Daxen
—Entonces, cuéntame otra vez lo que sucedió. —El detective apoyó la espalda en la silla y me miró con gesto de aburrimiento.
La luz blanquecina de la sala de interrogatorios me generaba un dolor de cabeza agudo; el olor a café acedo y tabaco rancio me causaba náuseas.
Habían transcurrido casi diez años desde la última vez que estuve en un lugar así, siendo escrutado, juzgado e interrogado por un detective que preferiría vender mi cabeza por cien libras y ahorrarse este fastidioso proceso antes de averiguar lo que sucedió en realidad.
Moví mis manos sobre la mesa. Las marcas de las esposas aún surcaban mis muñecas a pesar de haberme liberado para el interrogatorio una hora atrás.
—¿Para qué? Si estás empeñado en crear tu propia versión de los hechos—dije hastiado.
—Solo quiero entender y ayudarte, muchacho—dijo el detective y se rascó la incipiente barba grisácea que le crecía alrededor del mentón—. Lo que sucedió es confuso.
Lo miré con dureza, harto de su reticencia a escucharme. Era más sencillo asumir la culpabilidad de una persona por sus antecedentes antes que concederle el beneficio de la duda. Eso era lo jodido sobre ser un ex convicto: estabas marcado de por vida, como una puta letra escarlata que te sentenciaba incluso antes de tener un juicio.
—No lo es.—Me incliné hacia él perforándolo con la mirada—. El cabrón intentó matar a mi novia. Ella estaba de rodillas con un puto cuchillo contra la garganta. Su padre y yo intentamos detenerlo, le quité el arma y él sacó una maldita pistola. Disparó al señor Colbourn y lo asesiné antes de que nos matara a todos. ¿Qué es tan complicado de entender?
—El por qué lo hiciste. —Su tono, tranquilo y escéptico, me irritó, e hizo saltar un músculo de mi mandíbula.
—Ya se lo dije: Fue. Legítima. Defensa.—Espeté apretando los dientes.
El detective chasqueó la lengua y apoyó sus brazos en la mesa.
—Escucha, las circunstancias no están a tu favor para acreditar la legítima defensa. Te sugiero que me digas la verdad si...
—¿Por qué no están a mi favor? ¿Porque tengo un expediente criminal? —Sabía que esa era la razón, pero quería que lo admitiera, quería escuchar de su boca lo jodido que estaba el sistema.
—No, no es por eso, pero nos vendría bien si declararas lo que sucedió.
Solté un bufido sardónico.
—¿Crees que soy idiota? Sé cómo funciona.
—Un hombre murió por tu culpa y, como te dije, las circunstancias son sospechosas. ¿Qué razón tendría esa persona para tratar de asesinar a tu novia?
—¿Y qué razón tendría yo para asesinarlo más que en defensa propia? —Enarqué ambas cejas, haciéndole ver lo estúpida que sonaba su pregunta—. Una persona no siempre necesita de un motivo para hacer mal a otro. El mal gratuito existe. Si investigaras en lugar de estar aquí perdiendo el tiempo conmigo, te darías cuenta que ese tipo tenía motivos para atacar a Haley Colbourn.
El detective suspiró con cansancio y se rascó la cabeza.
—Bien, ya que estás hablando un poco más, ¿por qué me dices la verdad de una vez y terminamos con esto?
La puerta de la sala rechinó y otra persona entró en la estancia. Un hombre bien vestido, con traje caro, cabello rubio castaño bien peinado y cara de pocos amigos.
—Mi cliente no declarará si no lo desea, y le recuerdo, detective, que es una falta en el proceso interrogar a alguien sin que su abogado esté presente.
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Irresistible Acierto [+18]
RomanceLa nueva generación de los Colbourn McCartney está aquí. La hija menor de Leah McCartney y Alexander Colbourn llegaron para enamorarnos. ¿Te atreves a sumergirte en su historia? Deseosa por probar el dulzor de la venganza, Haley acude a la única pe...