Twenty Nine.

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Lunes, siete en punto de la mañana, la joven se removió en su cama ya despierta contemplando a través de su ventana los pequeños copos de nieve que comenzaban a caer iniciando el invierno.

No habían visto a Dritte desde la noche del viernes en que se negó a salir de su habitación sin dar razón por más que intentaron, ambos visitantes volvieron a sus territorios la tarde de ayer pues tenían un plazo limitado para estar fuera y no querían que sus permisos fuesen revocados así que se despidieron entregando sus números telefónicos con la promesa de volver en otra ocasión.

Dio otro suspiro y salió de entre las sábanas para darse una ducha tibia antes de buscar algo de ropa abrigada, el día estaba gris por lo que se encontraba desganada de abandonar su comodidad pero tenía que alimentar a sus gatas y acudir al voluntariado... aunque para eso primero debía sacar al de esvástica de su habitación por lo menos.

Al terminar sus asuntos ya lista cerró la puerta de su hogar mientras era observada por Alphonse a quien se había llevado para cuidarlo ante la ausencia de su dueño, se acomodó un poco el cabello y caminó hasta la puerta del aludido para abrirla. Dejó entrar al canino que moviendo la cola se dirigió en busca del germano cuya presencia aún se encontraba tras la puerta de su habitación, Agatha se detuvo frente a esta también..

—Dritte, es hora ya de salir.. –Dijo llamando a la puerta con toques suaves, apoyándose en la misma para intentar oír algo del otro lado pero otra vez no había nada más que silencio absoluto– Si no nos presentamos habrán problemas..

Usó su diestra para frotarse el rostro aún apoyada, tendría que llamar al número que tenía de la agencia de seguridad e intentar explicarle lo que ella tampoco entendía, apenas iba a tomar el móvil de su bolso cuando la puerta se abrió sin aviso casi haciéndola caer de no ser porque el azabache la sostuvo. El mayor no dijo nada y solo la aferró a su pecho escondiéndose entre su cabello níveo suspirando profundamente, soltándola algunos minutos después para saludar con caricias a su mascota que le lloró de manera aguda, el silencio extraño se mantuvo hasta que llegaron al alberge infantil.. la Richter estaba sumamente nerviosa pensando una y otra vez en si era seguro que dejaran el auto pero cuando salió de su ensimismamiento notó que el carmesí le estaba tendiendo una mano tras haberse bajado de su lado y abrir también la puerta del suyo.

—Gracias.. –La más baja lo observó unos segundos y no vio nada extraño en su mirada relajada como si no se hubiese auto recluido dos días enteros en su habitación, así que.. mejor se quedaría cerca–.

•   •   •

El desayuno ya estaba servido, la de ojos cafés bebía chocolate caliente junto al resto de los niños para conservar su calor ante la baja temperatura de la ciudad, el Reich a su lado terminaba de masticar las galletas de avena y vainilla horneadas por la joven.. además de tener hambre, sus galletas siempre estaban bien y los pequeños tomando una tras otra lo corroboraban.

La mirada persistente de unos ojos celestes le hicieron levantar la suya, girando hacia la izquierda donde se topó con el niño del reloj, desvío la mirada y continuó comiendo hasta la campanada. Fue entonces cuando en medio de la distracción de la humana que recolectaba las tasas se acercó al castaño que lo miró con timidez pero expectante, ese artefacto de engranajes era el único bien material que le había quedado de su pequeña familia.

—Dime tu nombre. –Sus esmeraldas observaron directamente a los ojos contrarios que se movían nerviosos, por lo que se inclinó de la misma forma en que se habían encontrado la primera vez y continuó con expresión neutral su breve interrogatorio–.

—Johann Lange.. –Respondió en tono bajo jugando con sus manos frías, pensando en que tal vez el mayor iba a decirle que no pudo arreglarlo y lo desechó porque no servía–.

—¿Sabes qué hora es, Johann? –El de esvástica luego de que el otro negara sacó el reloj de su bolsillo, bien pulido y perfectamente funcional generando una expresión de sorpresa en los ojos cada vez más húmedos del niño– Son las ocho y quince, tiempo de que vuelvas a clases.

Desde los ojos celestes del menor las lágrimas comenzaron a bañar sus mejillas al ver su reloj de bolsillo señalar la hora ya en sus manos, nunca lo había visto mover sus manecillas pues su padre le explicó que el agua lo había dañado hace mucho pero no preguntó más acerca de eso. Sin poder contener su emoción y gratitud abrazó con fuerza al azabache que solo se mantuvo quiero pero sin apartarlo hasta que el más bajo se separó con una sonrisa y salió corriendo junto durante la última campanada para no llegar tarde.

—..¿Te encerraste el fin de semana para terminar el reloj hoy? –Preguntó la joven tras él, su tono era bajo y su mirada parsimoniosa se conectó con la de Dritte cuando este se levantó y giró a verla–.

—Es un reloj judío. –Su boca respondió sola mientras aún pensaba en sus acciones ese tiempo, no fue una promesa.. pero había cumplido su palabra a un pequeño cuyos antepasados probablemente casi había exterminado décadas atrás– Y yo lo reparé..

La guerra había terminado junto a todos los prejuicios y los niños eran solo niños, siempre lo fueron.

Agatha jadeó sin saber qué decir ante tal información, pero no tardó mucho en rodearlo con sus brazos siendo correspondida por el germano se apoyó sobre su coronilla mirando hacia la nada, la reacción afectuosa de su humana indicaba que hizo bien al no dejarse influenciar nuevamente por el viejo odio irracional. Le dio un pequeño beso en la frente y la ayudó a terminar de acomodar las cosas en el carrito para llevarlas a la cocina, ella no soltó su mano y le dio leves caricias con el pulgar.

RUBRUM (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora