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Una semana y media antes de la rueda de prensa

Haley

Tomé una bocanada de aire y me admiré en el espejo.

Acomodé mi cabello largo y oscuro sobre los hombros, contemplé los ojos azules regresándome una mirada segura, devastadora y un atuendo que era tan letal como cualquier arma, pero mucho más sutil, fácil de usar a mi antojo.

El negro era mucho más elegante, pero el rojo era más adecuado. No quería ser elegante para mezclarme, quería destacar y obligar a todos a levantar la vista, a mirarme mientras moldeaba el mundo a mi antojo y obtenía lo que buscaba. El vestido se ceñía a mi cintura y el delicado escote dejaba al descubierto lo justo para parecer coqueto.

Una cosa era joder a Ian por montarme los cuernos en la privacidad de mi oficina y otra muy distinta era hacerlo a la vista de todos. Era algo mucho más grande por lo cual debía esforzarme y usar todos los elementos a mi disposición, pero estaba bien. Yo no sabía hacer las cosas en pequeña escaña. O lo jodía en grande o prefería no hacerlo.

Pinté mis labios con un delicado nude y después de admirarme en el sensual vestido rojo una última vez, marché hasta el armario de joyas de mamá. Yo podía ser dueña de una amplia colección, pero si había algo que mi madre amaba más que los bolsos, definitivamente eran las joyas. ¿Y lo mejor? Eran únicas, especialmente diseñadas para ella por cortesía de papá.

Tomé uno de los brazaletes de Cartier y un par de aretes de Van Cleef & Arples. Estaba decidiendo entre un collar Bulgari o una gargantilla de perlas de Mikimoto cuando escuché tres secos golpes en la puerta.

—Es la tercera vez que te encuentro asaltando el armario de tu madre. Llevo la cuenta, Haley—papá me miraba desde el marco de la puerta del vestidor con una cara de seriedad que era destruida por la diversión en sus ojos.

—Solo tres de las mil que lo he hecho. O voy mejorando o tú estás perdiendo el toque—me burlé y le mostré mis dos opciones: un collar con un dije brillante o uno discreto de perlas—¿Cuál crees que luce mejor?

Papá estrechó un poco los ojos, como hacía siempre que analizaba seriamente algo. Había heredado ese rasgo de él.

—Depende. ¿Quieres causar una buena impresión o ser la impresión del lugar?—inquirió sin perder el toque crítico, pero con ello obtuve la respuesta que buscaba.

—Mamá optaría por este—mostré el collar de perlas—y Agnes por este—alcé la gargantilla con el brillante refiriéndome a mi abuela paterna—. Y definitivamente quiero ser la impresión del lugar.

Papá me observó con un deje de orgullo mientras yo me colocaba la gargantilla.

—Así que, ¿qué opinas?—di una vuelta para que me admirara y el orgullo se derritió en algo más cálido para convertirse en devoción.

—Luces hermosa, princesa—dijo sin que la usual nota de sarcasmo adornara el apodo, como sucedía cuando lo usaba con su esposa.

—Creí que dirías que lucía tan hermosa como mamá—me burlé, pero acepté de buena gana el halago.

Resopló y se cruzó de brazos.

—¿Por qué tiene que llevarse ella todo el crédito de tu belleza? Yo también contribuí a la causa de crearte. La mitad de tus genes son míos—declaró en un horrible intento de indignación que se las arregló para arrancarme una carcajada.

—Creo que me quedé con la mejor mitad de ambos.

Sus ojos se iluminaron y se alejó del marco con las manos en los bolsillos de su pantalón. La preocupación logró colarse en su jovial expresión y no pude obviarla.

Irresistible Acierto [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora