como la sangre que abrían sus pétalos al mundo con gran belleza, tomó algunas de las ya marchitas y se distrajo separando los pétalos secos con paciencia pensando en que le hubiese gustado pintarlas… pero su madre también se había llevado su kit de pinturas hace unas semanas atrás y solo tenía lápices, pero no le gustaba el gris monótono.

—Ahí estás, pequeña escurridiza, ¿Qué ha sucedido ahora? –Una voz tranquila y algo profunda se oyó fuera del rosal donde resaltaban los zapatos blancos de la menor, sólo se metía a ese lugar cuando se sentía triste—.

—..Mamá me dijo que dibujo feo y que daba vergüenza a la familia… –La de ojos cafés se sentó lentamente con su voz aún temblorosa y salió lo suficiente hasta quedar a la vista del adulto mayor de vestimenta sencilla que la observaba arrodillado a menos de dos metros fuera de las plantas—.

—Oh.. mi niña, ven aquí.. –Este abrió sus brazos y la niña no tardó mucho en salir para abrazarlo y volver a llorar, así que la rodeó con sus brazos y dio ligeras caricias a su espalda hasta que sus lágrimas parecieron acabarse, por lo que la alejó un poco y secó su rostro enrojecido con un fino pañuelo de seda en lo que el hipo se le iba– Tú tienes arte en las manos, por eso me gusta mucho comprarte pinturas.. aunque ya no te veo usarlas hace un tiempo.

—Mamá las encerró en su oficina, dice que me las devolverá cuando saque nota perfecta en matemáticas.. como mis hermanos.. –La mirada de la menor decayó al igual que su expresión, tanta presión con esa materia le hicieron comenzar a estresarse cada vez que veía operaciones matemáticas y todos pensaban que eran excusas para no hacer nada—.

—..Tonterías, de las matemáticas no se vive. –El castaño nevado por las canas se levantó con algo de trabajo a causa de su edad y tendió su mano a la pequeña incomprendida, era tiempo de un pequeño paseo familiar solo entre ellos dos– Ven, vamos a escoger pigmentos bonitos y más lienzos.

Tres horas después de haber salido de la mansión de Dresde, la pequeña Agatha regresó cargando varias bolsas con una gran sonrisa mientras su querido abuelo de daba algunos chocolates que también compraron, muchos podrían verlo como un favoritismo desbalanceado pero.. esa muy joven artista sólo lo tenía a él para sentirse una niña normal que pudiese correr, alimentar patos y comprar dulces sin seguir un largo protocolo de reglas absurdas solo por tener mucho dinero.

•   •   •

La joven de ojos cafés corría piso arriba hacia el estudio de su abuelo, agitando con emoción su certificado de haber terminado la escuela al fin, mientras tanto su madre no estaba nada contenta con el tercer puesto que ella había obtenido a diferencia de sus hermanos que como siempre se mantenían en el primero con muchos reconocimientos al merito ya fuese en la escuela o en la universidad en caso del mayor. Pero eso a Agatha no le importaba en lo absoluto pues en su mente solo relucía la idea de que ya podría ir a la universidad como vio en las películas e iba a ser la mejor en lo que escogiera. El hombre de cabello aún más blanco la felicitó además de regalarle un chocolate con nueces de los que le gustaban, sin embargo la menor olvidaba que graduarse de la escuela no significaba libertad.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora