Capítulo 27: Bueno, ese es el plan

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Daniel's POV

Si me detengo a pensar en lo que es el miedo, me veo a mí mismo dentro de una de mis pesadillas. Desde que era un pequeño que, por primera vez, estuvo de pie ante un horripilante monstruo. Un ser ansioso de sangre, acechando a un niño con brazos cortos y manos pequeñas que no eran capaces de lastimar a nadie, que no tenía nada para defenderse a sí mismo. Conforme crecía, cada noche era peor que la anterior, mis ojos solo podían llenarse de lágrimas frente a la oscuridad y el dolor, y mi voz se rompía por tanto gritar.

Desde la primera vez que tuve una pesadilla, solo pude hacer una cosa.

Correr.

Era lo único que podía hacer, correr de los monstruos. El miedo me impulsaba, el terror de ser atrapado, debido a que millones de veces había sido alcanzado por los brazos de sombras y las agujas perforadoras.

Sí. Si alguien me preguntaba acerca de qué era el miedo para mí, pensaba en mí mismo, debido a que no conocía a nadie que estuviese más aterrado que yo.

—Daniel Gregory—dijo una voz grave, mayor—. Da un paso al frente.

El sonido de las cadenas arrastrándose hizo que me dieran escalofríos, pero quise ocultarlo agachando la cabeza por un momento. Avancé como me lo pidieron y sentí como chocó el metal de las esposas que yo llevaba puestas.

Miré mis manos, atrapadas como las de un criminal.

Elevé la mirada y mi idea no cambió, a mi alrededor, las personas me miran de manera acusadora, me juzgan con sus muecas y sus labios torcidos. Y si eso es lo único que puedo ver, no quiero ni imaginar lo que ve Mason al ser capaz de leer sus mentes. El juez sentado en el estrado, vestido con la túnica tradicional de los hechiceros, dibuja círculos sobre el mango de su martillo mientras nos mira desde al menos unos tres metros de alto, con la barbilla recargada en su mano, sus cejas fruncidas y cabello castaño con algunas canas.

—¡He aquí los dos testigos! —grita la voz de otro de los hechiceros.

Escucho moverse otras cadenas, y miro a mi lado. Mason Mathews acaba de apoyar su peso en una sola pierna, su barbilla alzada mirando al juez con cara de pocos amigos.

Haa—suelta un suspiro—. Me pregunto qué haría mi tía Adelí si me viera ahora.

Fue una pregunta retórica, pero inevitablemente traté de encontrar una respuesta, solo para luego retractarme y encogerme de hombros mientras le prestaba atención a los miembros del jurado que seguían mirándome.

—¿Un humano y un vampiro como testigos? —dice uno de ellos, moviendo sus cabellos con un abanico de papel—. ¿Es lo mejor que pudo conseguir?

—Me sorprende que haya conseguido testigos en primer lugar—una mujer suelta una risita.

Entrelacé mis dedos con fuerza, sintiendo como la irritación aumentaba conforme sus horribles carcajadas hacían eco en el lugar.

—¡Que entre el acusado!

Las puertas se abrieron enseguida. Y todos se volvieron a mirar.

Sus pasos siguieron un ritmo elegante, el golpeteo de las plataformas de sus tenis combinándose con el traqueteo de sus grilletes aquietando cualquier otro sonido, cayendo suavemente sobre el suelo de madera. Su figura esbelta y pequeña hacían que las esposas Anti-Magia en sus manos lucieran demasiado voluptuosas y exageradas, rebotando con cada paso que avanzaba en la habitación.

Pronto se oyeron exclamaciones de indignación, varios retrocedieron y se sujetaron entre ellos mientras el chico se abría paso.

Este caminó entre Mason y yo, y además de su sonrisa, solo vi como los mechones de su cabello rosado rebotaron cuando subió los tres escalones para colocarse ante el juez.

Marcado En Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora