Una semana y media antes de la rueda de prensa
Daxen
Un estallido de adrenalina me recorrió cuando evadí el golpe de Rafael. Mantuve los brazos en alto, a la defensiva y asesté un puñetazo en su flanco derecho apenas encontré un hueco en su guardia.
Se dobló, pero enroscó su brazo alrededor de mi cuello en respuesta, doblegó mi cuerpo mientras golpeaba mi abdomen con la intención de vencerme, pero igualé su fuerza para evitarlo. Mi corazón golpeó mi pecho como un estruendo, cada pulso doloroso en la misma medida que estimulante.
Logré quitármelo de encima a tiempo y ambos volvimos a nuestra esquina del cuadrilátero con los guantes en alto, la respiración jadeante y las ganas de partirnos la cara por los cielos. Podía oler el sudor rancio flotando en la estancia y probar la sangre en mi lengua, seguramente porque había logrado hacerme algún corte en el labio, pero no era nada comparado con la masacre que era su cara en ese momento.
—¿Vas a rendirte ya?—preguntó con una sonrisa torcida y el cabello oscuro pegado a la frene por el sudor, sus ojos oscuros brillando con diversión.
—Depende, ¿vas a contarte los huevos y entregármelos ya?—respondí moviéndome a la par de cada paso que daba por el ring como una sombra.
Soltó una risa relajada que fue solo una mala finta, porque se acercó a mí con la intención de colar en mi guardia un gancho izquierdo que esquivé por centímetros. Arremetí contra él usando mi cuerpo y golpeé su costado derecho hasta que el sonido de la campana nos obligó a separarnos.
—Chicos, es suficiente—la voz del viejo Greg llegó hasta nosotros—. Cerraremos en veinte minutos.
—De acuerdo, Greg. No te alteres, no queremos que sufras otro infarto—dijo Rafael sacudiéndose el sudor el cabello como un perro.
Me quité los guantes y bajé del ring de un salto. Los músculos me ardían por el esfuerzo y las extremidades punzaban con el desgaste, pero lo agradecía. Era una forma magnífica para canalizar la fuerza, la energía y no había nada mejor que romper unas cuantas narices para aliviar la frustración.
—¿Qué mierda fue eso?—Rafael me alcanzó en las duchas todavía con la toalla sobre la cabeza—¿Te orinó un perro hoy?
—No. No que yo sepa, al menos—me pasé una mano por el cuello para retirar el exceso de sudor mientras respiraba con lentitud para normalizar mi pulso— ¿Por qué?
—Hoy fuiste más duro conmigo de lo normal—se masajeó el brazo.
—Creí que te gustaba duro—bromeé y Rafael me lanzó su toalla, arrancándome una risa.
—No si viene de ti, animal y menos si apuntas a mis huevos. Yo sí quiero tener descendencia.
—Y yo pensé que el mundo se salvaría de la desgracia...
—Eso solo pasará cuando tú mueras—bromeó a la par y le dediqué un gesto de amistad con el dedo medio—. No, en serio viejo, ¿qué pasa? Te conozco, algo te molesta.
—¿Qué te hace pensar que me conoces?—le di la espalda para extraer una nueva muda de ropa y usarla luego de la ducha.
—¿Compartir celda juntos?—contestó como si fuera la prueba infalible, la cual tal vez sí era porque nada te ayudaba a conocer a otra persona como pasar más de 24 horas encerrado junto a ella por dos años.
Rafael y yo cumplimos condena en la prisión de Belmarsh, en Thamesmead, una prisión al sureste de Londres. Cuando yo fui condenado a ese infierno, Rafael ya estaba en la celda. Llevaba la mitad de su sentencia cumplida en ese entonces: diez años por tentativa de asalto a uno de los integrantes de los lores de la Cámara alta del poder legislativo. Ni siquiera había hecho daño al tipo porque la pistola que usó era falsa, pero igualmente se encargó de enviarlo a esa prisión de mierda donde estaban los peores criminales.
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Irresistible Acierto [+18]
RomanceLa nueva generación de los Colbourn McCartney está aquí. La hija menor de Leah McCartney y Alexander Colbourn llegaron para enamorarnos. ¿Te atreves a sumergirte en su historia? Deseosa por probar el dulzor de la venganza, Haley acude a la única pe...