Irresistible Acierto [+18]

39| Corazón en la partida

Haley

Daxen no estaba feliz con la noticia, y yo no estaba feliz con la situación actual, pero ¿teníamos opción?

La mayoría de las veces debíamos hacer cosas desagradables para sobrevivir y se suponía que él lo entendía mejor que nadie.

—¿Es estrictamente necesario que esté aquí? Ya lo toleré suficiente la última vez que se presentó—su voz era un terciopelo que escondía un borde filoso.

Dax era bueno para controlar sus emociones en general, pero aún tenía un largo camino por recorrer para que lo considerara un maestro en la inteligencia emocional. Era como una bomba siempre a punto de explotar: si no lo abordaba con cuidado, podría estallar en mis manos.

—Sí, es necesario—dije tranquila.

Su semblante se endureció y sus ojos se clavaron en los míos como dagas de ámbar.

—No confío en él. No me gusta que esté cerca de mí ni de mi empresa, y ciertamente no tolero que respire cerca de ti—espetó áspero.

—Sería estúpido confiar en él por completo, yo también tengo mis reservas, pero sé que, al menos, no fallará en entregar lo que le pedí.

—¿Qué le pediste?

Me pasé la lengua por los labios y una punzada de vacilación me llenó, pero me apresuré a sofocarla. «Confía en él, es parte de tu equipo, no tu enemigo».

Dios, esto de enamorarte de alguien que se supone debía ser solo parte de tu juego era muy jodido. Mi corazón estaba constantemente dividido entre besarlo mientras le confesaba todo, y en quedarme callada mientras trataba de apagar mis sentimientos por él.

Aunque ya estaba más allá del punto en el que podría arrancarlo de mi estúpido corazón.

—Tiene información de las finanzas de los Crakehall. Su compañía es la que administra su dinero—expliqué con cautela.

—¿Cómo lo convenciste para que los traicionara? —La perplejidad destiló de sus palabras.

Una pequeña sonrisa se deslizó por mi rostro.

—Me debía un favor. Le conseguí una cita con mi hermano hace años. Era su amor imposible.

Daxen resopló.

—Ya, había olvidado la parte de que jugaba en otras ligas. —Apoyó su espalda en la silla y me miró con atención. Odiaba cuando lo hacía, porque no podía controlar mi acelerado latir—. ¿Y cómo sabes que será leal a ti? Si su empresa trabaja para los Crakehall, tal vez ya sepan qué estás haciendo.

—Es una posibilidad. —Jugué con mis dedos, nerviosa—, pero es leal. Tengo algo que él quiere, y no me traicionará.

—¿Qué cosa? —sus ojos se estrecharon, suspicaces.

—La oportunidad de administrar nuestra fortuna—admití—. Le ofrecí trabajar con su compañía a cambio de que me diera información. Su empresa se quedará con el diez por ciento como cobro por el servicio de administración.

—Eso es excesivo.

—Es su pago, y nada mueve al mundo como la ambición.

—Así que tú apelas a ella.

—Solo hay dos cosas que motivan al hombre en este mundo: el amor y la ambición. — Levanté el mentón—. Muevo mis piezas en el tablero para ganar.

Algo cambió en su semblante, oscuro y peligroso. No pude identificarlo, pero su mirada quedó plasmada en mi piel como una marca.

—¿Qué te ha dicho el tipo? ¿Cómo sabes que su información es real?