9| Límites prohibidos y traspasables

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Una semana antes de la rueda de prensa

Daxen

Estaba jodido.

Jodido y acorralado por todos lados. Literalmente.

Di otro sorbo a mi bebida energética mientras atravesaba el lobby de la corporación Colbourn. Por mucho que lo deseara, no podía renunciar a mi trabajo en mi genial-y-nada-patético-plan-súper-varonil de evitar a Haley en espera de parar esta locura, y en vista de que esa estrategia maestra estaba descartada, necesitaría toda la energía para enfrentar al dragón y no morir en el intento.

Mi móvil vibró de nuevo en el bolsillo de mi pantalón y una vena de irritación se tensó en mi cuello. No había parado de recibir mensajes y llamadas de todo el mundo, y cuando decía todo el mundo, era literalmente todo el mundo. Ni siquiera sabía cómo mierda mi tía Prudence se enteró de mi supuesto romance con la heredera de los Colbourn si se suponía que estaba en un retiro de silencio en el puto Tíbet.

No me molesté en verificar quién era el chismoso que me llamaba para tener la exclusiva confirmación del rumor, porque sí, hasta ahora, nuestra relación era un simple rumor que ninguno de los dos nos habíamos molestado en confirmar, aunque existían suficientes videos y fotografías de nuestro beso en el Shepard Falaise y nuestra cita en el yate.

Mientras subía al ascensor y recibía un caluroso saludo de Carl Vais, un avaricioso directivo de la corporación que se dedicaba a desacreditarme por mi estadía en la prisión y se refería a mí como el criminal pomposo, caí en cuenta que mi supuesta relación con Haley había impactado más en mi entorno de lo que imaginé. Y ni siquiera habíamos comenzado con la función.

Kat, mi hermana, tenía a reventar mi buzón de mensajes exigiendo una explicación por las decenas de artículos y videos amarillistas en las que yo aparecía como el conquistador de una de las herederas más codiciadas del mundo. Incluso había recibido una llamada de la BBC para una entrevista donde hablara de estos rumores. Joder, BBC. ¿Desde cuándo dejaron los noticieros serios para dedicarse a los chismes?

Si esto sucedía cuando apenas nos habíamos mostrado como una posibilidad, no quería imaginar lo que pasaría al confirmar nuestra supuesta relación al mundo. ¿Recibiríamos una felicitación del Papa desde el Vaticano? ¿La reina Isabel reviviría para darnos su bendición?

Fue un simple beso. Una simple cita que ni siquiera calificaba como tal porque Haley bajó del yate apenas tuvo la oportunidad luego de una serie de silencios incómodos y una instrucción tajante: «Lee el contrato y aprende de memoria los términos y condiciones. Si traspasas los límites, esto se acaba».

La víbora controladora. Lo había memorizado estos días, tanto que podía escribir las cláusulas con los ojos cerrados, pero no para complacerla, sino para indicar cada uno de los vacíos legales e incongruencias que tenía su documento. Se creía el ser más inteligente del planeta, pero aún tenía un largo camino por recorrer. Lo primero que haría al encontrarme con ella sería...

—Joder—la maldición se escapó de mi boca como una bala cuando encontré a mi dolor en el culo hecho mujer sentada cómodamente en mi oficina.

Haley movió su muñeca con parsimonia y miró el reloj que la adornaba.

—Llegas tarde—apuntó desde mi silla.

Mi corazón se tranquilizó lo suficiente para salir de la zona de INFARTO SEGURO y tuve la decencia de cerrar la puerta. Al girarme para hacerlo, atrapé algunas miradas indiscretas de empleados sedientos de información. En esta oficina eran más chismosos que en una maldita vecindad.

Irresistible Acierto [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora