4| El dulce karma

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Dos semanas antes de la rueda de prensa

Haley

Okay, no era momento para entrar en pánico.

Podía con esto.

Podía manejarlo.

Había recibido muchos mensajes y llamadas de Ian el sábado, justo al día siguiente de descubrir su engaño, pero no le presté un segundo de atención y lo bloqueé sin miramientos de todas las redes sociales. Si pudiera, también le habría bloqueado el código postal, la dirección e-mail y hasta el correo vía lechuza.

No quería saber de él ni de nada relacionado con él o con otro espécimen masculino, solo papá. Mamá se encargó de consentirme el resto del fin de semana con días completos de spa y meditación mindfulness que hicieron maravillas para que olvidara el tema...hasta que llegó el lunes.

Todos mis miedos no podían resumirse a un día de la semana.

Miré el reloj en la pared de mi oficina y el constante sonido del segundero anunciando el avanzar del tiempo me abrumó. Moví mis dedos con nerviosismo, troné mis nudillos cuarenta veces y cuanto más creía tener el control de la situación, más lo perdía.

¿Cómo iba a enfrentarme a Ian sin echarme a llorar de la rabia? No era como si odiara llorar, liberar emociones era normal, sin embargo, no quería darle el gusto de mostrar cuánto me había afectado su engaño. El de ambos. Tanto el de Caitlyn, quien creía era una de mis amigas más cercanas, como el de Ian, quien se supone debía cuidar mi corazón y respetar nuestra relación.

Vaya respeto que le otorgó, enterrándolo hasta el fondo en el coño de mi supuesta amiga.

Mis manos comenzaron a sudar y un temblor irreprimible comenzó en mis dedos. No, no, no. Me puse en pie para hacerlo pasar, pero el sentimiento de asfixia y descontrol creció más, apretándome el pecho.

Era un ataque de pánico, lo sabía porque había visto a mamá sufrirlos un millón de veces y mi hermano y yo nos habíamos instruido para ayudarla en caso de que presentara un episodio y papá no estuviera cerca. Sabía qué hacer, claro que sabía.

Inhalé y exhalé, mi caja torácica dolió, dolió como si la estuviesen aplastando con el pie. Escuché el acelerado latir de mi corazón, retumbando igual que un eco en el vacío de mis oídos y me asusté. Mi respiración se volvió irregular entre jadeos. El miedo me tomó con fuerza del cuello y aceleró tanto mi corazón que...¿estaba teniendo un infarto? ¿Así era cómo se sentía morir?

Caminé con pasos torpes y lentos hacia el baño más cercano. Choqué con las paredes y me mantuve pegada a ellas. Sentía que mis piernas me fallarían. Las ganas de llorar volvieron borrosa mi visión, los bordes eran difusos y no podía enfocar. La desesperación me cerró la garganta y, ¿en verdad iba a morir de un infarto en medio de la recepción de mi empresa? Divisé apenas la señal de sanitarios y entré empujando la puerta con mi cuerpo.

La ansiedad hizo puño mis entrañas y apoyé mis manos en la barra de cristal sobre la que reposaban los lavabos de cerámica. No podía sucederme esto a mí, no ahora, no cuando debía ser fuerte para enfrentar al idiota de Ian y acabar con él, pero joder, dolía demasiado.

—Mierda—mascullé llevándome las manos al pecho como si eso sirviera de algo para detener el dolor.

No podía respirar, no podía concentrarme. Las paredes del baño se volvieron demasiado pequeñas de pronto, como si se cerraran a mi alrededor, amenazando con atraparme dentro y Dios, Dios...

Mis oídos captaron pasos entrar en la estancia y no fui consciente del momento en que resbalé hasta sentarme en el piso del baño porque lo único que mis ojos enfocaron fue un par de zapatos negros.

Irresistible Acierto [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora