Capítulo 17: El hijo preferido

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Daniel's POV

—Yo... Voy a contarselos, justo ahora...

Lo dije con voz queda, lento pero con tranquilidad, aunque distraído en el significado de mis propias palabras. No pude mirar a nadie en ese momento, simplemente me quedé mirando el roble frente a nosotros, a la vez que viajaba hacia los recuerdos en mi mente.

Al mismo tiempo me preguntaba, ¿Qué clase de recuerdos pude haber perdido para que en su lugar me quedara con esta clase de memorias? Pero la verdad tampoco me hubiese gustado olvidarlas.

No, yo para nada quiero olvidar aquellos días.

Me pregunto por dónde debería comenzar, si yo ni siquiera estuve presente en el momento en que inició. Simplemente las cosas fueron así desde que tuve memoria.

No, más bien... Ellos fueron así desde que tuve memoria.

Flashback:

Lo recuerdo bien desde que era pequeño, pero conforme crecí, pasé de solo "Notarlo", como hacía un pequeño inocente ante cualquier problema, y en su lugar empecé a preocuparme por ello.

Comencé a entenderlo, cuando cumplí ocho años.

—No puedo decirle que su hijo esté pasando por algún trauma, ya que realmente no sabemos el origen de sus pesadillas.

Era ya el tercer terapeuta con el que mis padres me llevaban, y al cual también ahora llamaban "Una perdida de dinero".

Sonrisas falsas y un par de apretón de manos era todo lo que alcanzaba a ver con mi apenas un metro y veinte centímetros de altura. Yo ya entendía que esa persona era un doctor especial para mí, uno que debía ser mi amigo, ya que su propósito era ayudarme a dejar de tener pesadillas.
Y yo lo aceptaba, porque en las peliculas siempre repetían que era genial tener amigos, que ellos eran personas que te apreciaban y que siempre estarían apoyandote.

Luego, a mis diez años, ya había tenido "17" amigos. Me sentía afortunado.

Hacía un nuevo "amigo" cada pocos meses, y dejaba de verlos en cuanto encontraba uno nuevo.

Mis días transcurrían lentamente, y la sonrisa de mamá ocupaba la mayor parte de mis recuerdos. Ella siempre sonreía cuando estaba conmigo, eso nunca faltaba, al igual que la mirada orgullosa de mi padre.

Ellos dos siempre estaban mirandome a mí.

Sí... Ellos sólo me miraban a mí.

Risas y voces suaves en el auto, con la música a bajo volumen. Ese era un recorrido normal a casa después de la escuela o una visita con mi terapeuta. Así es como solían ser mis días.

Pero mi parte favorita del día, era al volver a casa. Abría la puerta y oía las risas de mi madre, subía corriendo las escaleras para dejar mi mochila en mi habitación y entonces... Lentamente, con mis pies cubiertos por mis calcetines siempre de colores, caminaba dando saltos hasta la puerta frente a la mía, y con mis delgados dedos, la tocaba tres veces.

Su puerta siempre tenía seguro, así que había que tocar.

Siempre contaba los segundos que pasaban antes de ver la luz de su habitación asomarse por la puerta. Sus dedos eran lo primero que mis ojos veían, y yo tenía que elevar la mirada para ver su cabeza asomada.

—Hola, pequeño—sus ojos siempre me sonreían, más que la mismísima sonrisa de sus labios.

Yo siempre lo empujaba para abrazarlo, y ambos nos metíamos adentro de su cuarto.

—¡Daniel, espera!—decía entre risas.

—¡Tobías, Tobías! El cabello de mi nuevo doctor era divertido.

Marcado En Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora