3| La fuerza de un corazón roto

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Tres semanas antes de la rueda de prensa

Haley

La boca de Ian sobre la mía se sentía bien. Sus manos tomaban mi cintura con firmeza y me estrechaban más contra sí en cada nuevo hundir de su lengua en mi cavidad. Sentía mi centro caliente y una intensa energía bullir entre nosotros. Tensé mis piernas para mantener su cuerpo entre ellas.

Su mano vagó hasta una de mis nalgas y lo detuve en el momento en que abrieron la puerta de la sala de juntas. Lo empujé para retirarlo como si quemara y bajé de la mesa. Sentí mis mejillas arder al ser descubierta haciendo una travesura, pero el sentimiento evolucionó rápidamente cuando descubrí que era solo el idiota de Daxen.

Mantuvo su cuerpo paralizado un segundo asimilando la escena, después volvió a mirar hacia la puerta y luego a nosotros.

—Esta es la sala de juntas, ¿verdad? ¿O estoy equivocado?

—¿No sabes leer acaso, Westler?—Ian usó ese tono arrogante que dominaba tan bien.

—Sí, es que por un momento creí que esto era un cuarto de motel y no una oficina dadas las... actividades en que los encontré involucrados—dejó su maletín sobre la mesa y se sentó con aire de suficiencia en el lugar contrario al mío, en la otra punta de la mesa.

—No sabíamos que nos interrumpirías—ataqué arreglándome el brazer para tomar asiento a la cabeza. Ian me imitó ocupando el lugar a mi derecha.

—Menos mal no vi algo más grotesco—el tono despectivo no pasó por alto mientras sacaba papeleo que revisaríamos en la junta. Extrajo los anteojos que usaba siempre para leer y para verse más intelectual también, aunque lo último no le funcionaba del todo.

Ian soltó un sonido burlón.

—Nunca te dejaría contemplar a mi prometida de esa manera—soltó mi prometido con desdén.

Clavó sus ojos en los de Daxen y por un momento fue como ver a dos animales peleando por territorio.

—Tampoco es que esté interesado en tus sobras—se mantuvo impertérrito—. Mi gusto es mucho más selecto que el tuyo, claro está.

—Lo dice el que se mete con todo lo que ve. No cabe duda que eres la decepción de tu familia, Westler.

Noté la tensión en su barbilla, pero siguió concentrado en el papeleo.

—¿Qué haces aquí? ¿No se te hace tarde para correr detrás de las faldas de tu padre, Crakehall?—inquirió con tono ácido, mirándolo a través de sus anteojos. Sus orbes miel adquirieron un toque peligroso y filoso.

Sus venas se marcaron en su cuello varonil, igual que su manzana de Adán. El cabello ondulado y castaño como la nuez tostada estaba perfectamente peinado a excepción de su rebelde hebra que le caía en la frente. Llevaba una camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos y una corbata algo desecha. Conservaba un aire formal sin parecer demasiado estricto. Me obligué a despegar los ojos de Daxen para que no creyera que lo encontraba interesante, porque no, no lo hacía. De ninguna manera.

—Yo soy el representante de mi compañía en esta reunión—Ian elevó su marcada barbilla con aire de superioridad.

—Vaya, felicidades. Al fin haces algo más que sacar copias y gastar el dinero de tu familia—siguió atacándolo, sin tregua.

La ira destiló del rostro de Ian.

—Al menos no haré a mi familia caer en desgracia. ¿Con qué cara tu padre se postuló para ministro? Debería ser inteligente y esconderse en un hoyo el resto de su vida al tener un hijo como tú.

Irresistible Acierto [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora